Por Alberto García Marrder
Especial para Proceso Digital, La Tribuna y El País de Honduras
Cuando el consumidor estadounidense empiece a quejarse de que los productos mexicanos importados valen el doble de precio en el 2025, en la Casa Blanca de Donald Trump tendrán un serio problema.
Pero esa es una sola consecuencia de la guerra comercial que el presidente electo ha comenzado al anunciar que a partir del 20 de enero (día de su toma de posesión) impondrá un arancel de un 25 por ciento a las importaciones de México y Canadá.
Y Trump amenaza también con una deportación masiva de inmigrantes indocumentados que se encuentran actualmente en el país de forma ilegal hasta que México impida o frene el paso de migrantes, mexicanos y centroamericanos a Texas.
La nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ya anunció que su país tomará represalias y que adoptará aranceles a las importaciones norteamericanas, que podrían afectar a unos 800,000 obreros.
Y en Canadá, el Primer Ministro, Justin Pierre Trudeau, dijo –aunque en términos muy conciliatorios- que su país, a pesar suyo, tendrá que tomar represalias.(Trudeau hizo el viernes pasado el peregrinaje de moda, dejarse ver en Mar-a-Lago, en la mansión de Trump en West Palm Beach , en Florida. Y comió con el presidente electo, bajo fuertes presiones en su país, para que convenza a Trump de que no imponga esos aranceles. Vano intento, es una promesa electoral republicana
Eso pasa en tres países que comparten fronteras y un tratado de libre comercio (antes era NAFTA), precisamente ratificado por Trump en su primer mandato presidencial. Pero no será la primera vez que Trump ignore un tratado.
El mundo tiene que asumir que serán cuatro años trepidantes desde Washington por un extravagante presidente que le importa un bledo los acuerdos internacionales. El va a lo suyo. A ejercer su inmenso poder como un gallito, arropado por una corte de aduladores que nunca le llevarán la contraria. Y él exige que le sean leales, cien por cien. Nadie se atreverá a decirle que se ha equivocado.
El diario económico “The Wall Street Journal” dice que al existir un intenso comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, la aparición de aranceles ocasionará unas vastas consecuencias: “Estas tarifas empujaran altamente los precios del acero y el aluminio en los Estados Unidos porque Canadá y México son los dos principales suministradores de estos metales”, quien recuerda también que casi todo el petróleo de Canadá se vende en los Estados Unidos.
La pregunta necesaria sería si alguien del futuro gabinete de Trump ¿sería lo suficiente valiente para advertirle de las consecuencias nefastas de estos aranceles, cuando suba la inflación a niveles alarmantes? No, salvo tal vez, Elon Musk.
Musk, (sudafricano de nacimiento) es el hombre más rico de mundo y desde el 5 de noviembre (día de las elecciones pasadas) es inseparable de Trump en Mar-a-Lago, (hasta que el presidente electo se harte de él) y no necesita ser nombrado para un cargo. Sí que lo ha nombrado, junto con otro millonario, Vivek Ramaswamy, para la función simbólica de reducir la burocracia estatal.
Sobre la deportación masiva de inmigrantes indocumentados que ha prometido Trump, va ya en marcha. Se estima que hay más de once millones, principalmente mexicanos, aunque el presidente electo habla de veinte millones. Ya se han establecido unos campos con tiendas de campaña y hay planes de darles más control a las autoridades locales de Texas (sheriff) en vez de las estatales.
Miles de “ilegales” viven ahora con el temor de ser detectados. Y la maleta o mochila lista, por si acaso. Es la era Trump.