Bruselas – Romelu Lukaku lleva semanas surfeando la mejor ola deportiva de su carrera. Y este viernes, en los cuartos ante Italia, con una Bélgica aminorada sin sus estrellas Kevin de Bruyne y Eden Hazard, tocados, el delantero del Ínter al que apodan «Big Rom» tiene una cita con su mejor versión.
Lukaku suma tres goles en la Eurocopa y no ha hecho un partido malo. Ha ejercido de líder en una Bélgica medio huérfana, con Hazard y De Bruyne entrando y saliendo de la enfermería, y sabe que los Diablos Rojos siguen necesitando un referente para soñar.
Pero el escenario no parece intimidarle.
Las fotos
La semana pasada posó para la portada de la edición italiana de Vogue en calzoncillos y calcetines blancos, con un albornoz con bordados dorados en las mangas, sujetando una taza de café expreso con estampados de oro. «Perseguir la excelencia, Romelu Lukaku», podía leerse en letras doradas debajo de su musculada efigie.
No es la única foto que ha dejado para la posteridad durante el torneo. Tras el pitido final del último partido de la fase de grupos contra Finlandia (0-2), el nueve belga se dejó capturar saludando a De Bruyne. Ambos con el brazo en alto y mirando al suelo, con los puños entrelazados y el índice extendido, una imagen con cierta mística que vienen repiténdose desde el Mundial de Brasil 2014.
Allí, Bélgica cayó en cuartos contra Argentina, mismo escalón donde tropezó con Gales en la Eurocopa de Francia 2016. En el Mundial de Rusia 2018, los Diablos Rojos fueron terceros y en este torneo se ven con opciones de hacerse la misma foto tras la final de Wembley.
Lukaku también dejó una potente imagen tras apear a Portugal, cuando pasó varios segundos abrazado al cuello del delantero más incisivo de la historias de las Eurocopas, Cristiano Ronaldo.
Los fotógrafos se percataron de la despedida entre dos «killers», el consagrado y el aspirante, que ya en el campo había dejado otra instantánea que agranda su aura, avanzando contra un enjambre de portugueses mientras uno le estiraba de la camiseta.
«Sujetan a Lukaku, se niega a caer y luego no le dan la falta. Es exactamente la razón por la que los jugadores se tiran. Los árbitros deben recompensar la honestidad», escribió en Twitter Gary Lineker.
El rencor
El mayor goleador de la historia de Bélgica, un hombre de fe que se crió en una casa en la que escaseaba la comida, tiene además un punto de la arrogancia que acompaña a muchos delanteros.
«No pasa nada, sabía que iba a marcar después», dijo sobre su gol anulado por milímetros de fuera de juego contra Finlandia.
Y también tiene algo de ese rencor que aviva el instinto goleador. Está resentido con quienes le criticaban hace un par de temporadas, cuando no terminaba de despuntar como delantero del Manchester United, o incluso antes como delantero de Bélgica.
«Esta noche he marcado dos goles y he dado dos asistencias. He estado brillante. Y pese a todo, he escuchado abucheos», declaró en 2016 tras endosarle un 8-1 a Estonia. Entonces dijo que asumía que siempre tendría una relación de «amor-odio» con su selección y a menudo recuerda en ruedas de prensa las antiguas críticas, que parecen motivarle.
Un viejo conocido
En Italia le temen, porque le conocen. Esta temporada se ha proclamado campeón con el Inter y ha sido elegido mejor jugador de la temporada.
«Es el nueve más fuerte del mundo. Haber jugado contra él puede ser una ventaja, pero ya le vimos contra Portugal, no le asusta enfrentarse a tres defensores a la vez. El regreso de Chiellini será una gran ayuda, seguro», decía esta semana el centrocampista italiano Matteo Pessina.
Pero Lukaku también sabe que no lo tendrá fácil, que enfrente tendrá a don Giorgio Chiellini, capitán de la transalpina y uno de los mejores zagueros del mundo, un jugador de 36 años con aspecto de legionario romano que ya era defensa de la Juventus cuando el delantero belga tenía 12 años. Medio millar de partidos con La Vecchia Signora y un centenar con su selección, que lleva 31 partidos sin perder. Un muro.
Lukaku, de 28 años, quiere hacer historia, pero también ha visto el rostro de Mbappé congelado cuando escuchó cómo su penalti golpeaba en el guante del suizo Sommer y sabe que el éxito es frágil y que en el fútbol tiende a ser colectivo.
Por eso se expresa siempre con el máximo respeto a sus compañeros, un bloque que se conoce desde que eran niños y que lleva cinco años con el mismo seleccionador, el español Roberto Martínez.
«Personalidad y resiliencia. Tuvimos que cavar hondo para ganar este partido. Orgulloso de mi equipo», escribió «Big Rom» en Twitter tras apear en octavos a la vigente campeona de Europa. (ag)