Señales de tormenta

Por: Víctor Meza

Tegucigalpa.– Otra vez veo volar los buriviestñiki, las altivas gaviotas que sobrevuelan las playas rusas anunciando las tormentas.

Siempre ejercieron sobre mí una extraña fascinación, como advirtiéndome de futuras avalanchas, de crisis en ciernes, de turbulencias inesperadas…Cada vez que presiento algo parecido, me invade el recuerdo de los buriviestñiki en los inolvidables veranos de estudiantes libres y aventureros en las playas del Mar negro. Y también llega el recuerdo de todo lo que vino después, el desmoronamiento, la caída, la debacle, que no por esperada y anunciada resultó menos traumática… ¡Ah tiempos aquellos!

Pero esta vez los presentimientos son otros. El país da la impresión de marchar sin rumbo, como a la deriva, sin puerto definido. Los actores políticos se alistan para participar en un torneo que pretende ser novedoso, pero se regirá por reglas viejas. Lo nuevo y lo viejo, todo mezclado, todo revuelto. Como suele decirse: lo nuevo apenas naciendo y lo viejo negándose a morir. Una combinación peligrosa, de resultados inciertos. El afán continuista del gobernante, disfrazado de reelección ilegal, le agrega tensión al ambiente y aumenta peligrosamente la crispación. La desconfianza se implanta y las denuncias adelantadas de un fraude ya preparado, aumentan y se difuminan por doquier. Es la hora del desconcierto y la incertidumbre.

Si no se hacen las reformas electorales necesarias, casi indispensables para el juego democrático limpio y aceptable, las elecciones de noviembre podrían resultar más un problema que una solución. Se escuchan voces sensatas que advierten sobre los riesgos, pero también resuenan en el ambiente voces alteradas, tronitronantes, bulliciosas, que gritan más en tono de altanera amenaza que de prudente advertencia. Esas amenazas, lejos de ayudar, entorpecen y dificultan la búsqueda de soluciones.

Los dirigentes políticos, la mayoría de ellos, no parecen darse cuenta de lo peligrosa que puede ser la situación. Siguen, como si nada, repitiendo sus viejas promesas de falso bienestar y anunciando un mejor amanecer en las profundas honduras. Juegan al autoengaño, falsificando las cifras de las propias elecciones internas de sus partidos, creando la falsa ilusión de volúmenes electorales tan inciertos como engañosos. Se afanan por engañarnos a todos sin darse cuentas que son víctimas de un lamentable autoengaño.

Cuentan de uno de esos profetas del desastre y estrategas del autoengaño que, sorprendido y rabioso por los resultados iniciales de las elecciones internas en su partido, llamó al candidato ganador para proponerle aumentar artificialmente el resultado electoral del perdedor. El vencedor se negó, provocando la ira desbocada del frustrado estratega. Pero, también cuentan, que no todos se han negado, ni todos han rechazado con firmeza la propuesta indecente. Se mencionan divertidos incidentes, porcentajes pactados – 30 % aquí, 35 % allá – , rabietas incontroladas por el excesivo número de votos nulos y blancos… en fin. Parece que la mal llamada “clase política” local no acaba de aprender las lecciones y sigue creyendo que aquí las cosas son como antes y que los nuevos ciudadanos son tan desinformados y conformistas como lo fueron muchos de sus antecesores. ¡Craso error de valoración y cálculo!

Pero lo realmente importante es que esos profetas del desastre, que al final resultan un desastre como profetas, son los que están llevando nuestro país por senderos inciertos, avanzan desbocados, convencidos como si fueran iluminados divinos, que ellos, y solo ellos, tienen la solución en sus manos. Nos acercan al abismo y nos empujan hacia crisis parecidas a las del reciente pasado. Hay que salirles al paso. Por el bien de Honduras, hay que detenerlos.

El proceso electoral ha comenzado oficialmente con la convocatoria del Tribunal Supremo Electoral. Un poco más de seis millones de hondureños estamos convocados para asistir a las urnas. Nos invitan a votar, no a elegir, porque eso, lo segundo, es un derecho que se lo reservan para ellos, los dirigentes políticos que pretenden ser los dueños de los destinos y haciendas en estas atribuladas honduras.

Pero nosotros, los votantes de a pié, los ciudadanos comunes y corrientes, debemos convertirnos en electores activos, dejando atrás la pobre condición de votantes pasivos. Para ello es preciso ser vigilantes, propositivos, debidamente informados y constantemente críticos. Frente a las maniobras fraudulentas de las viejas cúpulas partidarias, debemos alentar y mantener vivo el espíritu de vigilancia crítica que despertó y alimentó la resistencia contra el golpe de Estado y las luminosas marchas de las antorchas. No hay otro camino ni hay otra solución.

spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_img
spot_imgspot_img