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La lista Engel

Víctor Meza

Tegucigalpa. – Como en la antigua fábula del pastor mentiroso y el falso lobo, el anuncio de la futura aparición de la tan llevada y traída Lista Engel había despertado legítima preocupación y hasta asfixiante angustia entre los círculos políticos y empresariales del país. Más de alguno, incapaz de conciliar el sueño, se mantenía en permanente y desesperante vigilia, a la espera de la lista, rogando al cielo que su nombre no fuera a aparecer entre los escogidos.

Y así fue que un buen día, cuando ya estaba por vencerse el enésimo plazo, la lista apareció, provocando reacciones diversas que van desde el desencanto hasta el escepticismo y la negación, no sin antes pasar, justo es decirlo, por la satisfacción y hasta alegría de muchos que disfrutan al ver los nombres de sus corruptos preferidos engrosando el listado de la ignominia. Son medio centenar de ciudadanos de los tres países del llamado genéricamente Triángulo del Norte. Entre ellos hay 21 compatriotas de estas honduras y, como es lógico, a la gente le parece un número demasiado pequeño en comparación con las dimensiones que adopta el fenómeno de la corrupción en nuestro país.

Por lo tanto, es normal que una lista semejante genere sentimientos tan variados y hasta encontrados.  No son pocos los que esperaban una lista más amplia y muchos nombres que, al menos por ahora, están ausentes. Quienes así piensan, se sienten un tanto burlados y no vacilan en culpar a los autores de la lista por supuesta negligencia sospechosa o complicidad abierta a fin de proteger a algunos y mantener activa la red de impunidad que engloba al país entero.

Ante tantas dudas y descalificaciones, algunas más justas que otras, el propio Ricardo Zúñiga, Enviado Especial de Washington para el Triángulo Norte, se ha visto en la necesidad de salir al paso y anunciar que la lista actual no es definitiva, sino apenas el preámbulo de otras listas que vendrán muy pronto y aumentarán el número y, seguramente, la calidad e importancia de los nuevos señalados.

A mi juicio, hay al menos dos formas de abordar este problema y valorar en su justo medio el contenido y la importancia de la lista Engel. Si nos limitamos a ver solamente el número y los nombres de los personajes incluidos, seguramente la conclusión no será muy emocionante ni satisfactoria. En cambio, si concentramos nuestra atención en el mensaje que la lista contiene, es decir el señalamiento indirecto que le hace al sistema de administración de justicia, especialmente a su órgano superior, la Corte Suprema, creo que la valoración será diferente y la importancia de la lista será mayor.

O sea, pues, que la lista, como suele suceder, tiene dos aspectos claramente diferenciados entre sí, pero, al mismo tiempo, entrelazados en su coherencia. Por un lado, enumera nombres, algunos muy importantes, otros menos; caza menor, como quien dice. Pero, por otro lado, contiene y envía un mensaje al modelo político, al sistema de partidos, al Poder Judicial y a los órganos contralores del Estado. Les recuerda que la corrupción estará siendo vigilada, que los ojos de Washington, al menos en el Congreso de la Unión y en el variado mundo de las organizaciones de la sociedad civil estadounidense, estarán fijos sobre los tres países del Triángulo y sus instituciones.

Retomando el ejemplo del travieso y mentiroso pastor de la fábula, posible inventor pionero de las llamadas “fake news”, no hay que olvidar el alto precio que debió pagar en ovejas devoradas y en el susto correspondiente, además del desprestigio y la pérdida absoluta de confianza por parte de los vecinos tantas veces engañados. Los corruptos denunciados, confiados en el escaso impacto inmediato de la primera lista, mal harían en confiarse, no vaya a ser que los devore el lobo cuando lleguen la segunda y siguientes listas.

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