
La incertidumbre es el desconocimiento, desinformación, indecisiones, duda e inocuidad. La incertidumbre se puede dar en el proceso, puede ser por la medición, escrutinio, en la estimación o aproximación que tenemos de un evento o fenómeno. También, puede ser en la implementación que se hace de algún sistema que no se conoce bien en su funcionamiento. La incertidumbre, puede provocar inquietud, estrés, ansiedad y hasta miedo. La palabra incertidumbre proviene del latín incertitudine, compuesto por las voces in-(un prefijo de negación), certus (“cierto”) y -tud (un sufijo usual de cualidad). Por lo tanto, la incertidumbre se puede perfectamente comprender como la cualidad de aquello que es incierto, o sea, que no podemos determinar a ciencia cierta.
Los últimos eventos que hemos observado los hondureños y el mundo, quien tiene los ojos puestos en la elecciones generales del 30 de noviembre del 2025, no nos ponen en buen predicado. Las discusiones e insultos de un lado y otro, denotan claramente una descoordinación al interior del órgano responsable de las elecciones compuesto por tres consejeros magistrados, representantes de las tres instituciones políticas más grandes del país. Lo que hemos visto el viernes 24 de octubre del presente, no debería ser, pues proyecta incertidumbre y da pie para pensar que se pueda estar gestando un fraude electoral. A estas alturas, hay tantos observadores nacionales e internacionales que sería casi imposible fraguar un fraude. Los estados emocionales negativos originados por la incertidumbre son impredecibles e insospechados. En definitiva, los hondureños debemos confiar y esperar que todo se desarrolle dentro de la normalidad como debe celebrarse una jornada electoral democrática.
Los hondureños en estos momentos estamos convocados a una fiesta cívica, patriótica e histórica, ya que es de analizar cada movimiento que hacen los líderes que encabezan las candidaturas presidenciales. El día de las elecciones, seguramente y al comenzar los escrutinios se tendrán muchas sorpresas. El pueblo elector, sigue esperando las diferentes propuestas en materia de políticas públicas, seguridad, inversión extranjera, fuentes de trabajo, salud, educación, sistemas de previsión, manejo de cuencas y reservas naturales, infraestructura, política exterior, convenios y tratados internacionales, plan estratégico prospectivo, atención a la niñez y al adulto mayor, esto entre otros aspectos que vayan encaminadas a dar respuesta a la sociedad hondureña, que cada cuatro años sueña con salir de este subdesarrollo, pobreza, pauperismo e indigencia. Hay millones de hombres y mujeres censados, listos para votar. Por lo tanto, debemos apostar e inspirar confianza, tranquilidad, seriedad y determinación a efecto de que todos ejerzan el voto por el candidato de su preferencia. No nos conviene poner en duda, manchas y nebulosas un proceso que sostiene la incipiente democracia de nuestro país
Desde el 20 de abril de 1980, que los hondureños le apostaron primero a la Asamblea Nacional Constituyente, que redactó la actual Constitución de la República, promulgada en enero de 1982, Así que hace 45 años que se creyó de nuevo en la democracia y en un gobierno republicano, que es representado mediante la voluntad soberana, que no es más, que la decisión del pueblo, decantándose por uno o por otro candidato. En estas últimas elecciones los hondureños hemos tenido lo que nos hemos merecido, equivocados o no, al fin, gobernantes electos mediante el voto que es secreto, directo y algunos lo consideran hasta sagrado, ya que debe ser respetado, porque es precisamente la decisión del votante por uno u otro partido político.
Los hondureños ya no podemos volver a facetas y tiempos oscuros como las elecciones de 1956 y 1965, llamadas “elecciones estilo Honduras”, titular de un programa de noticias norteamericano, que nombró así las elecciones en Honduras, una vergüenza por cierto, ya que eran tomas televisivas y fotografías en donde hubo, asalto de urnas, maltratos y vejámenes a los votantes, siendo reprimidos por los soldados. Esos tiempos no pueden volver, la barbarie y los días represivos no son válidos ni en el pasado, presente y mucho menos en el futuro. No podemos heredar a la generación presente y futura, prácticas incorrectas amañadas, maliciosas, afrentas para la vida democrática a la cual aspiramos vivir todos los hondureños. No vamos a permitir que la incertidumbre nos gane.








