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La moda de Moody´s

Julio Raudales

El crédito, el ahorro y la tasa de interés compuesta son, sin lugar a dudas, tres de los más útiles inventos que ha producido el ser humano. Gracias a ellos es posible, en buena medida, la generación de riqueza y, lo mejor, una adecuada interacción entre el presente y el futuro.

Así como para las familias y empresas, gozar de buen crédito resulta fundamental cuando se aspira a progresar, un país con credibilidad financiera a nivel internacional, desarrolla mejores posibilidades de vida para su ciudadanía.

Digo lo anterior a propósito de que la prestigiosa firma internacional calificadora de riesgo Moody’s Corporation, anunciara en los pasados días, que Honduras “Mantiene la calificación crediticia de riesgo país mas alta de su historia”, así lo dice la nota, y que, además, esta calificación se ha mantenido desde el 2017.

Los argumentos más poderosos para llevarnos a este “nirvana” son básicamente dos: La indiscutible recuperación de nuestro déficit fiscal, que pasó de un escandaloso 7.9% del PIB en 2013, a un 2.4% del PIB en 2019 y el control de la deuda pública mediante instrumentos modernos y adecuados, lo que ha permitido mantener su saldo en un 46% del PIB a decir de la calificadora.

Debo reconocer el adecuado manejo que las autoridades y técnicos de la Secretaría de Finanzas y el Banco Central han hecho de la situación. Conozco desde hace tiempo su trabajo y puedo dar fe del profesionalismo y compromiso con que desempeñan su labor.

Moody’s INC y su mayor competidor a nivel mundial, Estándar & Poors, se han interesado en calificar el riesgo crediticio del gobierno hondureño, a partir del 2011, cuando nuestras autoridades decidieron salir por primera vez en mucho tiempo, al mercado financiero internacional, para vender “bonos soberanos”.

Hasta ese momento, las leyes hondureñas solo permitían al país endeudarse en términos concesiónales, esto es, a tasas de interés muy bajas y plazos de vencimiento bastante largos. Esto daba a nuestros créditos, un componente importante de donación y por tanto, la deuda podía considerarse cooperación.

Pero a partir de septiembre de 2012, el país negoció un “bono soberano” por aproximadamente US$ 750.0 millones, con lo cual se inició una nueva fase en las prácticas financieras de nuestra administración. ¿Es esto bueno o malo?

La respuesta es discutible: Por un lado, acceder a los mercados financieros, le da presencia internacional a nuestro país en un club importante si se habla en términos de desarrollo.

Si el gobierno hondureño es sujeto de estos créditos, también se abren las puertas para que nuestros inversionistas puedan acceder a bancos e instituciones financieras internacionales con el fin de apalancar sus proyectos. Esto trate sin duda, más oportunidades de empleo digno a la ciudadanía.

También la expansión en el mercado crediticio alivia las presiones macroeconómicas del país, específicamente en la parte monetaria. En efecto, ya el hecho de que el gobierno no tenga que endeudarse tanto con la banca nacional o los institutos de previsión, permite a las empresas obtener crédito en condiciones más blandas y mejora las perspectivas en el tipo de cambio.

Pero, por otro lado, se debe reconocer que los “bonos soberanos” generan más endeudamiento y que el mismo no se consigue aún a tasas adecuadas. Un crédito negociado a un interés del 6% en dólares es aún muy elevado, si a dicha tasa se debe sumar el riesgo cambiario (4-5) % y el costo de monetización de los dólares, lo cual implica venta de letras del BCH cuyo valor se paga hasta en un 12%.

En resumen, estos créditos siguen siendo caros, debido a que las condiciones del país siguen siendo precarias. Si usted suma el costo descrito en el párrafo anterior, verá que nos endeudamos a más del 20%, lo cual sigue siendo muy elevado.

¡Así que no nos hagamos películas! Si bien es cierto que la mejora anunciada por Moody´s es alentadora, tampoco debe considerarse la panacea. La calificación B1 es, para los usos prácticos, la misma y nuestra deuda se sigue estimando como “crédito poco confiable y sujeto a especulación”.

Mientras no haya instituciones confiables, mayor seguridad jurídica y estabilidad política y administrativa, seguiremos remando en los mares de la desconfianza internacional. Hacia allí debemos dirigir los esfuerzos.

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