Los desacertados y descontextualizados mensajes del expresidente y asesor presidencial Manuel Zelaya Rosales y de la presidenta Xiomara Castro con relación a la guerra que el Estado de Israel declaró al grupo terrorista Hamas, tras la bestial masacre y el secuestro de alrededor de 1,400 judíos, y el posterior cierre “temporal” de la embajada de Israel en Tegucigalpa, son una señal inequívoca de que las relaciones diplomáticas entre ambos países no transitan por su mejor momento.
Como periodista que estoy permanentemente informado de los acontecimientos políticos, sociales y económicos que ocurren en el país, me llamó poderosamente la atención que luego de los desconcertantes mensajes de la pareja presidencial, la embajada israelí tomó la decisión de cerrar temporalmente su sede diplomática en el Centro Cívico Gubernamental (CCG), aduciendo medidas preventivas frente a las protestas antisemitas en todo el mundo.
Un cierre temporal que no calza con la lógica, considerando que el CCG es prácticamente un búnker rodeado de oficinas públicas y con un amplio cordón de policías, militares y hasta seguridad privada. Nadie en su sano juicio se atrevería a cometer un acto de violencia contra la embajada israelí en ese lugar, a menos que el Gobierno se lo permitiese a través de los violentos colectivos de Libertad y Refundación.
Las explicaciones del embajador israelí en Tegucigalpa, Eldad Golan Rosenberg, con relación a este asunto, han sido escuetas y moderadas siguiendo el lenguaje utilizado en los protocolos diplomáticos; sin embargo, sería ingenuo desconocer que a lo interno de la comunidad judía en Honduras y del gobierno del premier Benjamín Netanyahu existe un profundo desconcierto y malestar por los desacertados mensajes de las dos principales figuras políticas del país, ahora en el poder, que contrastan con el comunicado inicial emitido por la Cancillería hondureña.
En los últimos días, Manuel Zelaya y Xiomara Castro se han pronunciado sobre el tema desde una perspectiva evidentemente parcializada y sesgada, siguiendo la tónica de líderes y gobiernos de izquierda de la región y el mundo, como Gustavo Petro en Colombia y Evo Morales en Bolivia, que se resisten y se niegan a condenar energéticamente la inhumana y brutal incursión de Hamas y la posterior masacre de cientos de bebes, niños y ancianos en las indefensas comunidades colectivas judías, localizadas en la frontera sur y colindantes con la Franja de Gaza.
Aparentemente los Zelaya-Castro y sus aliados pretenden intencionalmente ignorar que esta es una guerra que Hamas inició alevosamente con la brutal e inhumana cacería y masacre de civiles israelíes en los kibbutz, y que el Estado de Israel simplemente respondió en cumplimiento a su legítimo derecho a la defensa y su obligación ineludible de proteger a sus ciudadanos y su tierra de los ataques de las hordas terroristas de este grupo criminal, que el mismo presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, catalogó que “no representa al pueblo palestino”.
Con esto no pretendemos justificar la guerra y decir que las vidas de los ciudadanos israelíes perdidas en este irracional ataque terrorista valen más que las vidas de los civiles palestinos que se han perdido en los últimos bombardeos israelíes sobre el enclave palestino; al contrario, tratamos de contextualizar que toda vida que se pierda es sumamente valiosa y que es obligación de todos los gobiernos del mundo contribuir a evitar que se siga derramando más sangre inocente.
Por supuesto hay que destruir y acabar con la arquitectura terrorista de Hamas en la Franja de Gaza con todos los medios militares e inteligencia disponibles, pero debe hacerse sin que más vidas de ciudadanos civiles israelíes y palestinos inocentes se sigan perdiendo.
Es importante también contextualizar que esta guerra del Estado de Israel está dirigida a los terroristas de Hamas y no contra el sufrido pueblo palestino que es y ha sido víctima inocente de las acciones de este grupo criminal y que sufre un secuestro permanente en su propia tierra por un gobierno de facto instalado en esa pequeña y poblada franja de tierra desde 2007, tras la retirada del ejército israelí.
Israel y Honduras establecieron relaciones diplomáticas oficiales en 1950, tres años después del restablecimiento del Estado Hebreo y las mismas pasaron por su mejor momento en los últimos dos años del gobierno anterior cuando ambos estados acordaron trasladar la embajada hondureña a Jerusalén y reabrir la sede diplomática de Israel en Tegucigalpa.
En junio de 2021, Honduras oficializó el trasladó de su embajada de Tel Aviv a Jerusalén en acompañamiento a la misma medida abanderada y adoptada por Estados Unidos, que fue luego seguida por otros países de Latinoamérica y el mundo como Guatemala, Paraguay, Rumania y República Checa, en un tácito reconocimiento de Jerusalén como capital eterna e indivisible de Israel.
Históricamente, Honduras e Israel han estado hermanados por la fe y por principios y valores religiosos, políticos, ideológicos y democráticos. También, han mantenido importantes lazos de cooperación en materia de seguridad, agricultura y tecnología, dado el fulgurante desarrollo y avances de esta nación en esos y otros campos de la ciencia y el conocimiento.
En ese contexto, no se puede desconocer esa relación histórica de hermandad y de cooperación permanente entre ambos pueblos, razón por la cual se hubiera esperado del Gobierno hondureño de Xiomara Castro una condena mucho más enérgica contra las acciones bestiales de Hamas hacia la población civil hebrea y un respaldo a la legítima defensa de Israel, sin obviar, por supuesto, el respeto a los derechos humanos de los palestinos.
Lamentablemente este gobierno es experto en destruir relaciones históricas con pueblos hermanos, ya lo hizo con Taiwán y ahora se encamina a hacerlo con Israel y Estados Unidos con sus posiciones antagónicas dictadas por otros oscuros personajes y gobiernos y no por el interés general del pueblo hondureño.
Además, en este gobierno prima la incoherencia en sus relaciones internacionales y carece de una política exterior alineada con los principios fundamentales como el respeto a la pluralidad de ideas, la independencia de poderes, respeto al sistema democrático y protección de los derechos humanos.
Es por eso que vemos una administración gubernamental más alineada en defender regímenes dictatoriales y despóticos de izquierda como los existentes en Venezuela, Cuba y Nicaragua y contradictoriamente soslaya o se hace de la vista gorda en condenar los abusos de estos regímenes contra su población, visto así no nos extraña que apoye más Hamas que al pueblo israelí o palestino víctimas de este grupo terrorista.
Por cuestiones eminentemente ideológicas no podemos seguir poniendo en precario el interés de los hondureños y destruyendo las relaciones cordiales de hermandad y cooperación con países con los cuales compartimos los mismos principios y valores democráticos.