Esta pequeña isla (o pequeñas islas, porque son tres), supuestamente visitadas por Colón en su cuarto viaje, fueron nombradas por el bucanero inglés, Charles Swan, quien llegó a ellas en 1683. Posteriormente fueron abandonadas hasta mediados del siglo pasado cuando el gobierno de Honduras, mediante Acuerdo Ejecutivo 3056-91 las declaró área protegida y parque Nacional Marino y prohibió toda actividad en el área, salvo las actividades científicas o educativas. Las islas están como a 250 kilómetros de la costa atlántica y se puede llegar a ellas por bote (la travesía toma como 15 horas), o por avión (el vuelo toma como hora y media. En la isla más grande se construyó una pista de aterrizaje de tierra con 1,880 metros de longitud, aunque solo mil metros están actualmente disponibles). Las islas han sido visitadas por connotados científicos, tanto nacionales como extranjeros, quienes unánimemente han elogiado la diversidad y la singularidad de su fauna y flora, así como el estado prístino de sus arrecifes coralinos. La conocida oceanógrafa de la National Geographic Society, la doctora Sylvia Earle, las ha llamado un “punto de esperanza” en función del papel que juegan en la preservación de nuestro ambiente. Actualmente en las islas hay un pequeño contingente de la Fuerza Naval, quienes informan que actualmente llega un bote cada 45 días. Este panorama idílico está a punto de desaparecer ya que el gobierno se propone construir una cárcel de alta seguridad en estas islas, y el contingente gubernamental que promueve el proyecto incluye, asómbrese usted, al Ministro del Ambiente. La persona encargada de cuidar y proteger el ambiente forma parte del grupo encargado de destruir el excepcional ambiente de esas tres pequeñas islas. Pero veamos en más detalle la situación para que usted pueda llegar a sus propias conclusiones.
Alrededor de una treinta organizaciones, tanto nacionales, como extranjeras, se han pronunciado en contra del proyecto que impulsa el gobierno, pero el Ministro ya concedió la licencia ambiental necesaria para la construcción de la cárcel. Según entiendo, él dice que tomó su decisión con base en la opinión de muchas personas especialistas en el tema y conocedores de la situación. No obstante, a mi entender nuestra sociedad desconoce los términos de referencia necesarios para la preparación del estudio de impacto ambiental. Tampoco conocemos quienes son los expertos consultados por el Ministro para tomar su decisión. Lo que parece ser cierto es que enfrentaremos a expertos nacionales e internacionales comprometidos con la preservación del ambiente y con la protección de la fauna y flora, con particular atención a aquella que está amenazada. Además de la crítica internacional, seremos demandados por incumplir las disposiciones contenidas en tratados internacionales de los que somos signatarios.
La decisión del gobierno se torna más absurda si recordamos que hay otros sitios donde podría construir su cárcel, y además esta sería una costosa construcción que tendría un elevadísimo costo de operación. Se dice que la construcción costará tres veces lo que costaría en tierra firme. Es evidente que hay otros espacios del territorio nacional donde se podría construir la cárcel con poco impacto ambiental. Sé que no será fácil ya que nadie quiere una cárcel en su vecindario. De hecho, supongo que una de las razones que los induce a construir la cárcel en estas islas es precisamente que no hay una población local que proteste. Sin embargo, hay una población nacional e internacional que protestará y hará fracasar esta desatinada propuesta. Se dice que rectificar es de sabios y una pequeña dosis de sabiduría les haría mucho bien a nuestros gobernantes.
Además de todo lo anterior resulta que la idea de esta cárcel no es económicamente viable. Veamos por qué. Para comenzar, no hay agua. Los cinco miembros de la Marina asignados a las islas obtienen agua de unos pequeños pozos y de la lluvia. Sin embargo, esa no es opción para, digamos cinco mil personas entre privados de libertad y personal necesario para cuidarles y para operar la cárcel. Eso implica que tendrían que llevar miles de litros de agua semanalmente, o construir una planta desalinizadora. Ambas opciones requieren una alta inversión. Como no hay que comer en las islas, habría que llevarla por bote o avión, lo cual también caro. ¿Y qué decir de las aguas servidas, tanto las grises como las negras, y de los desechos sólidos? ¿Se proponen llevarlos en barcaza a tierra firme o construir plantas de tratamiento? Suponemos que no pensarán en usar incineradores, mucho menos en lanzarlos al mar, pero las otras alternativas son muy caras.
Una población de cinco mil personas hará necesario contar con médicos, dentistas, psicólogos y psiquiatras. ¿Construirán viviendas para todo el personal? ¿Cuántas serán y cuánto costarán? Así como esas quedan muchas otras preguntas por hacer. ¿Cómo manejarán los desechos de la construcción? ¿Han estimado el costo de la construcción? Como hemos mencionado antes, hay quienes estiman que la cárcel costará tres veces lo que costaría en tierra firme, y quienes construyen en Islas de la Bahía saben que la construcción es bastante más cara allá y que en este caso será más cara todavía. ¿Seguiremos sacrificando a nuestros enfermos, negándoles sus medicinas, para contar con fondos para financiar proyectos absurdos?
Ni siquiera hemos comenzado a analizar los derechos humanos de los privados de libertad. ¿Cómo manejarán las visitas familiares? ¿Le facilitarán transporte aéreo a los miles de personas que querrán visitar a sus familiares al menos mensualmente? A veces da la impresión de que desean demostrar que son más duros que Bukele. Deberían recordar que Bukele únicamente se ha enfrentado a los protectores de los derechos humanos y que en nuestro caso además se enfrentarían a los defensores del ambiente. Me parece que no les irá bien en ese enfrentamiento. Les sugiero que consulten a las autoridades de Costa Rica. Ellos usaron una de sus islas para hacer lo que nuestras autoridades se proponen y terminaron clausurando esa cárcel. Pregúntenles por qué. Hay algo particularmente repugnante en el concepto de una cárcel en una isla remota y deshabitada. Es como si el mismo concepto es una violación de los derechos humanos. Piénselo bien y recuerden que rectificar es de sabios.