El triaje se comenzó a aplicar en el campo de batalla en el siglo XIX. El equipo médico de Napoleón, contando con recursos limitados, dio prioridad a la atención de pacientes que pudiesen retornar al frente lo más pronto. Le seguirían aquellos con posibilidades de recuperación. Los factores que definieron las prioridades de la asistencia médica fueron dos, la naturaleza del grupo y su propósito: en ese caso era un grupo militar cuyo objetivo era la victoria. Esta era una noción consecuencialista de triaje.
El concepto de triaje ha evolucionado desde entonces, así como las circunstancias a las que se aplica. En la pandemia de hoy, por ejemplo, las prioridades de vacunación están al frente de la discusión en muchos países. En Brasil la prioridad para la primera ronda de vacunaciones incluyó a la población indígena, pero la definición de ese grupo ha sido confusa. En India, la prioridad está dedicada a los trabajadores de atención médica y de primera línea, seguidos por el grupo de mayores de 50 años y los menores de 50 con comorbilidades asociadas. Otros países han adoptado políticas similares.
Sin duda, se trata de decisiones soberanas. No obstante, se deben respetar los principios de igualdad en la dignidad y en el valor de todas las vidas, sin discriminación, como se proclama en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) y en los instrumentos internacionales posteriores. Estos principios complementan cualquier marco ético que deba diseñarse para comprender los dilemas del triaje relacionados con la edad, la discriminación y la igualdad. De acuerdo con Bhatt V, Michalowski S, Wyllie A, et al, “El principio de salvar más vidas es un ejemplo clásico de un marco ético consecuencialista. Es decir, determina el contexto ético del triaje definiendo el resultado deseado. Un enfoque de triaje basado en las normas de derechos humanos reconocerá que existen limitaciones éticamente significativas sobre los medios por los que se debe lograr ese objetivo”. Véase “Human Rights and COVID-19 triage: a comment of the Bath protocol” por Bhatt V, Michalowski S, Wyllie A, et al (J Med Ethics Epub 16 de abril de 2021).
En efecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha propuesto consideraciones éticas y principios básicos a observar en la decisión sobre las prioridades. Los principios incluyen igualdad, mejor resultado, priorizar a los más desfavorecidos y priorizar a quienes tienen la tarea de ayudar a los demás.
Las consideraciones éticas también tienen que ver con las decisiones de los gobiernos y de los fabricantes de vacunas en función de garantizar una distribución justa de las vacunas y el acceso a ellas en todo el mundo. La OMS incluye como justificación para priorizar la distribución, a aquellos países cuya población, de ser vacunada, evitaría la mayor propagación del virus. También pide a la industria farmacéutica que proporcione un amplio acceso a los datos clínicos de todos los medicamentos y vacunas nuevas, con el fin de apoyar a los académicos, investigadores y la industria, en el desarrollo de vacunas y medidas terapéuticas. El acaparamiento de vacunas y mantener la confidencialidad de su información no se corresponde con estos objetivos.
En el contexto multipolar actual y especialmente en un mundo que padece de escasos recursos para combatir la pandemia, la geopolítica influye. Descuidar a los aliados tradicionales de un país cuando están necesitados urgentemente de apoyo para combatir la pandemia, es abrirle la oportunidad a otro para ganar espacio político y económico. La ausencia de compromiso con la asistencia humanitaria básica que se espera de un amigo, socio y aliado es un terreno fértil para probables cambios en la política exterior. No obstante, atajar esos cambios es función del cálculo diplomático en las relaciones internacionales. Para muestra un botón. Sin darle barniz alguno a la cruda realpolitik, una congresista estadounidense anunció en su red social que “presenté la legislación AMIGOS para suministrar vacunas estadounidenses contra Covid-19 a los hermanos latinoamericanos. Tenemos que combatir la influencia de Rusia y la China comunista en la región”.