Tegucigalpa – A cinco meses para las elecciones generales del 30 de noviembre, la política hondureña parece avanzar en piloto automático, pero con rumbo desconocido y una zozobra que se expande.
– La oposición -sin importar el partido al que pertenezca- ha dejado de ser constructiva y ha renunciado a su responsabilidad de actuar con una visión de país, anotó el doctor Joaquín Mejía.
– Es momento de que la oposición se articule y actúe con firmeza y claridad: diputada Fátima Mena
– Olban Valladares: el principal obstáculo de la oposición no es la falta de apoyo ciudadano, sino su incapacidad para superar sus propios egos y mitos.
La ciudadanía observa con escepticismo un panorama donde las propuestas claras que dibujen un futuro distinto aún no se perciben. En lugar de soluciones, el país se ha sumido en una dinámica de confrontación permanente, un eco constante del quiebre institucional del 28 de junio de 2009 que marcó la polarización que hoy se profundiza mientras los escándalos de corrupción y crimen organizado son patentes.
Basta recordar el famoso narco video divulgado en septiembre de 2024 que muestra a un destacado miembro de la familia presidencial negociando con capos de la droga fondos para la campaña presidencial de Libre en 2013 o mencionar la estafa piramidal conocida como Korium y que defraudó por cientos de millones a miles de familias hondureñas.

Más recientemente, hace escasos días, el llamado cheque-video, que refleja el presunto uso de fondos del poder público para financiar la campaña política de Libre, en un caso que involucra de forma directa a una vicepresidente del Congreso Nacional y a al ministro de SEDESOL. Estos para citar apenas tres ejemplos.
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Una oposición “destructiva” sin agenda ni visión
De su lado, la oposición política, que debería jugar un papel fundamental en cualquier democracia, ha fallado en su responsabilidad histórica. Más allá de los discursos de rechazo hacia el gobierno, no ha sido capaz de articular una agenda concreta, coherente y viable. La mayoría de sus acciones parecen responder más al cálculo electoral y al escándalo momentáneo que a una estrategia seria de país, coincidieron analistas consultados por Proceso Digital.
Ellos señalan que en Honduras no existen ni verdaderas izquierdas ni auténticas derechas, sino una clase política oportunista, sin compromiso con el Estado ni con el interés público.
El desinterés por impulsar reformas electorales —a pesar del abrumador respaldo ciudadano a estos cambios, según el sondeo del ERIC-SJ— es un ejemplo claro de esa desconexión. ¿Cómo puede una oposición que se dice comprometida con la democracia permitir que las reglas del juego sigan favoreciendo la discrecionalidad y la opacidad?

El especialista en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional, Joaquín Mejía, criticó que el papel que desempeña actualmente la oposición política en Honduras y en otros contextos globales, es de una profunda desconexión entre los actores políticos y los intereses del Estado.
Según Mejía, la oposición -sin importar el partido al que pertenezca- ha dejado de ser constructiva y ha renunciado a su responsabilidad de actuar con una visión de país. “Se ha convertido en una oposición destructiva, porque no están pensando en el Estado ni en el bien común. Actúan en función de intereses concretos, particulares y electorales”, declaró.
Para Mejía, esta forma de hacer política debilita la democracia, genera desconfianza ciudadana y perpetúa el ciclo de confrontación sin soluciones. “Mientras los políticos estén más preocupados por ganar votos que por construir país, seguiremos atrapados en un modelo político que no responde a las necesidades de la población», reflexionó en conversación con Proceso Digital.
A menos de seis meses de las elecciones primarias en Honduras, el analista político Olban Valladares, advirtió que la oposición política no ha dado señales de madurez ni de comprensión frente a la magnitud del desafío que representa el proceso electoral del próximo 30 de noviembre.

Para Valladares, el principal obstáculo de la oposición no es la falta de apoyo ciudadano, sino su incapacidad para superar sus propios egos y mitos. Lo más importante ahora no es quién grite más fuerte o quién se crea el elegido para salvar a Honduras. Lo que se necesita es humildad, cálculo científico, encuestas serias que ayuden a identificar al candidato con menos anticuerpos, el que pueda aglutinar voluntades y ganar con contundencia, indicó.
La diputada del Partido Salvador de Honduras (PSH), Fátima Mena, expresó que la oposición política en el país debe asumir su papel con mayor claridad y firmeza, dejando atrás divisiones que favorecen al oficialismo.
La parlamentaria cuestionó la manera en que la oposición se comporta, “Aunque somos la mayoría en el Congreso Nacional, actuamos como una minoría cuando no hay consensos ni acuerdos”, advirtió.
La diputada insistió en que la democracia requiere pesos y contrapesos, y que uno de los mayores problemas en Honduras es la falta de articulación de la oposición. En una democracia multipartidaria como la nuestra, hay diferentes visiones, pero eso no debe impedir que la oposición actúe como un cuerpo unido. La falta de fuerza no es por número, es por desorganización, agregó.
Desde su perspectiva, la oposición tiene una responsabilidad histórica de presentar una visión de país clara, ejercer el contrapeso necesario ante un gobierno que —a su juicio— muestra cada vez más rasgos autoritarios, y generar propuestas que beneficien al pueblo, concluyó en entrevista con este medio.

Un oficialismo cada vez más desgastado
Del lado del oficialismo, la situación no es más alentadora. El discurso de Libre, que inicialmente prometía refundación, ha terminado anclado en la retórica del pasado, citando en todo y para todo, el golpe de Estado y culpando a la narcodictadura o bipartidismo.
A tres años y medio de gestión, la presidenta Xiomara Castro enfrenta su peor calificación ciudadana desde que asumió el poder: un 4.13 en una escala del 0 al 10, según el mismo estudio del ERIC-SJ. Un descenso claro desde el 6.0 que recibió en sus primeros meses, reflejo de una creciente decepción popular.
Lejos de capitalizar su mandato como una oportunidad histórica para construir una institucionalidad sólida, el gobierno ha caído en discursos confrontativos, guerreristas y de intolerancia a la crítica. Se han comportado como una prolongación ampliada de los mismos vicios: clientelismo, improvisación, corrupción y centralismo. Muchos apuntan a un dicho popular -salieron corregidos y aumentados-.
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Citando el sondeo del ERIC la desconfianza es generalizada, y los datos lo confirman: sólo el 25.6 % cree que Libre ganará las próximas elecciones, mientras que un 39.1 % menciona al Partido Liberal, un 23.2 % al Nacional y un preocupante 10.1 % cree que ningún partido triunfará, lo cual evidencia el desencanto con el sistema entero.
Una ciudadanía huérfana de liderazgo
Los analistas coincidieron que, entre una oposición poco eficaz y un gobierno sin resultados, la gran perdedora es la ciudadanía. Una población que exige cambios profundos, reformas políticas y soluciones a los problemas estructurales del país, pero que ve cómo sus dirigentes —en ambos bandos— se dedican a intercambiar acusaciones mientras pactan entre bambalinas para protegerse mutuamente.

Una crisis que trasciende fronteras
Aunque en el país se ve un panorama gris vale la pena recordar, como señalan diversos expertos, que esta crisis no es exclusiva de Honduras. Muchos países de la región enfrentan fenómenos similares: partidos huecos, liderazgos personalistas, oposición fragmentada, y oficialismos sin proyecto.
“Esto no es algo exclusivo de Honduras. En Costa Rica la situación es peor, en Nicaragua ni hablar porque es una dictadura, y en El Salvador van directo a otra. Incluso en España, la polarización política es terrible”, expresó Joaquín Mejía, señalando que la oposición en muchos países ha dejado de ser constructiva y consciente del bien común para convertirse en una fuerza destructiva que actúa solo en función de cálculos electorales.
Sin embargo, eso no debe usarse como excusa para normalizar el estancamiento. La democracia exige alternancia real, institucionalidad sólida y actores políticos que estén al servicio del bien común, no de sus bolsillos o intereses partidarios, reflexionaron los analistas.
Honduras necesita con urgencia una oposición que deje de comportarse como un eco vacío del pasado y se convierta en una alternativa articulada, propositiva y unificadora. Y necesita también que el gobierno abandone el discurso confrontativo y empiece a gobernar con visión de país, no con nostalgia ideológica. Si ambos bandos siguen jugando al desgaste mutuo, el verdadero perdedor será el pueblo hondureño, que terminará atrapado —una vez más— en una elección entre lo malo y lo peor, concluyen los especialistas. LB