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Los linderos del Hades

Julio Raudales

Un año pasó desde que Putín (no Rusia) invadiera Ucrania y no puede uno dejar de preguntarse: ¿Cómo es que los humanos no aprendemos? ¿Por qué nos tomó solo unos meses controlar y combatir un virus mortal y ha sido tan difícil entender que la riqueza no deviene la conquista de territorios, sino del abrazo a la innovación y de la unión de fuerzas para ser mejores y más sabios?

Es difícil predecir cómo derivarán las cosas de aquí en adelante. Mientras escribo vienen a mi mente los pasajes leídos sobre el inicio de los dos conflictos mundiales del siglo pasado: Nadie imaginó entonces que el asesinato de un príncipe en Sarajevo en 1914 y una invasión aparentemente insustancial de Polonia en el 39’ generarían tanta muerte y miseria a escala global. ¿Seguirá la humanidad en su estúpido afán autodestructivo?

Lo único certero es que mientras la guerra continúe, la cruda economía continuará pasándole factura al mundo. Los “commodities”, en especial los alimentos seguirán escasos y por tanto más costosos; la energía en escalada, el transporte y la logística en declive a nivel global y con ello, la esperanza de progreso declinando.

¿Y nosotros, qué haremos en la cinta central de esta América? ¿Continuaremos impávidos ante los retos que nos impone esa guerra y las otras que se libran allende nuestra tierra? Me parece que es tiempo ya de espabilarnos y evitar que nuestra gente sufra más por la inanición que paraliza nuestra mente.

El vecindario es, por supuesto, variopinto: en El Salvador y Costa Rica parecen tener un liderazgo consciente y responsable; se toman medidas, se consulta a los sabios y se ofrecen respuestas. Guatemala, Nicaragua y nuestra Honduras, en cambio, parecieran esforzarse en sucumbir ante el asedio de la miseria que hoy ronda el mundo. ¡Es urgente despertar!

Nuestro país requiere de cambios urgentes y precisos. Es indispensable dejar a un lado discusiones estériles sobre temas que deberían darse por hechos. La legalidad o no de la Junta Directiva del Congreso, el funcionamiento adecuado del Poder Judicial, el control de la corrupción, ¡en fin! los arreglos institucionales para el buen funcionamiento del estado son las características de una sociedad adulta, de un país que dejó la infancia y debe asumir con responsabilidad su adultez. ¡Qué pena que parece que no hemos aprendido!

Luego del esperanzador proceso democrático de 2021, los hondureños nos quedamos esperando una propuesta, al menos disruptiva, por parte de las nuevas autoridades para revertir el rumbo destructivo por el que el país marchó en la última década. No se puede negar que se han realizado acciones que sin duda apuntan a un cambio, pero ¿es ese cambio el que la sociedad requiere para alienarse a los retos que nos depara el futuro inmediato?

No se aprecian acciones claras sobre temas básicos como el incremento en la producción de alimentos, la mejora en la infraestructura vial, el acceso de la población a servicios básicos como el agua potable, las telecomunicaciones y la energía. La salud y educación continúan en “sala de espera” y la protección contra los efectos del cambio climático pareciera importar poco. ¿Qué hacer?

A falta de un plan visible que pueda amainar los efectos internos de la situación global, uno se mueve a examinar día tras día la ejecución de un presupuesto que por sí solo no muestra un curso de acción, pero que al menos debería de paliar algunas faltas. Sin embargo, es triste comprobar que ya para finalizar el segundo mes del año, apenas se ha ejecutado un 0.8% de lo programado en el Plan de Inversión. ¿Qué impide que ya en el segundo año de administración las cosas anden tan mal?

Es indispensable ponernos a trabajar todos y todas en todos los ámbitos posibles. El futuro no asoma con optimismo y debemos ya de dejar de jugar a ser aprendices de políticos para incrustarnos en la revolución del conocimiento con fuerza y decisión. Como están haciendo Costa Rica y Uruguay.

¡Dejemos la inoperancia e irresponsabilidad! ¡Alejémonos de la orilla del infierno y vayamos en serio hacia la prosperidad! No hay otra opción y se nos va haciendo tarde.

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