Tegucigalpa – A sus 57 años, Aníbal Benítez, un capitalino de toda la vida, recuerda sus tiempos de estudiante de la escuela Monseñor Ernesto Fiallos de Comayagüela, cuando sus profesores los llevaban cotidianamente a disfrutar de la belleza escénica del parque La Concordia, localizado en el centro de la ciudad y que ahora gracias la restauración de parte de las autoridades edilicias, resurge para volver a ser un icono y referente de la capital hondureña.
– Inicialmente, la municipalidad invirtió 4.7 millones de lempiras, con el fin de fomentar la recreación y fortalecer los valores culturales en la ciudad.
– El gerente de infraestructura de la AMDC, Roberto Zablah, anunció que esperan que en el transcurso de este mes sea reabierto.
Benítez recuerda como su madre le “aliñaba” en la lonchera panes con huevo picado y un jugo para junto a sus compañeros departir una merienda mientras contemplaban los animales como tortugas, pavos reales, patos y otros de los cuales ya no se acuerda, pero si de las réplicas de las efigies de las estatuas mayas que se encuentran en la ciudad de Copán Ruinas y que son una característica única de los parques de la capital.
Sin embargo, también lamenta con nostalgia como después de su auge en las décadas de los sesenta y los setenta, poco a poco, se fue opacando debido al descuido, el crecimiento de la delincuencia y el paso devastador del huracán Mitch en 1998.
Su gloria se apagó, pero ahora está a punto de finalizarse su restauración para dar paso a su apoteósica reapertura para volver a albergar a los capitalinos que podrían reavivar la época memorable del emblemático y original parque, localizado en el barrio que lleva su mismo nombre.
Proyecto de restauración
El proyecto de restauración del emblemático parque La Concordia, en el centro de Tegucigalpa, incluye la recuperación de las más de 200 réplicas de efigies mayas de Copán, un cerco perimetral, portones, senderos y muros que se han sido pintados para una mayor vistosidad.
El emblemático parque de belleza escénica fue diseñado en 1939 por el escultor de origen mexicano, Augusto Morales Sánchez, pero con el pasar del tiempo los gobiernos locales y la presidencia de la República lo mantuvieron en el descuido y su colapso fueron los daños causados por los efectos de la tormenta tropical Mitch a finales de octubre de 1998.
Fue hasta la actual administración edilicia que encabeza el alcalde Nasry Asfura que asignó a la empresa Urbe Constructora, el proyecto de restauración de las esculturas, templos, senderos, y acera perimetral, así como la instalación de nuevos sistemas eléctricos para una óptima iluminación en toda la zona del parque.
Para la restauración del parque localizado en el centro histórico de la capital hondureña, las autoridades edilicias invirtieron inicialmente 4.7 millones de lempiras, provenientes de los tributos ciudadanos, con el fin de fomentar la recreación y fortalecer los valores culturales en la ciudad de Tegucigalpa.
Los trabajos iniciaron el 15 de marzo del 2017 y tuvieron que reiniciarse en varias ocasiones porque la mayoría de los materiales provenían del exterior; además, debido a las protestas y manifestaciones callejeras producto del conflicto político, las obras tuvieron que detenerse a finales del año pasado y principios de 2018.
Retoques de réplicas
Para los retoques en las réplicas de las estelas, inspiradas en la civilización maya, los encargados del proyecto contrataron al escultor Timoteo Betancourt, quien restauró y reparó muchas de las obras en concreto, que producto del desgaste del tiempo, del descuido y poco mantenimiento, se encontraban severamente dañadas y más de alguna mutilada.
Algunos de los componentes del parque fueron reparados como las escalinatas, que faltaban completamente, quizá se las habían robado o perdido, también en la estela maya o estela C de las Ruinas de Copán, estaban dañada con muchas rajaduras por todos lados y se sanearon todas esas partes y se selló completamente toda la estructura para que no se siga dañando internamente”.
La mayoría de obras son catalogadas de tamaño mediano, todas de concreto, y la de dimensiones más sobresalientes es la estela «C» maya, con aproximadamente 3.3 metros de alto.
A finales de octubre del año pasado se concluyó la reparación todas las réplicas de estelas y símbolos mayas, y posteriormente, en febrero de este año, el escultor Timoteo Betancourt regresó a teñir todo el espacio de las obras artísticas con un sellador especial, para evitar el deterioro del cuerpo de los pequeños monumentos.
Sobre la reapertura a la población en general, que desea frecuentar las instalaciones del parque, el gerente de infraestructura de la capital, Roberto Zablah, anunció que esperan que en el transcurso de este mes sea reabierto.
Inicios del parque jardín
En 1883, época en que ejercía la presidencia de la República el general Luis Bográn Barahona, se construyó en el extremo noroccidental de Tegucigalpa un jardín para recreo de los pobladores de la ciudad, que al ser inaugurado se bautizó como «Parque Bográn».
El amplio predio próximo a la ribera oriental del río Choluteca en el barrio Abajo, fue protegido con un muro bajo para evitar el acceso del ganado que vagaba por el sector, se dotó de un quiosco para los conciertos dominicales, se sembraron en arriates plantas decorativas traídas de El Piligüín y Santa Lucía y se colocaron bancas de hierro y madera bajo los frondosos árboles que se conservan en el sitio.
El «Parque Bográn» desapareció en 1935 cuando en el gobierno del general Tiburcio Carías Andino se contrataron los servicios del arquitecto y escultor mexicano Augusto Morales Sánchez, para convertir el parque en un jardín maya donde se pudieran admirar réplicas de estelas, templos y figuras de la civilización de la época precolombina que ejerció su señorío en Copán.
Los trabajos iniciaron en octubre de 1935 y se culminaron en marzo de 1939, inaugurándose el día 15 de ese mes coincidiendo con la celebración del cumpleaños del presidente de la República.
El nombre de La Concordia fue sugerido por el poeta y escritor Carlos Izaguirre quien en un artículo publicado en el periódico «La Época» al referirse a la obra en marcha indicó que en el ambiente de paz que se vivía al no existir las guerras fratricidas, el pueblo hondureño disfrutaba de armonía y concordia nacional por lo que el nuevo jardín debería llamarse Concordia Nacional.
Esa sugerencia del poeta Izaguirre fue tomada en cuenta por don J. Tomás Quiñónez Aceituno quien un año antes había sido nombrado presidente del Concejo del Distrito Central, gobierno local que se encargaba de la construcción, mantenimiento y mejoras de las plazas de la ciudad capital, simplificando el nombre a parque La Concordia.
El jardín maya se levantó para simbolizar la grandeza de la raza que nos legó sangre en el mestizaje con los españoles que nos conquistaron y colonizaron.
La tarea encomendada a don Augusto, tenía que fundamentarse en conocimientos de las Ruinas de Copán, no sólo para copiar el legado, sino para saber lo que representaban, misión que se encargó al arqueólogo don Luis J. Joest, experto que tuvo a su cargo la supervisión de la obra.
Pero no sólo la piedra esculpida conformaría la belleza del jardín, se necesitaba el adorno natural de las plantas y flores en las glorietas, los senderos, los bordes de los estanques y el engramado, esa labor decorativa fue realizada por los jardineros Carlos Humberto San Martín, José López y Juan Coello.
Desde esa fecha hasta que Mitch lo destruyó en 1998, el parque La Concordia fue uno de los lugares más visitados por propios y extraños, constituyéndose en uno de los grandes atractivos de la capital, ahora resurge para momentos de solas y esparcimiento para los capitalinos y para los visitantes nacionales y extranjeros.
Atractivos culturales
Al pie de una de las estelas maya, está una enorme tortuga que simboliza la piedra de los sacrificios, bordeando en círculo el lugar con figuras copiadas de uno de los templos de Copán.
En otro rincón, entre palmeras y buganvilias, sin perder un tan solo rasgo de la original, la réplica del altar «Q», con las figuras de los últimos reyes de Copán incluyendo a 18 Conejo.
Las bancas en piedra tallada, eran sitio preferido de los domingueros que después del recorrido, descansaban para saborear las enchiladas y otras golosinas que se adquirían donde los Flores Theresín y en las pulperías que se encontraban en los alrededores del parque.
La pérgola del Dios Creador y la pérgola de los murciélagos, eran los remansos de paz para los visitantes y en la primera, después del recorrido por el sendero del amor, las parejas de enamorados se sentaban a disfrutar los coloquios de sus más puros sentimientos, escapándose de vez en cuando los apasionados ósculos cuando no había ojos curiosos.
Los estanques donde abundaban patos, alcaravanes, un albo marabú y otras aves acuáticas, constituían otros atractivos que se acentuaban con la emoción de cruzar el puente de los ensueños, desde donde se divisaba el nadar de las tortugas, peces de colores y pequeños lagartos.
Asimismo, no había detalle que se escapara al arte maya, como la base de los faroles o los recipientes para la basura todos tallados en piedra con motivos mayas.
En general, La Concordia a lo largo de su historia ha sido un sitio donde varias generaciones vieron discurrir la niñez alimentando con maicillo y migajas de pan a las palomas de castilla en la glorieta de la estela «C», la dorada juventud en los años de estudiantes y la ancianidad de los antepasados, pero que ahora resurge como el Ave Fénix de entre las cenizas para convertirse en un lugar de regocijo para los capitalinos.