Una reciente investigación publicada por el reportero Internacional del New York Times: Mark Fisher, puso en evidencia como después del escándalo de Cambridge Analítica, el fenómeno de las estrategias de desinformación direccionadas, creció sustancialmente a nivel global, al igual que el alcance de las agencias dedicadas a este oscuro negocio[1].
¿Por qué es una amenaza para la humanidad la industria de la Desinformación?
En 2018 el CEO de Facebook: Mark Zukerberg, fue citado para comparecer ante el Senado de los Estados Unidos, para aclarar el escándalo global suscitado alrededor de la consultora inglesa Cambridge Analytica, acusada por la justicia británica ese mismo año, de utilizar sin permiso información supuesta desde los usuarios de Facebook para generar campañas políticas electorales casi personalizadas. Esto trajo a los titulares muchos temas que para nada son nuevos en el sector, pero que solían pasar extrañamente distantes de los grandes debates en medios.
Zuckerberg debió dar explicaciones a senadores estadounidenses sobre temas que hasta para él resultaban altamente complejos de abordar, pero que en últimas hacían referencia a la privacidad de los usuarios en los medios sociales y a la desinformación a la que están expuesta y como esto puede terminar influyendo en temas transversales para un país en las elecciones presidenciales.
En términos simples, el algoritmo desarrollado por Cambridge Analítica permitía elaborar perfiles psicológicos de los usuarios, basado en los “me gustas” dados a cierto tipo de contenidos, al igual que los comentarios realizados y las publicidades consumidas
A partir de esta información, la consultora británica, perfilo a los indecisos electoramente en Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y ciertas Islas del Caribe, para direccionar con noticias falsas, su intención de voto y de esta manera voltear el resultado de las elecciones.
Debido a todo este escándalo la consultora inglesa se vio obligada a cerrar sus operaciones, al tiempo que la justicia sigue con la investigación, sin embargo, esto no significó el final de la era de la desinformación en Internet, sino que tal y como lo evidenció recientemente una investigación publicada por el New York Times, fue el punto de partida para que muchas otras organizaciones siguieran el ejemplo de Cambridge Analítica[2].
La Investigación del New York Times
Mark Fisher, uno de los más prestigios periodistas del New York Times, publicó una reciente investigación denominada: “El oscuro negocio de la desinformación por encargo”, en la que detalla, como el creciente negocio de la desinformación va en aumento alrededor del mundo.
Entre otros asuntos, el periodista relata, como en mayo del 2021, varios notables influenciadores en medios sociales, tanto en Francia como en Alemania, recibieron una extraña propuesta de una supuesta agencia de relaciones públicas, supuestamente localizada en Londres, pero cuyos vínculos la conecta con Rusia y que ofreció pagarles una considerable suma de dinero, por promover mensajes muy específicos en nombre de un cliente.
La propuesta incluía un documento perfectamente redactado de tres páginas, que adicionalmente detallaba la información que debían publicar y en cuáles plataformas decirlo[3].
Hasta este punto no habría nada sospecho, de no ser, porque la solicitud no era de tipo publicitaria, sino abiertamente, enfocada en sembrar falsedades respecto de la vacuna de Pfizer-BioNTech contra COVID-19.
Indignados, algunos de los influenciadores que recibieron la oferta, publicaron capturas de pantalla del mensaje enviado por la supuesta agencia, la cual, al verse expuesta al escarnio público, limpió todas sus cuentas en redes sociales y desapareció sin dejar rastro algunos para las autoridades británicas, sin embargo, esa misma semana, varios influenciadores de origen brasileños cercanos a Bolsonaro e indios cercanos al gobierno, publicaron videos, que reproducían prácticamente al pie de la letra, las instrucciones originalmente dadas por la supuesta agencia Fazze.
Gracias a esta indagación realizada por el periodista, el mismo concluye que se trataría no de un hecho aislado, sino de una gigantes industria en crecimiento alrededor del mundo:
“La estrategia parece ser parte de una industria hermética cuya escala, según analistas y autoridades estadounidenses, está en auge: la desinformación a sueldo.
Hay firmas privadas, las cuales abarcan la mercadotecnia tradicional y el mundo desconocido de las operaciones de influencia geopolítica, que están vendiendo servicios que alguna vez realizaban principalmente las agencias de inteligencia.
Propagan discordia, interfieren en elecciones, siembran falsas narrativas y promueven conspiraciones virales, mayormente en redes sociales. Además, les ofrecen algo valioso a sus clientes: la capacidad de negar su participación”.
Mark Fisher del New York Times[4].
Al respecto, Graham Brookie, quien es el director del Laboratorio de Investigación Forense Digital del Consejo Atlántico, aseguró para el NYT, que “Algunos gobiernos o actores cercanos a gobiernos están contratando cada vez más agentes para desinformar y es una situación grave”, para Brokkie es una “una industria en auge” [5].
Las investigaciones realizadas por Fisher en el New York Times, concluyen que los principales focos de la desinformación, se encuentra promovidos por grupos radicales y en algunos países como India, Egipto, Irak, Bolivia, Ucrania o Venezuela, por los mismos gobiernos.
Un negocio que se convierte en Industria
Un estudio de la Universidad de Oxford, citado por el periodista Mark Fisher en su artículo del New York Times, afirma que solamente en 2020, se operaron al menos 65 empresas, en 48 países del mundo, las cuales prestaron servicios de creación y viralización noticias falsas, es decir casi el doble que en 2019.
Recientemente Facebook eliminó una red de grupos ciudadanos bolivianos y organizaciones periodísticas de verificación de datos falsa, que estarían promoviendo apoyo al gobierno golpista de derecha y que estarán difundiendo información intencionalmente falsa.
Por su parte Investigadores de la Universidad de Stanford, rastrearon el contenido hasta CLS Strategies, una empresa de comunicación con sede en Washington que se había registrado como consultora del gobierno boliviano, encontraron que esta misma compañía realizó trabajos similares en Venezuela y México.
Una nueva forma de gobernar
La investigación del New York Times, concluye que una nueva generación de líderes populistas, como Rodrigo Duterte en Filipinas, han subido, en gran medida al poder, gracias a la manipulación de los ciudadanos a través de noticias falsas en Medios Sociales, siendo lo más grave que una vez están en el gobierno, muchos institucionalizan esos métodos como herramientas de comunicación pública o incluso de relaciones exteriores.
Uno de los casos más emblemáticos analizados en la investigado del New York Times, es de la India, en donde un importante número de cuentas de Twitter, propiedad del gobierno, han compartido publicaciones de India Vs Disinformation, un sitio web y una serie de cuentas en redes sociales que fingen hacer verificaciones de datos de noticias en India, pero que en realidad se trata de una firma de comunicaciones, supuestamente canadiense llamada Press Monitor, la cual se dedicaría esencialmente a la creación de campañas de desinformación.
Casi todas las publicaciones buscan desacreditar o ensuciar los reportajes desfavorables sobre el gobierno del primer ministro Narendra Modi, entre ellos el grave daño de la COVID-19 en el país. Un sitio asociado promueve las narrativas pro-Modi disfrazadas de artículos noticiosos. [6]
En conclusión, El caso de Cambridge Analítica, no solo representó un oscuro episodio en la historia de los medios sociales, sino que se convirtió en un nuevo paradigma para la manipulación de los ciudadanos, especialmente de aquellos con bajo nivel de escolaridad, sentando las bases de una prospera industria creciente, en la que decenas de agencias de prensa y medios, carentes de ética, ofrecen sus servicios para desinformar sistemáticamente, sacrificando no solamente la verdad, sino poniendo en riesgo las libertades sociales y civiles adquiridas con mucho esfuerzo en occidente, por parte de la sociedad civil.