Cerca de la Puerta de Brandemburgo, en Berlín, hay una plaza pública conocida como Opernplatz, donde, el 10 de mayo de 1933, ocurrió una de las quemas de libros más infames de la historia de la humanidad. Un grupo de estudiantes alemanes había organizado en todo el país una “Acción contra el espíritu antialemán”, una convocatoria en favor del nazismo que culminó con numerosas quemas de libros. La incineración de obras en la plaza Opernplatz fue la más grande y significativa. Ese día, Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda e Información de Hitler, se dirigió a una multitud de 30.000 jóvenes nazis enardecidos que se habían congregado en la plaza y los incitó a “entregar a las llamas” los libros que fomentaban la “decadencia y la corrupción moral”. Algunos años después, los nazis no solo quemarían libros sino también seres humanos.
El Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto se celebra cada 27 de enero, día en que se recuerda la liberación en 1945 de los prisioneros del campo de concentración de Auschwitz, donde los nazis mataron a aproximadamente 1,1 millones de personas. Más de un millón de esas personas eran judías. Los nazis también asesinaron comunistas, romaníes —a los que generalmente se los denomina con el término despectivo de “gitanos”—, pacifistas cristianos, miembros de la comunidad LGBTQ+, prisioneros de guerra soviéticos, discapacitados y otras personas consideradas enemigas del Reich alemán. Este año, mientras en todo el mundo se conmemoraba con solemnidad el aniversario en memoria de las víctimas del Holocausto, en Estados Unidos comenzó a circular una noticia alarmante: la junta escolar del condado de McMinn, en el estado de Tennessee, votó en forma unánime a favor de prohibir uno de los libros autobiográficos más conocidos sobre Auschwitz, la novela gráfica “Maus”, de Art Spiegelman, ganadora de un Premio Pulitzer. La novela describe las experiencias de los padres de Spiegelman, Vladek y Anja, antes, durante y después de su reclusión en Auschwitz. La obra, en formato de cómic, presenta a los judíos como ratones y a los alemanes como gatos, y el campo de exterminio de Auschwitz se llama “Mauschwitz”.
La junta escolar de McMinn votó a favor de prohibir la obra y de retirarla del plan de estudios de octavo grado el 10 de enero pasado. Para justificar dicha decisión, las autoridades escolares alegaron que el libro está escrito en un “lenguaje vulgar y objetable” y contiene un dibujo de la madre de Spiegelman desnuda en una bañera después de morir por suicidio.
Según las actas de la reunión, Tony Allman, uno de los miembros de la junta escolar, dijo durante la reunión: “No niego que el [Holocausto] fue algo horrible, brutal y cruel. […] Pero esto es como cuando estás viendo una película en televisión y alguien dice una mala palabra o aparece una escena de desnudo, no agrega nada al contenido y la película sería lo mismo sin eso. Bueno, esto es igual, el libro sería lo mismo sin eso”. Siguiendo con su crítica de “Maus”, Allman agregó: “[La novela] muestra a personas ahorcando a otras personas y matando niños. ¿Por qué el sistema educativo promueve este tipo de cosas? No es sensato ni saludable”.
Lance McConkey, un profesor de historia que vive en el condado de McMinn y enseña en un distrito escolar vecino, dijo a Democracy Now!: “No hay una forma bonita de enseñar el Holocausto”. McConkey es miembro del cuerpo docente de la Comisión de Tennessee sobre el Holocausto y recibió el premio Belz-Lipman a la Excelencia en la Enseñanza del Holocausto , una distinción que reconoce el talento y el compromiso extraordinarios en el campo de la enseñanza sobre el Holocausto. El profesor McConkey utiliza la novela “Maus” en sus clases y dijo al respecto en Democracy Now!: “A los niños les encanta la novela. Les resulta fácil de leer”.
Por su parte, el autor de la novela, Art Spiegelman, afirma que nunca tuvo la intención de que el libro fuera una lectura destinada a las infancias, pero que a partir de su publicación y de la obtención del premio Pulitzer en 1992, ha cambiado de opinión. En conversación con Democracy Now!, Spiegelman comentó al respecto: “Me enteré de que muchísimos niños han estudiado la novela en la escuela, la han leído por su cuenta o la han recibido de sus padres. Y la han realmente comprendido y recibido con mucha sabiduría. Los cómics son para quien pueda entenderlos. Obviamente la junta escolar no ha podido hacerlo”.
El condado de McMinn no es el único que ha censurado libros. La lucha por la justicia racial que siguió a la muerte de George Floyd a manos de la policía en la ciudad de Mineápolis en mayo de 2020, revitalizó el interés por enseñar literatura sobre raza y racismo y por obras escritas por autores de comunidades marginadas o relativas a ellas. Esto ha llevado a una contracampaña para prohibir ese tipo de libros, que ha sido coordinada por grupos conservadores como Moms for Liberty (Mamás por la libertad), Parents Defending Education (Padres y madres en defensa de la educación) y No Left Turn in Education (No al giro a la izquierda en la educación), que cuentan con el apoyo financiero del multimillonario de derecha Charles Koch. Libros con temáticas relacionadas con la comunidad negra o LGBTQ+ son los principales objetivos de estos grupos.
La organización PEN America está siguiendo de cerca la legislación que promueve la censura en el ámbito educativo y ha enumerado 89 proyectos de ley al respecto que han sido presentados ante legislaturas estatales de todo Estados Unidos. Entre estas iniciativas de ley figura una del estado de Iowa que prohibiría el uso en las escuelas del Proyecto 1619 —un proyecto interactivo ganador del Premio Pulitzer que reexamina el legado de la esclavitud—, y la ley HB 1255 del estado de Nuevo Hampshire, también denominada Ley sobre la Lealtad de los Docentes (An Act Relative to Teachers’ Loyalty), que prohibiría a los docentes de escuelas públicas abordar la historia de Estados Unidos de manera negativa. Hacia fines del año pasado, la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos recibió nada menos que 330 informes de intentos de prohibir o impugnar libros.
El escritor y activista George M. Johnson, cuya galardonada autobiografía-manifiesto “No todos los chicos son azules” ha sido prohibida en al menos 15 estados del país, comentó a Democracy Now!: “Cuando prohibes algo, solo lo haces más tentador. Poner a nuestros libros en el centro de atención y tratar de prohibirlos solo hace que más personas se interesen por ellos”.
En en centro de la plaza Opernplatz de Berlín fue construido un monumento que recuerda la tristemente célebre quema de libros de 1933. Denominado “La biblioteca vacía”, el monumento consiste en un tragaluz de vidrio emplazado en el suelo que revela debajo una habitación subterránea iluminada, con sus paredes llenas de estanterías blancas vacías. Las quemas de libros de los nazis en la primavera europea de 1933 fueron un presagio de lo que estaba por venir. La epidemia de prohibiciones de libros que actualmente se extiende por Estados Unidos debe ser confrontada y detenida con urgencia.