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Pablo Escobar y El Chapo Guzmán, leyendas del viejo y el nuevo siglo

Tegucigalpa.- Pablo Escobar Gaviria y Joaquín Loera “El Chapo” Guzmán, marcarán sin duda la historia del narcotráfico en América Latina durante el siglo pasado y el actual, no solo por sus hazañas, también por tejer y construir redes paralelas de poder que hicieron de este ilícito negocio una marca transnacional mediante la cooptación de élites políticas y económicas mientras en las zonas donde operaban desarrollaron una especie de “estado bienestar” suplantando al Estado formal  y sus instituciones, haciéndose venerar y recordar como los propulsores de una versión “negativa” de capital social, afirman los expertos.
 

Estos grandes capos de la droga que junto a Al Capone, en Estados Unidos, representan tres “figuras del mal” según los entendidos en la materia, son ya leyenda en sus países y en la región latinoamericana, ya que sus anécdotas inspiran música, realización de misas de agradecimiento o de novenario, así como famosas teleseries que recogen su vida, su obra y su gracia.
 
pablo-escobar1Pablo Escobar Gaviria, originario de Colombia, fue hijo de un administrador de fincas y de una maestra rural. Su biografía indica que en su niñez trabajó en diversos oficios, lavando coches o ayudando en los mercados; también fue criador de vacas para dar posteriormente el salto a matón a sueldo y ladrón de coches.
 
Su carrera delictiva, se asegura que inició con la compra de objetos robados y el contrabando a pequeñas escala, hasta que se introdujo en el tráfico de marihuana y finalmente en el de la cocaína.
 
En 1974 decidió emprender el negocio de producción y distribución de cocaína que le llevaría a ser uno de los más importantes líderes de la mafia colombiana por medio del Cartel de Medellín, el cual comienza a florecer a partir de 1976 hasta ser considerado a inicios de los años ochenta como la organización más floreciente del narcotráfico en Colombia.
 
Escobar rompe esquemas tradicionales
 
pablo-escobarEscobar rompió incluso los tradicionales esquemas de los líderes del narcotráfico al hacerse una imagen de alto perfil, financiando e incursionando en la política, llevando obras sociales en zonas en donde la institucionalidad no funcionaba y el hambre golpeaba a sus pobladores.
 
Escobar llevó así obras sociales, construyó lo que fuera necesario para generar ese estado-bienestar del que hablan los expertos que necesitan desde la institucionalidad formal los pueblos de América Latina para desarrollar y consolidar sus democracias.
 
Pablo Escobar levantó incluso un suburbio para los desheredados denominado Medellín sin Tugurios o el barrio de Pablo Escobar, que consistía en un conjunto de 780 viviendas unifamiliares que construyó para la gente necesitada.
 
Empezó así a desarrollar “capital social” y a cooptar no solo a bases populares desheredadas, sino que tejer a la par, nexos con el otro estado-bienestar: el de los pudientes de la clase política y económica colombiana.
 
Junto a sus integrantes del Cartel de Medellín no solo fue uno de los grupos criminales más sanguinarios de Colombia, que incluyó en sus facturas con la sociedad la muerte de importantes políticos, ministros, candidatos presidenciales, jueces, policías y periodistas, entre otros, sino que también la compra de “lealtades populares” para protegerse, esconderse o adivinar los movimientos de ataque hasta que sus días de gloria y fama concluyeron como ocurre generalmente con los mafiosos: asesinados o extraditados a Estados Unidos.
 
De las historias de Pablo Escobar y sus aliados se han llenado libros y hasta realizado series televisivas que describen al personaje que fue también padre, hermano hijo y esposo, con la debilidad que caracteriza a estos barones de la droga: las mujeres y las excentricidades en sus fincas, casas y gustos.
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Sus operaciones en el movimiento y trasiego de la droga de Norte a Suramérica fue innovadora en cuanto al liderazgo que impuso a los carteles colombianos con sus conexiones en pequeños carteles en Centroamérica y el surgimiento de las mafias mexicanas. Pablo Escobar no solo era estratégico, también efectivo en sus acciones para desarrollar el negocio.
 
En términos de la violencia se caracterizó por ser uno de los carteles de la droga que no ponía reparos en sus métodos, entre ellos los coches bombas y el asesinato masivo por parte de sus sicarios.
 
Desarrolló Pablo Escobar un poder tal que hasta construyó una cárcel a su gusto en unos terrenos de su propiedad a donde pernoctó luego de pactar con el Estado.
 
La cárcel fue bautizada como La Catedral y se encontraba en la zona de Envigado, territorio de Escobar y desde allí manejó el negocio de la droga. Dentro de sus batallas más fuertes y sangrientas destaca la lucha por oponerse a la extradición.
 
Finalmente Pablo Escobar muere abatido en un enfrentamiento el 2 de diciembre de 1993, justo cuando acababa de cumplir 44 años.
 
Su muerte cierra un capítulo en la historia de Colombia del siglo XX y los carteles colombianos de la droga son desarticulados en su mayoría para quedar operando en pequeños grupos de transportistas de droga, entre otros.
 
Pero el imperio de la droga ya se había instalado en América Latina. La caída de Pablo Escobar en Colombia solo fue como el aliento para el surgimiento de otros carteles en la región latinoamericana, especialmente en México, en donde ya las redes criminales mexicanas y colombianas habían hechos sus primeros acercamientos con el cartel de Medellín de Pablo Escobar.
 
De la venta de naranjas al mayor cartel del mundo
 
joaquin-guzmanY es en la América Latina del siglo XXI que otra leyenda marca la historia del narcotráfico en la figura de Joaquín Loera “El Chapo” Guzmán, líder del cartel de Sinaloa, considerado como una marca multinacional y transnacional del crimen organizado que surca no solo el continente americano, sino que también el europeo con tentáculos en Asia y el norte de África.
 
Joaquín Archivaldo Guzmán Loera nació en Badiraguato, en Sinaloa, México. Su fecha de nacimiento se maneja como un misterio, entre quienes afirman que nació un 25 de diciembre de 1954 y quienes se decantan por el 4 de abril de 1957.
 
La escuela de su pueblo se encontraba a 60 kilómetros de distancia y hasta ahí caminaba con sus hermanos para estudiar, según relatos de su biografía.
 
El Chapo Guzmán era hijo de familias campesinas muy humildes, su padre se dedicaba a la siembra del opio y se le llamaba por su oficio Gomero. El opio sigue siendo a estas alturas del nuevo siglo y milenio uno de los principales productos del pueblo donde nació El Chapo Guzmán.
 
Los registros sobre la vida del líder del cartel de Sinaloa, señalan que El Chapo Guzmán abandonó los estudios para dedicarse a vender naranjas y posteriormente, a los 15 años, entrar al negocio de la siembra de marihuana, al cual ingresó gracias  a uno de sus tíos. Por su baja estatura le apodaron “El Chapo”.
 
Su astucia le llevó a conectarse con el líder del narco mexicano en ese entonces, Miguel Ángel Félix Gallardo, conocido como El Padrino, quien luego fue capturado y su cartel conocido como el de Guadalajara se dividió en dos, y es donde El Chapo Guzmán se traslada a Culiacán para formar el ahora poderoso y omnipresente Cartel de Sinaloa.
 
El cartel que nació en las sierras de Sinaloa, tiene entre sus principales socios a Ismael, El Mayo, Zambada, quien es uno de los hombres más operativos, que a diferencia de El Chapo, tiene un bajo perfil y vive en la sierra con sus cinco mujeres, hijos, nietos y bisnietos, al aducir que es uno de los sitios más seguros.
 
Un sobreviviente para el Cartel y los negocios
 
Joaquín “El Chapo” Guzmán ha logrado posicionarse con el cartel de Sinaloa como la transnacional del crimen más importante de México, al ser el único sobreviviente de los viejos carteles mexicanos, desarticulados en su mayoría y muchos de sus líderes en prisión o extraditados a Estados Unidos.
 
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Los estudiosos de la narcoactividad señalan que El Chapo Guzmán ha sabido hacer del Cartel de Sinaloa un verdadero holding de negocios ilícitos del crimen organizado pues su fuerte no solo es el trasiego de droga, sino que también está implicado en el tráfico de armas, robo de combustibles, cables de telefonía, combustible, extorsión, secuestro, trata de personas, entre otros que conforman las 23 modalidades de la criminalidad organizada identificada por las Naciones Unidas.
 
Un reporte del diario español El País—a raíz de la última fuga del Chapo de la cárcel del Altiplano en México—señala que el Cartel de Sinaloa es el principal mayorista de cocaína sudamericana en Estados Unidos y en Europa, mientras controlan las rutas terrestres en Centroamérica.
 
Trafica heroína de Oriente Medio y con precursores asiáticos producen en sus laboratorios toneladas de metanfetaminas como parte del negocio de drogas sintéticas al que también se ha mudado.
 
El cartel de Sinaloa, con o sin El Chapo Guzmán, es ya una marca registrada de negocios ilícitos que logró penetrar también las redes del poder político y económico en México, sus tentáculos parecen inimaginables y una muestra de su fuerza fue la fuga del Chapo de la cárcel del Altiplano mediante la construcción de un túnel con tecnología de punta, de acuerdo a los expertos.
 
Toda una red lícita e ilícita al servicio del Chapo Guzmán parece indicar la segunda fuga de este criminal que ahora han bautizado como “El Señor de los Túneles”, una característica que ha hecho muy peculiar sus operaciones.
 
Cuando fue capturado hace un año en la región de Mazatlán, las autoridades mexicanas descubrieron túneles que conectaban con sus casas de seguridad y así escapaba de la persecución de las autoridades mexicanas y estadounidenses.
 
De acuerdo a la revista especializada en crimen organizado Insight Crime, el Chapo Guzmán opera en al menos 50 países. Se estima que su organización es capaz de mover dos toneladas mensuales de cocaína y diez de marihuana.
 
Y según las autoridades estadounidenses, este cartel utiliza cerca de 280 empresas para lavar dinero.
 
La “veneración” al narco
 
Su estructura criminal es igualmente violenta cuando de ataques se trata para defender sus plazas territoriales. Las traiciones se pagan con la vida y como parte de su expansión, el Chapo Guzmán ha tenido en Centroamérica una de sus zonas de descanso cuando repunta la guerra contra las drogas por parte de las autoridades mexicanas.
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Su espectacular fuga no solo ha puesto en ridículo al gobierno de México, sino que ha permitido que sus seguidores en esos pueblos remotos en donde El Chapo, es el “bueno” de la película, la gente haya salido a ofrecer misas de acción de gracias e incluso a declarar sin tapujos que lo prefieren operando por sus zonas, porque les va generar empleo, les llevará salud y paradójicamente, también seguridad.
 
Los expertos son del criterio que las anécdotas del Chapo Guzmán como de muchos narcotraficantes latinoamericanos se basan en parte en su apuesta por el arraigo popular, mediante la cooptación de poblaciones enteras como una forma de generar capital social “negativo” al llenar los vacíos de orfandad e institucionalidad dejados por los Estados.
 
Mientras a nivel de las grandes elites de poder político y económico sus activos se centran en controlar institucionalidad, pactar silencios, comprar justicia y cerrar buenos negocios ya sea mediante el financiamiento de campañas políticas o el lavado de dinero.
 
El Chapo Guzmán, en este sentido, superó los pasos de Pablo Escobar en Colombia, en cuanto a que ha hecho del Cartel de Sinaloa, un emporio transnacional de lo ilícito que puede sobrevivir en el tiempo con o sin él, con o sin sus otros socios.
 
Su última bocanada sobre el gobierno mexicano ha sido precisamente lograr que un juez suspenda una orden de extradición a Estados Unidos en caso de ser capturado, una acción que puede beneficiar más a Washington que a los mexicanos, pero que al margen de cómo termine esta etapa de su vida, por ahora El Chapo Guzmán logró convertirse en América Latina en una leyenda.
 

Lo demás por venir será una mezcla de fantasía con realidad, matizada por corridos a su imagen, a su accionar e incluso a la historia en las pantallas del cine o la teleseries sobre la vida de los llamados barones de la droga y la criminalidad organizada. Y esa historia de Pablo Escobar, en Colombia, y del Chapo Guzmán, en México, marcaron ya el antes y el después en la historia del narcotráfico en la región y el mundo entero.

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