Tegucigalpa – Han recorrido miles de kilómetros desde su hogar, Honduras es solo una parada en su ruta hacia Estados Unidos, no obstante, las distintas situaciones han permitido que los migrantes en tránsito abarrotan la capital hondureña.
En el aspecto migratorio, este 2022 se caracterizará por los miles de migrantes extranjeros que han ingresado al territorio hondureño en búsqueda del ansiado “Sueño Americano” de llegar a Estados Unidos.
La mayoría de los migrantes que transitan por el país son ciudadanos cubanos y venezolanos, que abandonaron sus países debido a la situación económica y política.
Sin embargo, debido a las fuertes restricciones migratorias de países como Guatemala y México, han provocado que estén inmovilizados en Honduras, haciendo que su estadía por el país sea extendida.
Sumado a que en países como Nicaragua y Costa Rica no tienen muchas dificultades en su tránsito, hacen que haya una mayor concentración en Honduras que en los lugares anteriores, generándose una represa de migrantes en el país.
En el primer semestre del presente año, se presenció como el departamento de El Paraíso, específicamente los municipios de Trojes y Danlí, se abarrotó de migrantes extranjeros en situación irregular, generando una olla de presión que en cualquier momento explotaría.
En ese momento se presenció la otra cara de Honduras en el trato hacia los migrantes, se conocieron abusos y malos tratos hacia los migrantes extranjeros como autoridades exigiendo el pago tras vencer el salvoconducto, cobros exagerados en el transporte y agentes policiales pidiendo su cuota.
Incluso llegó el extremo que los migrantes pagarán 236 dólares como una multa por ingresar de manera irregular por el territorio hondureño, situación que llevó a que varios sectores exigieran la aprobación de una amnistía para impedir el pago.
Pese que el Congreso Nacional aprobó la amnistía, el Poder Ejecutivo tardó en publicarlo en el diario La Gaceta, tanto que mandó otro proyecto al Legislativo para evitar el pago de una sanción administrativa.
Según datos del Instituto Nacional de Migración (INM) hasta el 17 de noviembre, más de 154 mil migrantes extranjeros ingresaron a Honduras durante el 2022, la mayoría son cubanos, seguidos de venezolanos.
Simultáneamente, el Congreso Nacional aprobaba una extensión de la aplicación de la amnistía migratoria por seis meses, entró en vigencia a partir del 1 de diciembre y finaliza el 1 de junio de 2023.
Durante ese lapso, los migrantes extranjeros siguen ingresando al territorio hondureño y ahora la presión se trasladó a la capital hondureña, actualmente, se ha hecho una normalidad ver cubanos y venezolanos en cada rincón del Distrito Central, pidiendo ayuda sea económica o alimenticia.
Los migrantes se exponen o arriesgan su seguridad e integridad física por maras y pandillas con el fin de conseguir dinero para subsistir en la capital hondureña y continuar con su ruta migratoria.
Cada rincón de la capital, desde puntos de semáforos, rotondas, túneles, puentes y hasta las casetas del proyecto Trans 450 se aprecia un migrante, la mayoría venezolanos.
La ciudad de Comayagüela, es uno de los puntos donde hay mayor concentración de migrantes debido a que allí se ubican las empresas de transporte hacia el occidente y zona norte del país, que les permite continuar con su ruta hacia Estados Unidos.
En el caso de los migrantes venezolanos, ellos andan con un pedazo de cartel en donde pintaron una bandera de su país para diferenciarse de los carenciados locales y así pedir ayuda al capitalino para continuar con su ruta.
Una de las empresas de transporte en Comayagüela dispone de boletos en lempiras y dólares, estos últimos son para los migrantes y con un alto precio a lo normal, quienes tienen dificultades para acceder a la moneda local.
Tanto en el oriente como en la capital hondureña se han reportado denuncias que las empresas de transporte imponen precios excesivos en dólares a los migrantes.
Proceso Digital pudo constatar que la empresa de transporte cobra 600 lempiras a los pasajeros normales y L. 450 para los de la tercera edad, asimismo, ofrece una tarifa de 30 dólares para los migrantes.
A inmediaciones de la empresa de transporte, se ubica un comedor de madera donde los migrantes extranjeros toman sus alimentos mientras esperan el bus que abordarán.
Proceso Digital quiso entrevistar a migrantes cubanos, que esperaban un bus que los llevaría a la zona noroccidental, para conocer su experiencia, pero éstos mostraron indiferencia y uno de ellos solo se limitó a responder que procedía del país caribeño y que su estadía en la capital era de tres horas.
Huyendo del narcotráfico
Patricia es una migrante colombiana procedente de la ciudad de Bogotá que pasa con su esposo e hijos en los alrededores del parque El Obelisco en Comayagüela vendiendo paletas a los transeúntes.
Ella, junto a sus hijos, venden paletas para poder subsistir en la capital hondureña y recaudar los suficientes fondos para continuar con su travesía hacia EEUU.
En conversación con Proceso Digital, la migrante colombiana manifestó que ella y su familia llegaron al país recién la semana anterior y que hasta el momento no ha recibido ningún maltrato ya que los hondureños han sido buenos.
Contó que ella escapó de Colombia junto con su familia hace dos meses luego que fuera emplazada por personas dedicadas al narcotráfico para que sus hijos participarán en esta actividad ilícita.
Reveló que le ofrecieron que sus hijos se dedicaran a la venta de droga mientras que sus hijas a la prostitución, esta situación provocó que ella decidiera huir.
La migrante colombiana calificó su experiencia en la selva del Darién en Panamá como terrible manifestando que en ese lugar perdió sus recursos destinados para la ruta migratoria.
Señaló que en la selva del Darién estuvo siete días donde su familia tuvo que comer carne de zopilotes, pasar por agua sucia y otras situaciones.
Asimismo, narró que en Honduras no ha tenido problemas comentando que una persona les ayudó a transportarse desde Danlí hacia Tegucigalpa.
De igual manera, reveló que un coyote se ofreció llevarlos hasta la frontera de Honduras con Guatemala, pero que el precio era de tres mil 500 dólares por cabeza.
Dos meses en Honduras
Miguel Hidalgo es un venezolano del municipio de San Fernando de Apure que lleva dos meses de estadía en Honduras y que trabaja vendiendo paletas para subsistir.
Él se lleva con un grupo de migrantes venezolanos en el bulevar Juan Pablo II pidiendo ayuda o vendiendo paletas para recaudar los fondos suficientes para ir hacia Estados Unidos.
Calificó el trato recibido en el país como bueno en sus dos meses de subsistencia agregando que los hondureños los apoyan, y de vez en cuando, le colabora con dinero o comida.
“Gracias a Dios Honduras nos ha atendido en muchas cosas”, agradeció el migrante venezolano.
Relató que decidió salirse de Venezuela hace tres años por la situación laboral donde indicó que percibía un salario bajo y buscar mejoría.
Contó que su experiencia más difícil en la ruta migratoria fue atravesar la selva del Darién, donde hubo días que caminaba bajo la lluvia y dormía pocas horas.
Miguel Hidalgo resaltó que hasta el momento Honduras se ha portado bien con el grupo de venezolanos.
Estimó que a finales de diciembre logre recaudar lo suficiente para continuar con su ruta hacia Estados Unidos. AG