En la década de los setenta, hay una obra que le dio la vuelta al mundo, nos referimos a “Las Venas Abiertas de América Latina”, del autor uruguayo, Eduardo Galeano, casi con pluma de profeta al estilo veterotestamentario, se adelantaba en el tiempo, visualizando la desgracia de la pobreza en toda la región. En uno de los apartados de la obra, Galeano, apunta a la realidad de “ciento veinte millones de niños en medio de la tormenta”.
Hoy, después de más cincuenta años de su publicación, la situación no cambió, sino que empeoró, pues la población se triplicó, y hoy, lo que tenemos es una masa humana con muchas más carencias y necesidades básicas insatisfechas. En otras palabras, es que la pobreza, la indigencia y el pauperismo cabalgan por las calles, y avenidas de esta deprimida América latina.
El fenómeno de la pobreza es algo complejo, lo cierto es que, sea cual sea la tendencia política, el hambre no espera, contrario sensu, desespera. El impacto del estado de miseria de miles de millones de niños, jóvenes y adultos en América Latina es cada vez mayor, consecuencia clara de esto, son las interminables caravanas migratorias hacia los Estados Unidos. El hambre cuestiona el estilo y la forma de vida de la población. Por lo tanto, el hambre no se puede esconder.
La pobreza , no es ninguna virtud para que la alabemos, tampoco es capacidad que alcanzamos de vivir vidas dignas. La tragedia en que vivimos como ciudadanos latinoamericanos en situaciones de pobreza extrema, nos vuelve gente sin capacidad de desarrollo socioeconómico, ya que las carencias afloran, las inequidades se hacen más visibles, y las calamidades de los individuos no se pueden obviar ni invisibilizar.
El hambre no aprende en las aulas de clase, la escuela se vuelve cada vez más difícil para los niños que no reciben lo básico en sus estómagos para aprender matemáticas y español. Oscar Lewis famoso antropólogo y sociólogo, dice que: “ la pobreza no es solo una condición económica, sino una forma de vida que tiende a conservarse así misma al no dar a sus miembros los valores y destrezas que se requieren para tener éxito en la sociedad”.
La pobreza, como cultura es una adaptación de los pobres a su posición marginal en una sociedad estratificada como en la que vivimos. Cuando las personas adoptan la cultura de pobreza, se caracterizan y se destacan por: la falta de participación en las instituciones culturales y sociales de la sociedad, la escasez crónica de efectivo y ausencia total de ahorros, bajos niveles educativos, baja autoestima, frustración, ansiedad, enfado y desilusión.
El poeta hondureño Roberto Sosa, ya fallecido, el cual me honro en mencionar y citar su poema “Los pobres”, dicen sus líneas: “Los pobres son muchos y por eso es imposible olvidarlos. Seguramente ven en los amaneceres múltiples edificios donde ellos quisieran habitar con sus hijos. Pueden llevar en hombros el féretro de una estrella. Pueden destruir el aire como aves furiosas, nublar el sol. Pero desconociendo sus tesoros entran y salen por espejos de sangre; caminan y mueren despacio.
Por eso es imposible olvidarlos”. Lo peor de todo esto, es que, existen muchos gobiernos en la región latinoamericana que venden un populismo barato, pues juegan con el hambre y las necesidades más elementales de la población menos favorecida. La pobreza es la privación de los medios materiales para satisfacer mínimamente las necesidades humanas incluyendo los alimentos. Esta idea planteada aquí, supone que esa privación incluye la necesidad de servicios básicos de salud, educación, vivienda, trabajo, seguridad y alimentación, esenciales para la vida.
Ningún sistema político, social, económico, justifica la indigencia, pobreza e insatisfacción de la población. A veces, en algunas latitudes de nuestra amada América Latina, se nos quiere vender ideología por justicia social, equidad y solidaridad, no obstante, cuando la calidad de vida de la población no alcanza lo básico, entonces, lo que tenemos es una sociedad decepcionada, desilusionada, aniquilada y postergada, cosa que no es bueno, para los gobiernos de derecha, ni para los de izquierda, o para aquellos que se ubican en el centro.
Las democracias se fortalecen desde gobiernos que proponen soluciones y dictan políticas públicas de alcances desarrollistas, direccionadas a tener excelente educación, salud, trabajo, vivienda y seguridad y sobre todo un abanico de oportunidades para todos en igualdad de condiciones.
Honduras muestra según el (PNUD, 2024), tasas elevadas de pobreza, y mucho después de la pandemia del COVID 19, han sido aún más preocupantes, es decir, que entre 1990 y 2022, remarcan que son irregulares, hay estancamientos educativos y económicos, aspectos muy delicados, desembocando en la insondable desgracia y tragedia de pobreza, micro y macro, de manera muy significativa, de la región centroamericana. Finalmente, queremos dejar claro, que la pobreza no le sirve a la izquierda ni a la derecha, mucho menos a los de Centro.