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Excombatientes de 1969 pierden batalla contra el COVID

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Tegucigalpa – Esta semana se cumplieron 51 años desde que estalló la guerra entre Honduras y Salvador, -el 14 de julio de 1969-, y los veteranos de guerra hondureños lamentan que en la actualidad pierden un batalla diferente, contra el COVID-19, que ya les deja 67 bajas en cuatro meses de pandemia.

– El excombatiente Maximiliano Arita lamentó que no tienen un reconocimiento de la patria por sus servicios prestados y únicamente los voltean a ver cada vez que se celebra un nuevo aniversario de la guerra.

– Honduras y El Salvador se distanciaron por 11 años después de la guerra de 1969.

La también llamada “Guerra de las 100 horas” dejó considerables bajas en ambos bandos y versiones periodísticas hondureñas y salvadoreñas aseguran que vencieron al final de la disputa bélica.

Informaciones de la época dan cuenta que el objetivo de la columna invasora que avanzaba por el departamento de Ocotepeque era cruzar todo el occidente hasta llegar a Puerto Cortés, en el Caribe hondureño, quizá desconociendo que Honduras, pese a sus múltiples limitaciones de logística, enviaba refuerzos por vía aérea hasta Santa Rosa de Copán, de donde se desplazaban por tierra hasta Ocotepeque.

El excombatiente Arita condecorando el año pasado, el 14 de julio en Ticante, Ocotepeque.En entrevista con Proceso Digital, el excombatiente Maximiliano Arita Mejía (70), quien tenía 19 años en aquel julio de 1969, narró que “estaba estudiando en esa época por parte del Ejército, me tenían asignado a la inteligencia al mando del teniente de Infantería Blas Ramírez Mathews (QEPD), nuestra misión era llevar información cada seis horas que obteníamos a través de pequeños binoculares, walkie-talkie y una libreta en la que anotábamos los movimientos de las tropas salvadoreñas”.

Ingresado a las filas del Ejército en noviembre de 1966, Arita recuerda que en junio de 1967 entró a suelo hondureño un convoy salvadoreño que fue capturado en el parque de Ocotepeque. “El convoy se componía de dos comandos que traían 44 elementos de tropa y dos oficiales, se capturaron y se llevan a Santa Rosa de Copán al siguiente día por la tarde”, rememoró en el preludio de lo que ocurrió dos años después.

Jeep artilladoJeep artillado capturado en San Rafael de las Mataras.Agregó que a los detenidos salvadoreños se les asignó una cuadra para que convivieran junto al Ejército hondureño. “Ellos permanecieron por mucho tiempo y de El Salvador incluso les venían a pagar, ellos tenían sus privilegios y salían los fines de semana. Estuvieron muchos meses y a inicios de 1969 se entregan a las autoridades, pero ya habían recopilado información de nuestros movimientos, nuestra formación militar y pudieron elaborar muy buena lectura”, apostilló.

“Fue uno de los errores más crasos que cometimos en ese momento”, calificó.

Arita recordó que en la línea de fuego de occidente hubo 21 muertos por parte de la tercera zona y 44 muertos del Tercer Batallón, más 32 heridos y más 58 prisioneros de guerra.

Maximiliano Arita6Maximiliano Arita con dos amigos:
Ramón Murillo y Óscar España.
Consultado en torno a cuántas bajas le causó al Ejército salvadoreño, refirió que “uno no tiene la certeza de cuántos… así como ellos disparaban de aquél lado, nosotros disparábamos de este. Ellos nos superaron en armas, en números y en otras cosas. Aquí, desde nuestra parte en la trinchera, solo sacábamos la cabeza y a disparar en una secuencia de recarga y descarga”.

El equipo bélico y tropas de los hondureños fueron «inferiores», además, los catrachos portaban armamento y munición de la Primera y Segunda Guerra Mundial, fusiles Mauser. El más moderno era un M1, morteros 60 y muy raramente morteros de 81 milímetros. Mientras, El Salvador estaba armado con fusiles G3, de origen belga, y obuses de 120 y 105 milímetros, entre otros pertrechos.

Calificó que la Fuerza Aérea Hondureña fue fundamental para defender el territorio de las amenazas salvadoreñas.

A la pregunta sobre quien triunfó en la disputa, respondió: “Me da nostalgia responder esa pregunta, siempre lo he dicho, ninguno de los dos países ganó porque se perdieron vidas muy valiosas tanto de un lado como de otro. Siempre lo remarco que fue una guerra que no tuvo que haber sucedido, dos pueblos hermanos enfrentados y ni siquiera nosotros sabíamos las razones por las que peleábamos”.

Recordó que Ocotepeque fue uno de los pueblos mártires de la mal llamada “Guerra del Fútbol” porque estalló después del encuentro clasificatorio entre las selecciones de ambos países para el Mundial de México 1970.

El entrevistado citó que “ellos, – salvadoreños -, entraron hasta San Rafael de las Mataras, se tomaron otros pueblos del sur de Lempira, San Marcos de Ocotepeque, Mercedes de Ocotepeque, ahí saquearon porque no podían llevarse las cosas por carro, pero aterrizaron aviones para llevarse las cosas, a Ocotepeque lo dejaron prácticamente en la ruina”.

Tachó que muchos libros escritos sobre aquellos acontecimientos de 1969 no responden a la verdad de los hechos. “Muchos tienen lagunas, otros exageraciones, pero a mí nadie me puede contar porque yo viví la guerra”, externó.

Pandemia también lo ha mermado

Maximiliano Arita, quien reside en la ciudad de Nueva Ocotepeque, cabecera departamental, es fiscal de la Asociación de Veteranos de Guerra de Honduras, que actualmente la integran más de 2 mil 200 miembros.

Lamentó que desde que entró la pandemia a Honduras -marzo de 2020- han tenido 67 bajas de veteranos de guerra muertos por el COVID-19.

Remarcó que la pandemia de COVID los ha azotado, “solo en el comando 6 de San Pedro Sula hay 21 fallecidos, en el comando 1 de Tegucigalpa ya van 24”, citó.

Maximiliano Arita5Arita y varios excombatientes en el Cementerio de los Héroes.“El viernes me informaron el último deceso de un excombatiente que vive en Marcala, ya suman 67 compañeros que han muerto por el virus”, externó.

Desglosó que vivos quedan alrededor de 2 mil 260 veteranos de guerra distribuidos en 14 comandos, los que a partir de 2009 mediante ley del Congreso reciben un estipendio de 9 mil 703 lempiras mensuales.

“El 90 por ciento de los compañeros vive exclusivamente del beneficio otorgado por el Estado y muchas veces cuesta que nos hagan las transferencias, eso es horrendo para muchos que tienen enfermedades de base”, reclamó.

El pequeño cementerio de Arlington

Maximiliano Arita3El “Cementerio de Héroes” fue levantado por iniciativa del excombatiente hondureño, el sargento primero Maximiliano Arita, quien además es el jefe del “Comando 12 Sargento Primero Eleuterio Banegas Zavala”.

En el camposanto yacen los restos de 79 soldados, clases y oficiales, 61 muertos en combate en Ticante y 18 en San Rafael de las Mataras, hasta donde llegaron las tropas salvadoreñas en su incursión por Ocotepeque, región fronteriza con El Salvador.

En entrevista con Proceso Digital, Arita afirmó que “este cementerio es similar al de Arlington en Estados Unidos. Un general el año pasado llamó a este camposanto el pequeño Arlington”, recordó.

(El Cementerio Nacional de Arlington en Arlington, Virginia, es un cementerio militar estadounidense establecido, durante la Guerra de Secesión).

Puntualizó que esa guerra de 1969 es un recuerdo que lo llevará hasta la tumba. “Venir a este camposanto, empiezo a recordar a los 21 compañeros que murieron, con todos ellos yo conviví… puedo hablar de un Eleuterio Banegas Zavala, Jorge Alberto Regalado, Atanasio Milla, Marco Tulio Flores, Luis Alonso Hernández Alvarado, entre otros”, relató.

Finalizó su remembranza pidiendo a los gobernantes que nunca más recurran a un conflicto bélico para sortear las diferencias de cualquier tipo. “Sin el diálogo no se puede resolver cualquier problema que tengamos con otros países”.

Maximiliano Arita4En el camposanto yacen los restos de 79 soldados, clases y oficiales, 61 muertos en combate en Ticante y 18 en San Rafael de las Mataras.El conflicto armado finalizó el 18 de julio de 1969 con la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA), en un ambiente de falso triunfalismo en los dos países, alentado por periodistas de ambos lados que, con algunas excepciones, durante la guerra también exacerbaron los ánimos entre los dos pueblos.

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