Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – Desde que el bipartidismo político decidió incluir en las reformas electorales del siglo pasado la figura de las elecciones primarias, nunca éstas habían cobrado tanto interés público como las que se practicarán el 9 de marzo próximo, donde las tres principales fuerzas políticas del país demostrarán su músculo a lo interno para escoger sus candidatos a la Presidencia de la República, alcaldes, diputados y legisladores al Parlamento Centroamericano; la lucha más feroz se vislumbra a lo interno del centenario Partido Liberal.
Tras el retorno formal a la democracia, iniciando los años ochenta, en 1989 la élite política hondureña otorga una bocanada de aliento al retorno democrático con las primeras reformas electorales, una de ellas, la aprobación de elecciones primarias para candidatos presidenciales y las elecciones internas para autoridades partidarias.
Comenzó como una práctica liberal, a la cual se sumó con el tiempo el partido Nacional, en un ejercicio de los otrora dos grandes partidos tradicionales que marcaron el bipartidismo político en Honduras. Las elecciones primarias se extendieron posteriormente a nivel electivo de diputados y alcaldes. Luego se sumó a esa práctica el partido Libertad y Refundación (Libre). Las tres fuerzas políticas conforman lo que se conoce como el tripartidismo político en el país.
Las elecciones primarias e internas se convirtieron así en un ejercicio político que convocó el interés nacional, por ser una votación abierta a cualquier ciudadano y de carácter voluntario. Los partidos políticos miden así sus fuerzas internas en donde convergen diversas formas de pensamiento.
Son las elecciones que generan expectativas, previo a las generales para elegir un nuevo gobierno. De un tiempo acá, los comicios primarios son un desafío para los partidos políticos que concurren a captar el voto de los electores, entre ellos el bipartidismo, cuya ruptura se produjo tras los acontecimientos de junio de 2009.
Con la asunción al poder de un partido de izquierda en la figura de Libertad y Refundación (Libre), un parto del Partido Liberal, estas elecciones primarias se han convertido en las que más expectativas en la historia democrática del país han generado. Libre, que controla la institucionalidad del país, busca retener el poder y ha puesto toda la maquinaria gubernamental al servicio de la candidata del oficialismo, la ministra de la Defensa, Rixi Moncada, que controla, a su vez, las Fuerzas Armadas de Honduras (), garantes por la Constitución de la República de la alternabilidad en el poder, y de la custodia y traslado de las urnas.
Ese elemento vuelve estos comicios primarios atípicos porque por primera vez desde el retorno a la democracia, las Fuerzas Armadas fueron arrastradas al plano político electoral no como árbitros, sino como un cuerpo armado al servicio de quien tiene todas las posibilidades de ser la próxima candidata presidencial del oficialismo: la ministra de Defensa, quien no ha dudado en subir en sus redes de propaganda proselitista los viajes con los militares en zonas remotas como parte de sus labores profesionales.
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Sin sorpresas, pero con fisuras
La ministra-candidata no ha podido deslindar así sus funciones, mientras los militares, en especial su comandante en jefe, el general Roosevelt Hernández, exhibe cada vez un discurso más político y menos prudente en escenarios de polarización política como el hondureño.
En Libre el resultado de las elecciones primarias parece estar definido: Rixi Moncada que lidera una coalición de movimientos internos se proyecta como la vencedora de las elecciones, su contrincante, el diputado y uno de los vicepresidentes del Congreso Nacional, Rasel Tomé, está muy distante de revertir las proyecciones, aunque asegure que, en sus diálogos celestiales con el héroe independentista, Francisco Morazán, éste le dice “vamos bien”.
Pero a diferencia de las primarias del 2021, Libertad y Refundación va a esta contienda interna golpeado por el desgaste propio del gobierno, y también por la designación de cuadros claves en la Lista Engel de corruptos y la difusión de un narco video en el cual se ve al cuñado de la presidenta Castro, Carlos Zelaya, negociando con narcotraficantes hondureños sobornos para la primera campaña política de 2013. El narco video ha venido a golpear al partido en el poder, obligando a Carlos Zelaya a renunciar a la secretaría del Congreso Nacional y también a su diputación, pero no ha salido del partido que fundó junto a su hermano, el expresidente Manuel Zelaya y actual asesor presidencial.
La suerte de Carlos Zelaya en el partido Libre será definida por una asamblea partidaria que no se convoca, se alarga en el tiempo, y recientes fotografías en medios y redes sociales captaron a Zelaya en uno de los cierres de campaña de la ministra de Defensa, Rixi Moncada, en Olancho. Libertad y Refundación va también a las internas con fricciones entre algunos movimientos por imposiciones de las cúpulas, en especial para la alcaldía de San Pedro Sula en donde el oficialismo quiere imponer al exalcalde Rodolfo Padilla Sunseri, beneficiado con la amnistía política, pero condenado con sentencia firme por otros delitos de abuso de autoridad por presunta corrupción que lo inhabilita para optar a cargos públicos y políticos por casi seis años.
Padilla Sunseri quiere ser impuesto por el oficialismo como el candidato a alcalde por San Pedro Sula y su defensa ha puesto un recurso de amparo ante la Sala Constitucional del Poder Judicial para que anulen la sentencia que le impide participar. De momento, su hijo le cuida el cargo al ser inscrito en la papeleta electoral como precandidato a alcalde por el oficialista Movimiento M-28.
En el partido Nacional, las elecciones primarias son un reto partidario porque se dan luego de la sentencia de uno de sus líderes, el expresidente Hernández por narcotráfico en una corte de Nueva York, y por acusaciones en contra de varios de sus miembros, diputados, exdiputados y exfuncionarios por presuntos hechos de corrupción.
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Bipartidismo, al rojo vivo
De los cuatro precandidatos del Partido Nacional, la sorpresa la ha dado la exprimera dama, Ana de Hernández, esposa del expresidente JOH que quiere volver al poder de la mano de la estrella solitaria y liderar desde ahí una gesta para intentar la vuelta al país de su esposo, a quien considera inocente y víctima de campañas conspirativas de los narcos. García de Hernández compite con la principal fuerza interna que encabeza el exalcalde capitalino y excandidato presidencial, Nasry Asfura o “Papi a la orden”, a quien los sondeos dan amplia ventaja. Los otros dos aspirantes políticos, Jorge Zelaya y Roberto Martínez Lozano completan el cuarteto de aspirantes en dicha institución.
No obstante, la llegada al país del presidente del Partido Nacional, David Chávez, tras su fuga del país y arreglos políticos de alto nivel para poder regresar y defenderse en libertad, avizora que habrá una lucha sórdida en ese partido, después de las internas si gana Asfura. Los nacionalistas, confían, al margen de esas divergencias, que prevalecerá su disciplina partidaria en torno al ganador y que correrán—solos hasta ahora—por recuperar la presidencia del país, pese al desgaste que les dejó la factura de JOH.
Es en el Partido Liberal, en donde se concentra la mayor expectativa en las elecciones primarias. De los cuatro precandidatos, dos renunciaron a sus fuerzas políticas originales (Libre y PSH) para ser juramentados como liberales, al asegurar que esas fueron sus raíces primarias. Su llegada ha permitido dar aliento a un partido casi deshecho, sin liderazgos fuertes, y convertido en pieza de negociación a conveniencia de sus cúpulas—fraccionadas entre sí—pero no a conveniencia de las bases ni del país.
El Partido Liberal, otrora ejemplo de transformaciones democráticas históricas, ha estado de capa caída y en estas internas—por primera vez en 18 años de llanura—tiene opciones reales de volver al poder si sale unido y con un discurso y propuestas claras al electorado, después de las elecciones primarias. Pero la duda comienza a surgir.
La candidatura presidencial se disputa en dos fuerzas: la de Salvador Nasralla, un líder carismático que, pese a no poder acceder al solio presidencial en dos circunstancias anteriores, sigue gozando de popularidad y aceptación en buena parte del electorado por su discurso anticorrupción. Creador de partidos políticos que luego desecha, Nasralla ha entrado al partido Liberal para buscar esta vez ser el candidato presidencial que puede llevar a ese instituto político de vuelta al poder; pero rehusó estar en un debate presidencial entre sus pares por considerar que no estaban a su nivel. Goza del apoyo de un sector del liberalismo a nivel de alcaldías fuertes y de diputados. Su reto está en poder movilizar el día de los comicios al sector independiente que lo ve como una opción ganadora y completar las estructuras en las mesas electorales para que le cuiden el voto. Nasralla ha dicho que respetará los resultados, pero de antemano se da como ganador y ya habla de fraude.
El otro presidenciable es el diputado Jorge Cálix, quien fundó y jugó al todo por el todo por Libre, hasta que le traicionaron quitándole la presidencia del Congreso Nacional prometida por su cúpula partidaria. Cálix llega al Partido Liberal y al igual que Nasralla ha levantado las esperanzas de triunfo en el gonfalón rojo blanco rojo. Cuenta con la mayoría de las estructuras del liberalismo: alcaldes, diputados, autoridades partidarias; ha intentado manejar un discurso agresivo a lo externo, en especial hacia Libre y su gobierno a quienes conoce como operan como la palma de su mano, pero moderado a lo interno del liberalismo. Busca ser la carta de triunfo y ha dirigido parte de su discurso a la juventud, visitando todos los rincones del país en donde busca perfilarse como un político con el cual se puede hablar y entender. Cálix ha dicho que respetará los resultados gane quien gane.
Los otros dos aspirantes liberales, la diputada Maribel Espinoza, quizá la que tiene más claro el rumbo del partido y del país, aunque no le dan mucha ventaja, ha logrado montar estructuras, la segunda después de Cálix, tiene una planilla de designados presidenciales de lujo, pero no goza del apoyo de la cúpula partidaria. Maribel Espinoza también dice respetará al ganador, al destacar la importancia de la unidad y de sacar a Libre del poder.
En tanto Luis Zelaya, que busca otra vez la candidatura presidencial, no tiene tantas opciones, pero posee algunas pocas estructuras. Junto a Espinoza tienen claro los problemas del país, pero no gozan de las simpatías de las cúpulas. En esta vuelta por querer ser presidente, Zelaya enfrenta las críticas de ser “caballo de troya” del oficialismo. El exrector universitario rechaza esas acusaciones, reitera que es el único liberal de verdad y no ha dejado claro si al concluir las primarias, respetará los resultados y se sumará a la unidad liberal, la búsqueda de la presidencia y la salida del oficialismo del poder.
Será en el partido Liberal en donde los resultados de las primarias serán los más controversiales, si no se respetan los resultados y no hay unidad, la suerte de ese partido estará echada dicen los analistas. Por eso estiman que las elecciones primarias del 9 de marzo serán las más decisivas en la encrucijada en que se encuentra la democracia hondureña.
Lo único claro que tiene el bipartidismo al término de sus elecciones primarias e internas, es que Libre tendrá una candidata que les espera para la contienda final: la abogada Rixi Moncada, revestida por el poder de la institucionalidad y quizá también por el poder de las armas de una cúpula militar que ha entrado al juego de la politización militante. (PD).