William Shakespeare, el genio de las letras inglesas, sentenció en su inmortal obra Julio César, una frase tan sabia que ha servido para describir pasajes icónicos, especialmente en el devenir actual. Dice el tal epígrafe:
“Existe una marea en los asuntos humanos que, tomada en pleamar, conduce a la fortuna, pero omitida, todo el viaje en la vida va rodeado de escollos y desgracias”
Es verdad: una enorme marejada se aproxima y con toda seguridad dejará al mundo empapado. No es el diluvio bíblico. Es por suerte una ola de conocimiento, <zde nuevas y fulgurantes ideas, de oportunidades hasta ahora inconcebibles para que los humanos mejoremos y hagamos del planeta un mejor lugar. Pero, como dijo Shakespeare, dependerá de nosotros aprovecharla o quedarnos a la vera.
Mustafá Suleymán, el genial CEO de DeepMind, la más grande empresa desarrolladora de Inteligencia Artificial en el mundo, ha dicho en su libro LA OLA QUE VIENE, que los límites se expandieron hasta el infinito. Lo único inviable es la contención. Nada detendrá, ahora sí, el progreso humano, siempre y cuando así lo quieran.
Pero hay que saber surfear para aprovechar la dinámica del mar. No basta con quedarnos quietos y esperar. Es indispensable prepararse, discernir de forma adecuada la fuerza y dirección del agua para subirse a la cresta y marchar en pos de las ventajas que nos trae la fuerza vivificante de la tecnología. ¡Quedarse es la muerte!
La ola que viene dejará sin duda una estela, un cisma entre quienes se suban a ella y los que serán vapuleados. ¿En cuál de los dos bandos se quedará Honduras? No es difícil adivinarlo.
Los datos de la Encuesta de Hogares del INE son claros: La cobertura neta en educación en el país sigue siendo la más baja de Centroamérica -y no es que en el resto del istmo anden bien- apenas 29 de cada 100 jóvenes de 17 años culmina la educación media, los docentes deben realizar su trabajo en condiciones precarias, por decirlo de forma elegante, mal pagados y sin incentivos.
Para las chicas y chicos, estudiar es casi un acto de heroísmo. ¿Qué nos va a pasar en 3 o 4 años cuando aquí cerca se intensifique la necesidad de los conocimientos vinculados a la inteligencia artificial? ¿Hacia dónde irán cuando ya ni en México o EUA se requieran capacidades básicas en la mano de obra, porque los robots serán tan baratos que todo el mundo los priorizará frente a la fuerza humana?
Lo terrible -si es que se puede decir así- es que la ola se apercibe de forma diferenciada. Hay en Honduras, por supuesto, escuelas con tecnología de punta, donde las niñas y niños se cultivan en más de un idioma, con laboratorios de matemáticas, robótica y nanotecnología. También tienen estos centros de excepción, programas certificados en asuntos culturales, desarrollo del lenguaje, artes, deportes y humanidades. Los estudiantes de allí tienen, de entrada, una ventaja por mucho, más elevada que el resto. Son una minoría sí, pero ahí si están listos para surfear.
El presupuesto que usan estas escuelas es elevado. Mantenerlas con la calidad necesaria requiere una inversión promedio de 30 mil lempiras anuales por estudiante.
Pero mire usted, el presupuesto destinado por el gobierno al sector educación es de aproximadamente 25 mil lempiras por estudiante matriculado, es decir, no distan tanto. Parece que no es cuestión de dinero sino de uso inteligente de los recursos.
Si existiera voluntad de hacer que las cosas cambien, las autoridades harían un esfuerzo por gastar mejor los recursos en educación y al mismo tiempo incrementar el presupuesto para mejorar la cobertura neta. Pero pareciera que importa más ganar las elecciones de 2025 y esas chicas y chicos aun no votan.
Mientras tanto, la pleamar se nos escapa. Los impuestos que pagamos, que deberían servir para formar a nuestra niñez para que pueda confrontar adecuadamente los retos de la próxima década, se van al cubo de la basura, mal gastados en frivolidades, sin que nadie repare en el incierto futuro que construimos como sociedad y que nos da poca esperanza de supervivencia.
El tiempo se agota y la ola que viene pasará de lejos hundiéndonos en el olvido futuro, llevando nuestras vidas a una indescifrable distopía sin paz y sin prosperidad. La ola se acerca y nos va a dejar rodeados solamente de escollos y desgracias.