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La mentira ayer y hoy

Victor Meza

Tegucigalpa- Eran los primeros años ochenta del siglo pasado, una década siniestra y todavía desconocida en su laberinto sangriento y sus interioridades macabras en la historia contemporánea de nuestro país. Había recibido una invitación de Joe Eldridge, un reconocido abogado de Washington dedicado a la defensa de los derechos humanos, para reunirnos en Tegucigalpa con un destacado actor de Hollywood, quien debía representar al personaje principal en una película sobre la guerra civil en El Salvador. El guión de la película se basaba en un libro (“Guazapa: testimonios de guerra de un médico norteamericano”), escrito por un joven idealista, médico de profesión, llamado Charles Clements, que había pasado algunos años al lado de la guerrilla salvadoreña en  las montañas de Guazapa en ese país. Mi función sería la de supervisar la ejecución del guión, ya que el filme sería rodado en ambientes montañosos y paisajes de Honduras.

Nos dimos cita para cenar en el entonces restaurante Kloster, una instalación de dos plantas, con un amplio bar en la segunda. Mi sorpresa fue que, al llegar a la cena, me encontré de pronto con el actor invitado, nada menos que el conocido Richard Gere, a quien lo acompañaba una bella joven, hija de un millonario de Tejas que facilitaría el financiamiento para la película. Mi papel sería el de supervisar el fiel cumplimiento del guión y los detalles de la historia real. La cena era para intercambiar ideas sobre las posibilidades reales de filmar la película en Honduras. El invitado principal había pedido absoluta discreción sobre su presencia en Tegucigalpa, aunque estaba hospedado en el hotel Maya, un sitio poco propicio para la clandestinidad.

La cena había sido amena y la conversación agradable. Ya casi concluíamos, cuando una pareja que descendía del segundo piso reconoció fácilmente a Gere. Ella, la joven de la pareja intrusa, bajaba acompañada de un piloto local, muy conocido en los círculos sociales y políticos del país. Ella, norteamericana, era piloto adscrita a la Base norteamericana de Palmerola. Sorprendida por la presencia de Gere en el restaurante capitalino, se lanzó virtualmente a saludarle y, en su atropellada conversación,  al saber el objetivo de la visita del reconocido actor, le ofreció sus buenos oficios para organizarle un vuelo especial y conocer, desde el aire, los campamentos de la contrarrevolución nicaragüense  que entonces funcionaban, dizque clandestinamente, en la frontera con el vecino país. A Gere le pareció una excelente oportunidad, en función de la película en ciernes y en razón de que el gobierno hondureño negaba públicamente la existencia de tales campamentos.

El piloto local, acompañante de la parlanchina piloto norteamericana, advirtió de inmediato mi presencia y hacía esfuerzos por moderar el torrente lingüístico de su amiga. Todos los comensales, de alguna manera, disfrutábamos la escena y nos reíamos de los inútiles esfuerzos del “patriota criollo” por mantener en secreto la verdad de los hechos. El estaba tan sorprendido como nosotros  divertidos.

 Regresamos al hotel y nos llevamos otra sorpresa, de que un grupo de jovencitas esperaban a Gere con rótulos de bienvenida y amor adolescente. El actor se sintió molesto y la visita perdió poco a poco su glamour. La película, al final, se quedó en proyecto, cuando la hija del millonario perdió el interés en su galán ocasional.

Cuento esta historia tan solo para demostrar que la mentira, como dice la sabiduría de la gente, tiene piernas cortas, y que más rápido cae un mentiroso que un cojo. El gobierno hondureño de entonces mentía al negar la presencia de los “Contras” en suelo hondureño, mientras que el gobierno de hoy, miente al ofrecer una reforma electoral profunda para democratizar el sistema político-electoral de nuestro país. La elite política nos mentía ayer…y nos sigue mintiendo hoy. Estamos gobernados por mentirosos.

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