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Las pavorosas huellas del crimen

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Tegucigalpa – Es una década de escenas de muerte. Terroríficos hechos que son ya cotidianos. Cuerpos mutilados, envueltos en sábanas, con señales de torturas y hasta de rituales. Pareciera que en Honduras se han visto los peores espacios de la muerte hasta que este jueves un maestro fue acribillado frente a sus alumnos mientras impartía clases.
 

El crimen ocurrió en la atlántica comunidad de San Alejo, Tela. La pavorosa escena marcará de por vida a los 33 menores alumnos, dijo un psiquiatra que sugirió atención especializada y urgente para los pequeños.

Mientras el maestro Moisés Montes Cardoza fue múltiplemente perforado por las balas, la pequeña estudiante Cesia Sandoval, recibió un disparo que impactó su brazo, abdomen y cruzó órganos fundamentales de su cuerpo.

El pánico sacudió a los niños, se prolongó a los padres y a la pequeña comunidad caribeña. Muchos expresaron que no quieren regresar al aula de clases.

El profesor Montes Cardoza, cultivador de palma africana, ya había sido víctima de otro atentado, se informó.
“El sicariato es una modalidad del crimen organizado que generalmente no deja cuentas pendientes”, comentó un experto en seguridad consultado por Proceso Digital.

La diversidad de operaciones del crimen organizado hace del “sicariato” o de las “muertes por encargo” como también se le llama, una de sus formas más comunes para cobrar deudas y su accionar permite a los cuerpos policiales amparar sus hipótesis más frecuentes al explicar cualquier hecho sangriento como “un ajuste de cuentas”.

“Los pagos por sicariato varían dependiendo del grado de dificultad y la limpieza con que operan estos asesinos”, dijo un entendido que trabaja en una unidad élite de la fuerza interagencial contra el crimen.

La historia de San Alejo es precedida por hechos escalofriantes que recorren este país en la última década. Sólo en los últimos 15 meses 41 masacres han enlutado Honduras recoge el Comisionado de Derechos Humanos (Conadeh). Las muertes por encargo no dan tregua.

El “sicariato” es, desde México y en todo el triángulo norte de América Central, una especie de negocio rentable y estructurado.

Más allá del “sicariato”

Otras modalidades del crimen organizado que operan en esta región del istmo centroamericano son el narcotráfico que con regularidad muestra sus tentáculos al ser evidenciado en sendas operaciones antidrogas tal y como la que se realizó esta semana en la occidental Santa Bárbara cuando se desbarató un camión que trasportaba ganado y en su techo falso llevaba más de 740 kilos de cocaína.

En lo que va del año, el gobierno ha creado la modalidad de escudos aéreos y marítimos para proteger al país en el tráfico de drogas.

Los secuestros, el robo de vehículos y, de forma sobresaliente, la extorsión que es combatida por una fuerza especializada son modalidades que no dan tregua a la población.

Pese a los esfuerzos por contrarrestarla, la extorsión, se propaga en las principales ciudades hondureñas donde no sólo cobra vidas sino que ocasiona la migración de pobladores, cierre de negocios entre otros daños a la ciudadanía que vive en una tensión permanente.

Rebrote

En medio de este ambiente, el actual diputado al Congreso Nacional y ex ministro de Seguridad Oscar Álvarez ha dicho a periodistas que la violencia en Honduras podría recrudecer tras la potencial extradición de Carlos “el Negro” Lobo.

Lobo es pedido en extradición y acusado de “gran capo” y traficante marítimo de drogas, por los Estados Unidos; se estima que su caso tiene las horas contadas para una tentativa expatriación ya que este jueves la Corte Suprema de Justicia rechazó el recurso de hábeas corpus que interpuso su abogado defensor.

Tras la asunción recién estrenado gobierno de Juan Orlando Hernández, a finales de enero de este año, una fuerza interagencial inició tareas anticrimen en Honduras. El gobierno adjudica la ola de violencia al narcotráfico al que achaca al menos el 70 por ciento de las muertes, aunque especialistas aseguran que no existe un estudio científico que demuestre esa teoría.

Pero los grupos criminales tampoco han dejado de moverse y sus acciones siguen enlutando a los hondureños. Los jóvenes son víctimas constantes de la ola delictiva. Muchos adolescentes y hasta niños son utilizados para acciones de sicariato y para cobro de extorsiones, mal llamadas en este país “impuesto de guerra”.

También las niñas y jóvenes mujeres pasan a convertirse en “gatilleras” tal y como ocurrió a finales de este marzo cuando dos mujeres en la ciudad de La Lima, Cortés, acribillaron a un comerciante.

Lo cotidiano

Este mismo jueves en la norteña San Pedro Sula dos jóvenes dueños de un taller de enderezado y pintado de automóviles fueron acribillados. El hecho ocurrió en su negocio ubicado en una populosa zona de la ciudad industrial. Los detalles sobre su muerte son escuetos.

Mientras en la occidental localidad de Protección, una pequeña y comunidad santabarbarense, marcada por la pobreza, tres hombres fueron acribillados este mismo jueves. Sus cuerpos yacían en una propiedad, a distancias cortas el uno del otro. Tampoco de ese hecho se conocieron pormenores. Así transcurren la mayoría de asesinatos en este país centroamericano.

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