A la deriva, durante más de cuatro días estos jóvenes vivieron momentos de desesperación, deshidratación, hambre y hasta perdieron la noción del tiempo. Lo ocurrido ya marca la historia de sus vidas, nunca lo olvidarán, testimoniaron a Proceso Digital.
León Martín Coello Buckley (18), Amber Marie Burkelt (16), ambos estadounidenses, la canadiense Tasha Brown (20) y los hondureños: Gary Zelaya (22), Annie Bernard (28), Alex Bodden (16), Adán Centeno (19), y Luis Gustavo Lorenz (25), son los son los ocho jóvenes que abordaron la frágil embarcación que a la par de ser el medio que los alejó de tierra firme, también era lo único con lo que contaban en el lugar.
Luis Gustavo conversó con Proceso Digital y compartió la inesperada travesía vivida en estos días.
Lo vivido fue calificado por Luis Gustavo Lorenz como “triste, teníamos una gran sed y viendo el agua, pero como era salada no podíamos tomarla…” comentó al inicio de su relato, dejando entrever que lo que más les hizo padecer fue la necesidad del líquido vital.
Lorenz contó que a las 10:30 de la mañana del sábado, junto a sus amigos, determinaron transportarse de Roatán a Utila, con tan mala suerte, que a cuatro millas (6.4 kilómetros) para llegar a lugar de destino el motor de la lancha comenzó a presentar desperfectos y luego el combustible se les terminó.
Añadió que al pararse el motor de la lancha, una pequeña y frágil nave blanca con una franja roja, “la corriente la llevó y la llevó y nosotros no sabíamos para adonde…”.
Señaló que ese día (sábado) al llegar la noche, tuvieron que dormirse porque no contaban con medios para solicitar ayuda para ser rescatados por alguien.
Durante cuatro días los ocho jóvenes soportaron la sed gracias a que las lluvias les permitieron aplacarla, – “eso fue un verdadero milagro” – , dijo Luis.
“Esos cuatro días aguantamos de todo, no teníamos comida, no teníamos agua, no teníamos nada”, relató desde la cama de un sanatorio, al mencionar con gratitud que “nosotros agarramos un poquito de ánimo y agua, ayer (martes) que llovió un poquito”.
Detalló que con dificultades lograron llenar dos botellones de agua de medio litro cada uno, “así luchamos con eso hasta hoy que nos rescataron gracias a Dios”.
El joven hizo referencia de que quienes conforman el grupo, de nacionalidades diversas, , “nunca habíamos pasado por algo así, pero teníamos muchas esperanzas de ser rescatados y gracias a Dios que todo salió bien y nos encontraron”, refirió.
El joven naufrago dijo que por las noches todos trataban de alejar la tensión y para ello buscaban entablar un tema de conversación hasta quedarse dormidos y no enfocarse en la situación por la que estaban pasando.
“En la noche hablábamos y hablábamos para no pensar mucho y tratábamos de cuidar a las dos cipotas (jóvenes mujeres) porque todos los varones éramos mayores de edad”, subrayó.
Recordó que las dos muchachas les preocupaban especialmente porque en reiteradas ocasiones presentaron deshidratación y sus labios dañados por la falta de agua.
En ese sentido, acentuó que “estábamos preocupados por las muchachas, porque ellas nunca habían subido en bote y nosotros las llevamos a “raitear” (de paseo) y por eso teníamos miedo, porque no teníamos que comer ni que tomar y a los tres días ellas se pusieron muy mal, los labios secos y nosotros les lavábamos la cara con agua salada para que tuvieran los labios mojados”.
Aunque no lo sabían, en su arduo navegar y aparentemente sin rumbo, los jóvenes que fueron rescatados tras más de cuatro días de permanecer a la deriva, estaban siendo buscados por diferentes cuerpos de socorro, tras el angustioso llamado de sus familiares, al reportarlos como desaparecidos.
Las labores de búsqueda comenzaron el mediodía del lunes, a unas horas de ser reportada su desaparición, acciones que se fueron extendiendo hasta encontrarlos.
El desenlace de la odisea vivida por estos ocho jóvenes ocurrió la mañana de este miércoles cuando en horas de la mañana fueron encontrados con vida pero con sus humanidades diezmadas por el agotamiento.
El rescate fue realizado por una aeronave estadounidense.
Lorenz manifestó que esta mañana, cuando miraron el helicóptero volando comenzaron a hacer señales, solicitando auxilio.
“Nos quitamos las camisas y agarramos el tanque de combustible para hacerles señas de que estábamos en problemas y sin gasolina”, detalló.
Con lo ocurrido, Luis pasa a ser, sin proponérselo, un instructor para las personas que en su momento se aprestan a abordar una embarcación. La lección es la historia vivida.
Aconsejó que “cuando alguien va a salir a algún lado en el agua que chequee su motor, que lleve suficiente gasolina, un GPS para saber a dónde va a ir a dar, por si pasa algo malo…”, explicó al añadir que también es necesario llevar “algún instrumento para alertar, incluso en la noche, por si se ocupa ayuda”.