Las calles adornadas con árboles navideños, esferas y luces de colores anuncian la llegada de las festividades decembrinas, el aroma de los nacatamales y rompopo alegran nuestro paladar, las posadas ya están por terminar y comienzan los paseos alegres y las compras descontroladas. No obstante, necesitamos detenernos un momento para meditar acerca del significado de esta fiesta y la razón del nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios entre nosotros, en donde la mayoría de las personas han reducido esta celebración a una mera fiesta de muchos colores, sabores y regalos.
En este tiempo de Navidad debemos reflexionar que el nacimiento de Jesús obedece a un propósito redentor de Dios, el cual consiste en liberarnos de toda estructura terrenal y material que nos impide vivir la vida a plenitud. Lo que supone seguir edificando juntos un camino de renovación espiritual, para reconocer que sí se puede construir una mejor sociedad entre todos.
Una ocasión propicia para renovar nuestro compromiso de fortalecer los lazos fraternales, para superar los conflictos familiares y de amistades, para perdonar de corazón a quienes nos han ofendido y reconciliarnos en lo posible. Tenemos claro que han sido años difíciles y de muchos retos para los distintos sectores económicos de Honduras y todo el mundo, porque no se superaron los efectos de una economía estancada, lo que supone que las esperanzas de un mejor horizonte en el año nuevo están distantes, pero no imposibles para enfrentar los desafíos futuros.
Pese a las malas noticias que escuchamos a diario, en esta época festiva y de reflexión debemos avanzar por el camino de la esperanza, esparciendo la semilla que anuncia la paz, la verdad y las buenas nuevas con la fe de que de esas semillas podamos cosechar ciudadanos responsables, comprometidos, valientes, trabajadores, honestos, temerosos de Dios y que quieran trabajar para marcar diferencia para el bien común.
El acto de Amar vincula por siempre personas y nos ayuda a sensibilizarnos ante las desigualdades socioeconómicas, pues además de ser una Navidad en familia, también es una oportunidad para demostrar nuestra generosidad con el prójimo fomentando los valores que generación tras generación nos han inculcado, así como para perdonar y limar asperezas.
Recordemos que el cambio empieza con uno mismo, actuemos de forma congruente con nuestros valores y construyamos juntos mecanismos de diálogo ante cualquier adversidad. Preservemos el valor de compartir, no sólo objetos materiales, también experiencias, conocimientos y valores, y de esta manera cada uno dejará un legado en la búsqueda del bien común. Compartamos momentos que resguarden en nuestros recuerdos y que puedan seguir preservando a las futuras generaciones. Así que en estas festividades decembrinas compartamos en familia regalos que perduren para toda la vida. ¡Felices fiestas!