
Tegucigalpa. – La noche del 9 de julio de 1971, Henry Kissinger fingió una indisposición durante su visita oficial a Pakistán. Mientras la prensa esperaba un parte médico rutinario, él y un pequeño equipo subían en secreto a un avión con destino a Pekín. El mundo no lo sabía, pero estaba a punto de presenciar uno de los giros diplomáticos más trascendentales del siglo XX.
Durante más de dos décadas, China había vivido aislada: una potencia demográfica —la mayor del mundo— pero sin influencia real en el orden internacional, atrapada entre sus propias convulsiones internas y un sistema global que la observaba como un actor lejano, ideológico, casi incomprensible. Kissinger, con la precisión fría de un ajedrecista geopolítico, imaginó algo completamente distinto: romper la lógica bipolar dominante de la Guerra Fría —Estados Unidos y la Unión Soviética— e introducir a China como un tercer vértice indispensable en el equilibrio de poderes globales.
Aquel vuelo secreto no fue solo un movimiento táctico. Fue la grieta por donde empezó a entrar la luz que terminaría moldeando la nueva realidad del mundo desde finales del siglo XX hasta hoy.
Nixon en Pekín: el apretón de manos que redefinió el tablero
Cuando Richard Nixon descendió del avión en 1972 para estrechar la mano de Mao Zedong, muchos creyeron que estaban presenciando una jugada política arriesgada, incluso temeraria. En realidad, se estaba concretando el inicio del capítulo más influyente del orden internacional contemporáneo.
Estados Unidos buscaba contener a la Unión Soviética. China buscaba reconocimiento, seguridad y oxígeno internacional a través del comercio. Ninguno pensaba aún en cadenas globales de suministro, zonas económicas especiales o liderazgo tecnológico. Pero aquella visita —televisada, simbólica, casi coreografiada para la historia— derribó el muro psicológico que separaba a China del resto del planeta.
El líder de la nación más poderosa del mundo estaba diciendo, sin pronunciarlo abiertamente: China importa. Fue la declaración de legitimidad internacional que China había esperado durante décadas.






