¿Habrá elecciones?

Por Dagoberto Rodriguez

Es la pregunta que regularmente me hacen amigos, conocidos, vecinos y hasta los mismos colegas por mi condición de periodista y por qué deducen que somos las personas que estamos mejor enterados de los entresijos de la política y los avatares del poder que se dan en el país.

Mi respuesta siempre es la misma: nosotros como ciudadanos y como sociedad debemos de garantizar que haya elecciones y evitar que otra vez el país se vea sometido a una crisis política como la del 2009, cuando de forma abrupta se expulso del poder a Manuel Zelaya por sus ambiciones y planes continuistas alentados y financiados desde Venezuela.

Las aspiraciones de los que detentan el poder siempre es continuar al frente de la cosa pública para seguir contratando al familión, gozando de los privilegios y las canonjías que les concede manejar a su antojo el presupuesto nacional, las instituciones públicas y decidir sobre la vida de los ciudadanos.

Con base a esa lógica, es muy seguro que el Partido Libertad y Refundación (Libre) se asegurará de lograr ese objetivo y continuar con su fallido “proyecto refundacional”, por las buenas o por las malas, por las vías legales que establecen las leyes o por la ilegal como pretendió Manuel Zelaya a través de una consulta popular que le allanara el camino a una Constituyente en 2009.

Hay un refrán que dice que por la víspera se conoce a los santos o por la víspera se conoce la fiesta. Pues bien, si tomamos este refrán como punto de partida nos daremos cuenta que Libre y sus dirigentes han mostrado una sistemática conducta de irrespeto a la ley y las instituciones democráticas.

Como ejemplo, enumero solo algunos casos: La elección ilegal de la JD del Congreso que impuso a Luis Redondo, la elección ilegal del Procurador y Subprocurador de la República, la aprobación ilegal de la incorporación a la Corporación Andina de Fomento (CAF), la imposición ilegal del fiscal Johel Zelaya, la elección de la Corte Suprema y la imposición del coordinador de la Sala Constitucional, la lista es interminable.

A mi modo de ver Manuel Zelaya y su séquito buscara retener el poder de cualquier forma y se valdrá de todas las argucias que tenga a la mano, por algo es un viejo zorro de la política que intentará nuevamente asestarle el zarpazo final a la débil democracia hondureña en complicidad con sus socios de dentro y fuera de su partido que buscan seguir manteniendo los jugosos privilegios que concede el poder o evitar terminar tras las rejas, hablo de liberales, nacionalistas, empresarios etc, etc.

El Gobierno de Libre controla todas las instituciones públicas y los tres poderes del Estado, maneja a discreción el mayor presupuesto de la historia democrática del país, tiene a su servicio a la servil cúpula de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, controla el Ministerio Público y la Sala Constitucional y cuenta con el apoyo incondicional del Foro de Sao Paulo que aglutina a la izquierda latinoamericana. Con todo esto: qué le puede impedir que repita la deplorable y repudiable historia de ilegalidad, fraude y represión de Venezuela para perpetuar a su socio Nicolás Maduro.

Lo único que podrá detener las ambiciones reeleccionistas o continuistas del Gobierno de Manuel Zelaya, Xiomara Castro y sus familiones, es una ciudadanía hondureña activa, una sociedad civil beligerante y exigente, una oposición política denunciante y unida que ponga de lado sus intereses partidarios y personales y una comunidad internacional mucho más vigilante.

¿Habrá elecciones? Es una pregunta que sigue resonando con inquietud en la mente de muchos hondureños. En un país donde la historia reciente ha estado marcada por crisis políticas y golpes de Estado, la posibilidad de que las urnas vuelvan a estar en riesgo no es una preocupación infundada. Pero la respuesta no radica únicamente en el actuar de quienes detentan el poder; está en nuestras manos, como ciudadanos y como sociedad, garantizar que el derecho a elegir a nuestros líderes se mantenga intacto.

El gobierno actual ha mostrado, con hechos concretos, su inclinación a torcer las normas y perpetuar un proyecto que recuerda a la nefasta historia de regímenes autoritarios en la región. La ciudadanía ya ha sido testigo de un continuo irrespeto a la ley, de elecciones ilegales en cargos clave, y de la manipulación descarada de instituciones que deberían ser guardianas de la democracia. No es una exageración prever que se buscarán todas las vías posibles, legales o no, para mantenerse en el poder, repitiendo el oscuro camino que llevó a Venezuela a la ruina.

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