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Galileo y el triunfo de la ciencia

José S. Azcona

En la historia encontramos una secuencia de descubrimientos e inventos que nos permiten comprender y potenciar nuestro conocimiento para un mayor avance de la humanidad. En muchos casos, los efectos y el aprovechamiento de los descubrimientos se pueden percibir a futuro. 

Son pocos los ejemplos de un invento trascendente (en este caso, el telescopio), que acompañe la validación de una teoría importante sobre dónde corresponde el planeta tierra en el universo (el heliocentrismo vs el geocentrismo). Esto, acompañado de una capacidad de divulgación y polémica que acelerase la difusión del nuevo pensamiento.

En muchos otros descubrimientos humanos, la adopción de reformas o el conocimiento de su impacto es muy diferido a lo largo del tiempo. En el caso de un descubrimiento óptico de similares características al telescopio, casi simultáneo al mismo, debieron pasar casi 250 años para que se estableciera la relación entre los microorganismos y las enfermedades (gracias al genio de Pasteur). 

Galileo Galilei, nacido el 15 de febrero de 1564 en Pisa, Italia, fue un destacado astrónomo, físico y matemático. A menudo considerado el padre de la ciencia moderna, hizo importantes contribuciones al método científico y a la comprensión del universo. Galileo también realizó experimentos sobre el movimiento, estableciendo principios fundamentales de la cinemática.

Estudió en la Universidad de Pisa, donde se interesó por la física y la astronomía. En 1609, perfeccionó el telescopio, lo que le permitió realizar observaciones revolucionarias.

Descubrió los cuatro satélites de Júpiter, las fases de Venus y las manchas solares. La evidencia empírica contradecía las teorías aceptadas en su tiempo sobre la perfección de los cuerpos celestes, borrando la distinción entre la Tierra y los demás.  Al desaparecer una justificación para considerar diferentes las reglas de la física en la Tierra y fuera de ella, esto habría nuevas avenidas de pensamiento.  Sus observaciones eran más afines con el heliocentrismo propuesto por Copérnico y no se podía cuadrar con las creencias aristotélicas predominantes. 

Sin embargo, sus ideas chocaron con la Iglesia Católica, que defendía la visión geocéntrica, al no poder todavía hacer una separación intelectual entre la esfera espiritual y la de la ciencia. En 1616, fue advertido de no promover el heliocentrismo y la materialidad similar de los cuerpos celestes, pero él continuó desarrollando y exponiendo sus teorías con cada vez mayor soporte.

Su obra “Diálogo sobre los dos sistemas del mundo” es un hito en la historia de la ciencia.  El diálogo está estructurado como una conversación entre tres personajes: Salviati (que representa las ideas de Galileo), Sagredo (un interlocutor neutral) y Simplicio (que defiende el modelo geocéntrico). A través de sus discusiones, Galileo presenta evidencia observacional, como las fases de Venus y los satélites de Júpiter, para argumentar a favor del heliocentrismo.

Además de la astronomía, el texto aborda temas filosóficos, cuestionando la autoridad de los antiguos y promoviendo la observación y la experimentación como bases del conocimiento científico. 

Este desafío fue demasiado y en 1633 fue juzgado por la Inquisición, resultando en su condena y arresto domiciliario. Al salir del juicio, habiendo tenido que retractar el heliocentrismo de forma formal se dice que exclamó E pur si muove.   Parafraseado significa: “De que se mueve, se mueve”, estableciendo claramente la preminencia del conocimiento sobre cualquier dogma. Contrario a la memoria popular, no fue maltratado y pudo continuar en comunicación con el resto del mundo.

Galileo continuó escribiendo y trabajando en sus teorías. Falleció el 8 de enero de 1642, dejando un legado que transformó la ciencia y el pensamiento moderno. Galileo nos enseña a cuestionar los prejuicios anteponiéndole el intelecto y el conocimiento. Su valentía al desafiar dogmas estableció las bases para el desarrollo científico futuro.

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