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Jorgito y el dictador

Oscar Flores

Durante varios años, Manuel Zelaya nos hizo creer que en Honduras solamente había un dictador, pero el tiempo nos ha demostrado que el ex presidente  —y poder detrás del trono— es un político igual —o peor— de lo que él tanto criticó.

No, no es la reencarnación de Morazán, como torpemente lo expresara un ministro durante la transmisión de los desfiles del 15 de septiembre. No, nada de eso. Mel es un líder enchapado a la antigua, incapaz de permitir, por pequeño que sea, cualquier aire de renovación dentro de Libertad y Refundación (Libre), el partido que dejó de ser del pueblo para convertirse en el de la familia y sus más cercanos amigos.

Por esa razón, Zelaya recurrió a la triquiñuela, al ataque por la espalda y al doble discurso, y desató a sus “perros de garra” para arremeter contra Jorge Cálix, el díscolo y carismático diputado, que se preguntó, y con justa razón, por qué no podía ser presidente del Congreso Nacional, si tenía todos los méritos, en lugar del que iba a salir de las negociaciones entre la cúpula de Libre y Salvador Nasralla.

Zelaya, como hemos visto, jamás le perdonó a quien había sido uno de los niños bonitos de Libre —y principal opositor del gobierno de Juan Orlando Hernández—, y lo quiso someter de mil formas, sin conseguirlo.

Mientras Mel actuaba entre las sombras, los mismos ministros de siempre, se lanzaron al ataque con la ferocidad y argumentos de siempre: Jorge Cálix dejaba de ser compañero, camarada, figura de la Refundición… quise decir, Refundación, y pasó a ser traidor, cachureco, vendido, infiltrado, ignorante.

(Cosa “curiosa”, igual sucedió con Rassel Tomé, otro de los pesos pesados de Libre, que comenzó a ser atacado apenas anunció el lanzamiento de su precandidatura).

“Es un team facho del cachurequismo juan orlandista”, dijo Ricardo Salgado, el ministro de Planificación a quien Marvin Ponce elevó a la fama con el apodo de “Vaca Intelectual”, refiriéndose a Cálix.

Sí, el mismo Ricardo Salgado, bravo para atacar a la oposición, pero manso cordero cuando Melito, el hijo de doña Xiomara, “lo pone en cintura”.

Entonces, en Libre recurrieron a una vieja práctica de la izquierda oscurantista: cerrarle todos los espacios a Cálix, entre ellos, otra legítima aspiración: la de competir en elecciones internas contra la candidata que Mel escogió de dedo: Ricci Moncada.

Todo porque Mel no quiso, todo porque Cálix, a pesar de que no contaba con la “bendición” de papa-Mel, sí era conocido, querido y aceptado por las bases de Libre, al contrario de Ricci Moncada, a quien ven con extrañeza pues ella ha hecho carrera en las esferas… y no en los barrios.

Lo correcto hubiera sido una competencia justa, leal, sin zancadillas. Pero ese no es el estilo de Mel. Ni de Libre. No existe tal socialismo democrático, sino la imposición, las cosas a la brava, “porque puedo y porque me da la gana”.

Y si alguien no está de acuerdo, ah, entonces es cómplice del crimen organizado, de la “narcodictadura”…

Con la arbitrariedad, quien pierde es Libre, quien gana es el Partido Liberal.

Hay que reconocerle a Jorge Cálix que de acomodado y cobarde no tiene un pelo. Pues perfectamente pudo agachar la cabeza o aceptar las cosas que le ofrecían a cambio de sacrificarse. No lo hizo. Y con eso nos demostró que en estas Honduras todavía queda un dictador…

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