Los «nepo babies» del gobierno

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

Tegucigalpa, Honduras. En la industria cinematográfica y del entretenimiento se utiliza el término «nepo babies» para referirse a los hijos de famosos que, de la noche a la mañana, consiguen grandes papeles, contratos o incursionan en la meca -presumiblemente- por el hecho de tener padres reconocidos.

La polémica gira en torno a si estos éxitos se dan porque poseen talento o por su vinculación familiar que los coloca como favoritos ante otros aspirantes que no tienen la bendición de contar con ese historial reconocido en la industria. Lo cierto es que para estos personajes los castings son más fáciles que para el resto. ¿Es porque el talento se hereda o porque su contrato vendría arrastrando el historial de sus progenitores?

A inicios de semana, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) presentó el informe investigativo: «Redes estratégicas de concentración de poder», en donde señaló un incremento de más del 100 % en un año, en casos de nepotismo en la actual administración gubernamental.

Rápidamente, el #Familión se convirtió en un trendy topic en Honduras, con dos bandos bien marcados: uno en contra de estas prácticas que consideran como corrupción (aunque no está contemplada como delito) y otros que defienden ser parte de las familias que están en el poder: como un derecho adquirido por su lucha en las calles.

Pero, más allá de ello, ¿será sensato preguntarse si, dejando el apellido de lado, los «nepo babies» de la política hondureña tienen el talento, bagaje y capacidad para asumir y sobresalir en los cargos que les han asignado? 

Tomando en cuenta ese concepto hollywoodense, en Honduras algunos de los hijos del nepotismo en el actual gobierno serían los siguientes:

  1. Héctor Manuel Zelaya Castro, secretario privado de la Presidencia, presidente ejecutivo de la Comisión Nacional del Ferrocarril Interoceánico; hijo de la pareja presidencial.
  2. José Manuel Zelaya Castro, asesor presidencial; hijo de la pareja presidencial.
  3. Xiomara Hortencia Zelaya Castro, conocida como «La Pichu», diputada por el partido Libertad y Refundación (Libre); hija de la pareja presidencial. (Cabe destacar que este es un cargo de elección popular).
  4. José Manuel Zelaya Rosales, secretario de Defensa; hijo del diputado Carlos Zelaya y sobrino de la pareja presidencial.  
  5. Marcela María Arias Moncada, embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de Honduras ante la ONU, en Ginebra, Suiza; hija de la exsecretaria de Finanzas, Rixi Moncada (ahora precandidata presidencial), y con varios familiares dentro de la estructura gubernamental.
  6. Cristian de Jesús Hernández Díaz, diputado de Libre (cargo de elección popular); hijo de Amable de Jesús Hernández, director interino del Instituto de Jubilaciones y Pensiones de los Empleados y Funcionarios del Poder Ejecutivo (Injupemp).
  7. María Monserrat Reina Tirado, secretaria general de la Secretaría de Planificación Estratégica; hija de Eduardo Enrique Reina García, canciller de la República.
  8. Murielle Corrales Valle, vicecónsul en Montreal, Canadá; hija de Delia Beatriz Valle, embajadora en Canadá. 

Apartando a las personas congresistas, quienes se sometieron a un proceso de elección popular, el resto de profesionales asignados a Casa Presidencial, el servicio exterior y Defensa, ¿tienen el perfil requerido para asumir esos cargos? O, ¿están desempeñando un buen trabajo independientemente de su parentesco?

En este punto la narrativa se transforma en una batalla de ideas e ideologías, fundamentada en la herencia corrupta y represora del golpe de Estado de 2009.

Siendo así, ¿tienen derecho a formar parte del gobierno porque nacieron de un golpe, surgieron en las calles, sufrieron una cruenta represión por parte del golpismo y de la narco dictadura, porque «por el prurito de consultarle al pueblo, dieron golpe de Estado»? 

Por eso, hay muchos Zelaya, muchos Castro, Moncada, Flores, Lanza, etc., porque marcharon como una gran familia unida no solo por los lazos de sangre en las venas, sino por la sangre que derramaron las víctimas de las balas de «goma» y pólvora, sangre que se atrevieron a borrar para que no ensuciara las portadas y para que el golpe se viera blanco y no estorbara el rojo. Por eso no confían más que en ellos para regir los destinos del país; quienes no lo vivieron, no lo entenderán. Ante el contexto de la historia política de los tiempos recientes, habrá que preguntarse si #MejorNeposQueNarcos.

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