El tiempo siguió su curso, Santos iba creciendo en su natal Trujillo, Colón, junto a otros pequeños, pero sin el calor de su progenitora que había decidido casarse con un italiano.
Cuando Santos conoció a su madre, ya tenía 8 años. «Cuando vino a Honduras a verme por primera vez venía con un niño de 6 años y una niña de tres meses de nacida y me trajo muchas cosas bonitas», dice.
Pero al pasar los años, Santos no volvió a saber de la mujer que le dio la vida, no volvieron a llegar cartas procedentes del viejo continente y nadie le daba información sobre el paradero de Esmeralda.
Tuvieron que pasar 29 años para que Santos se enterara que su madre sigue con vida y reside en Italia. Gracias a las gestiones realizadas por la Cancillería no sólo ubicaron a la mujer, sino que provocaron que madre e hijo pudieran hablar y ponerse de acuerdo para reencontrarse en el lugar del mundo que ellos decidan. Leer nota completa