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Ser como el bambú

Chasty Fernández

El bambú es una de las plantas más sorprendentes de la naturaleza. Crece en silencio, en tierras donde la humedad y la luz se equilibran, y su presencia apenas se nota durante los primeros años. Originario de Asia, el bambú simboliza fortaleza, humildad y paciencia. Mientras otros árboles presumen su altura, él permanece bajo tierra, concentrando toda su energía en echar raíces profundas que le permitirán sostenerse, incluso ante las tormentas más intensas. Solo cuando está preparado, emerge con rapidez y puede alcanzar más de treinta metros en pocas semanas. Ligero y flexible, se dobla ante el viento, pero nunca se rompe. Su fuerza no reside en resistir con rigidez, sino en adaptarse, en fluir con la adversidad sin perder su esencia.

Quizás Honduras debería mirar al bambú. En medio de tantas tensiones políticas, de tanta desconfianza acumulada, nos hace falta aprender de su sabiduría. Las elecciones se acercan, y con ellas el ruido, la división, la incertidumbre. Una vez más se promete el cambio, pero el pueblo duda: ¿cómo será el año 2026? ¿Habrá empleo?, ¿seguridad?, ¿justicia?, ¿Habrá un verdadero cuidado a las comunidades que viven olvidadas? La incertidumbre se ha vuelto una sombra constante, y el cansancio colectivo pesa sobre quienes aún buscan esperanza. Entre el desencanto y el cansancio, el país parece moverse como un bosque golpeado por el viento.

El bambú nos enseña que resistir no siempre significa oponerse con dureza, que la paciencia y la preparación son más importantes que la fuerza visible, entender que la vida —y también la nación— atraviesa ciclos de sombra y de luz. No siempre es necesario imponerse; a veces resistir con calma y adaptarse es la mayor fortaleza. Debemos ser flexibles como el bambú ante las dificultades sin perder la raíz, mantener la serenidad cuando todo parece inestable y confiar en que la preparación silenciosa siempre dará frutos.

El bambú tampoco crece solo. Forma bosques que se entrelazan bajo tierra: en los que cada tallo protege al otro y comparte nutrientes bajo tierra, y así sobreviven juntos. Esa es la lección más importante para Honduras: la fuerza verdadera no está en la confrontación, sino en la comunidad. La unión, la solidaridad, el respeto y la cooperación sostienen más que la ambición individual o las palabras vacías. La nación puede fortalecerse desde sus raíces si como ciudadanos elegimos construir juntos, apoyar y proteger a los más vulnerables.

Ser como el bambú es aprender a ser resilientes, a mantener la calma y la flexibilidad, a resistir sin odiar, a confiar en la verdad aunque sea invisible, a actuar con prudencia pero con decisión. Cuando el viento político sopla con fuerza, podemos doblarnos sin quebrarnos, sostener nuestras raíces y esperar que la tormenta pase. Después de cada tempestad, el bambú vuelve a crecer, más alto, más firme y más verde. Así también puede hacerlo Honduras: adaptándonos, resistiendo y floreciendo una y otra vez, con paciencia, fuerza y esperanza.

Que la flexibilidad sea nuestra guía y la esperanza nuestra raíz: así Honduras podrá doblarse, resistir y volver a erguirse más fuerte que nunca

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