Hace cerca de tres años, cuando fue electo presidente de Venezuela con apenas un 51% del total de los votos, escribí un comentario y algunas recomendaciones, con la vaga pero real esperanza de contribuir en algo a solucionar el problema político-económico-democrático-moral que enfrentaba ese país.
Supongo que nunca lleyó el artículo y es obvio que tampoco la carta que le envié.
Lo que recomendaba era algo lógico y sencillo, una audaz jugada política que, quizá, hubiera evitado que las cosas llegaran hasta donde se encuentran en ese sufrido país.
Ganar con la mitad de los votos, le debió haberr hecho comprender que la otra mitad del país no estaba a favor suyo… toda la otra mitad.
Era el momento ideal para llamar a la reconciliación y elaborar un plan de unidad nacional para la reconstrucción económica.
En lugar de eso, quizá cegado por la soberbia del triunfo, olvidando que antes del sillón presidencial se había sentado en el asiento de conductor de buses y creyendo que podría salir adelante con un país dividido, persiguió hasta poner en la cárcel injustamente a sus principales rivales políticos y pretendió seguir comprando la voluntad de sus seguidores con el dinero del petróleo.
Los precios se vinieron abajo catastróficamente y con ello cayó la última esperanza real de salir adelante con su gobierno.
La derrota aplastante de su partido en las recientes elecciones parlamentarias es sólo un preámbulo de lo que viene; la más completa soledad.
Ciego aún, trata de echar mano de lo que pueda quedar de amor por Chávez en los últimos fanáticos, ha declarado el Día Nacional contra el Imperialismo Yanki y efectuado grandes actos para conmemorar el aniversario de su muerte.
Pero Chávez ni siquiera se le aparece ahora en forma de pajarito -como juró haberlo visto- y a la gente le importa muy poco aunque se le apareciera del tamaño de un avestruz; suficiente preocupación tiene con la enorme delincuencia y la escasés endémica de los artículos más elementales, como leche, carne o papel higiénico los cuales -cuando los hay- tiene que comprar a precios exorbitantes, debido a la inflación, la más alta del planeta.
El ejército venezolano discretamente le ha hecho saber que no le apoyará para que se mantenga en el poder por la fuerza, Maduro está solo.
Tan solitario , que la mayoría del pueblo venezolano está buscando la manera de sacarlo del poder mucho antes de los tres años que le faltan, para evitar que siga haciendo daño a desgraciado país.
Cuba, su principal aliado y explotador, ha vuelto los ojos y abierto la mano hacia los Estados Unidos (el odiado imperialismo yanqui) sabiendo que ya no queda sangre en los oleoductos venezolanos. Cuba le dejó solo o, para decirlo claramente, Cuba nunca estuvo con Venezuela, sólo con su dinero.
En Argentina la Kirchner salió del poder -dejando al país casi en quiebra y dividido- Evo Morales de Bolivia acaba de perder un plebiscito crucial para conservar la presidencia, en Ecuador Correa desistió que tratar de reelegirse y en Brazil la presidenta Dilma Ruossef quizá termine su mandato en prisión.
El mundo político de Maduro y sus sueños de grandeza están llegando a su fin, se encuentra solo, aunque siga sentando en el sillón presidencial.
Cuando el péndulo regrese del todo y se empiece a destapar la enorme corrupción de su gobierno, quizá le toque sentarse en la banca de concreto en alguna cárcel venezolana, en la soledad más absuluta y destrozado por la historia.