Tegucigalpa, Honduras. Los pesos y contrapesos se reconfiguran. A medida que nos acercamos a la convocatoria de las elecciones primarias (programada para el 08 septiembre de 2024) las organizaciones políticas hacen de las suyas para fortalecerse y debilitar a los contrincantes.
Así o más halagador está el panorama para el Partido Liberal (PL) que -después de encomendarse a la tarea infructuosa de captación de candidatos- tuvo que aceptar opciones externas; ni «Piquito» ni «Azconita» les dieron el sí.
Esta semana, los precandidatos presidenciales Jorge Cálix (antes Libertad y Refundación -Libre-) y Salvador Nasralla (antes Partido Salvador de Honduras -PSH-) fueron aceptados en las filas del Partido Liberal. Rápidamente, el poderoso del Sur se cuadró con «Salvita» con un contundente «Me uno», acompañado de una sonrisa tiesa y momificada, como su partido.
Tanto Cálix como Nasralla arrastran a una cantidad de diputados afines a ellos, por lo que esas incorporaciones caen como una atractiva promoción de pague uno y lleve tres.
Aunque no son precisamente caras nuevas en la política, sí son opciones «frescas» para simpatizantes, activistas y militantes de un partido que se ha visto disminuido drásticamente en los recientes procesos electorales.
Se pintan como la opción que resurge ante un oficialismo que no aprendió a gobernar ni a comunicar para todo el país y un nacionalismo ya sin espuma ni efervescencia por la condena del narco elegante, quien pasará en la cárcel los cuarenta años que prometía estar en el poder.
Se presentaron ante Yani, El Bautista, luciendo en la ceremonia outfits similares, sacos de color claro y corbata resaltando un rojo profundo; repasaron la historia del partido colorado y la expusieron ante el «comité evaluador»; entonaron con fervor las gloriosas notas del himno del liberalismo, hincharon el pecho con «su pujanza que no tiene rival» y ondearon la bandera rojo, blanco, rojo.
Los aturdidos mellizos compiten en egos y propuestas. Con visiones «bukelistas»; profesando odio al partido que amaron en las pasadas elecciones; con las mismas promesas demagógicas que aseguran «pisto en la bolsa» y con destreza para moldear sus discursos según se muevan las aguas y ganar votos ya sea por identificación ideológica o por identificación partidaria.
«Fui, soy y moriré siendo liberal; juntos vamos a ganar las elecciones porque somos el terror de los tiranos», dijo Nasralla, acto seguido, recurrió al clásico estribillo de que la institución no tiene culpa de lo que hacen sus militantes y le pidió perdón al presidente del Consejo Central Ejecutivo del PL.
Quedan grabados los momentos para el posterior reclamo recurrente de «me robaron las elecciones». Tal vez se deba preparar desde ya Marcia Villeda con el comunicado oficial cuando les toque defenderse del sexto divorcio político del señor de la televisión (Pac, Libre, PSH, BOC, CICI y, seguramente, PL).
Sin embargo, en medio de los transfuguismos y nueva correlación de fuerzas, cuando de intereses egoístas se trata, todos se ponen de acuerdo sin importar en qué jaula quedaron o si les toca compartirla con sus némesis políticos, pues al final siguen siendo las mismas ardillas y las mismas jaulas.