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Es más que ingresos y gastos

Julio Raudales

Nadie repara en las cantidades oceánicas que el estado se gasta en nombre de nuestro bienestar.

¡Claro que estallamos en rabia cuando el vehículo se daña porque cayó en un bache! Y las quejas no se hacen esperar si al tener que ir a una oficina pública por un trámite, el encargado te mira como si fueras el enemigo o si al ir a una clínica u hospital del estado, te dan cita para dentro de 6 meses y luego de la espera te dicen que no hay medicamentos.

¿Para qué sirve el gasto público en un país como Honduras?

Los que medianamente nos informamos, sabemos que en las escuelas públicas no se entrega educación de calidad, ya sea porque carecen de la infraestructura adecuada, los materiales y recursos didácticos actualizados y la tecnología necesaria para que los docentes den un buen servicio o simplemente porque no hay un número de centros que cubra la demanda, a pesar de que cada vez quedan menos jóvenes en el país. Muchos se van.

La desnutrición en la niñez sigue siendo la más alta del istmo. Así lo demuestra un reciente informe del Banco Mundial: 23 de cada 100 menores de 5 años tiene una talla que no coincide con su edad y más de 31 de los infantes tiene un peso bajo. ¿Qué futuro nos espera si estos menores ya están desde hoy, condenados a la miseria?

La mortalidad y morbilidad infantil persisten y se han acelerado en los últimos 25 años. El dengue, la malaria y otras enfermedades vectoriales continúan sin ceder y vuelven a la población cada vez más vulnerable. Es cada vez mayor el porcentaje de niñas y niños que padecen enfermedades respiratorias y, la creciente población mayor de 65 años pervive con sus enfermedades, achaques y falta de esperanza.

El sistema de justicia continuará manejado por los propietarios de los partidos, al menos durante los próximos 7 años; han pasado más de 18 meses desde la elección de la nueva corte y la mora judicial sigue intacta. El Ministerio Público propala circos sin circunstancias. Nada nos dice que algo va a cambiar por ese lado.

La violencia se incrementa, poniendo la soberanía y seguridad en mayor riesgo. Bandas criminales asolan los territorios y la situación es peor entre más alejados de las urbes. Las autoridades, aquellas a quienes pagamos para que diseñen la estrategia que ejecutará la policía, pelean acremente en los medios, aumentando nuestra sensación de abandono.

¿Para qué diablos sirve el gasto público?

Por el lado de los ingresos, si hemos de creer las cifras de SEFIN, al 15 de agosto se ha conseguido la mitad de los fondos necesarios para cubrir los gastos programados en el Presupuesto. ¿Es esa la razón por la que la ejecución, sobre todo en el programa de inversión, es tan baja?

La información proveída por el gobierno señala que sí, en efecto, se ha gastado el 97% de lo que se programó para sueldos y salarios. La inversión en bienes de capital, sin embargo, no llega a la mitad. En efecto, los prometidos hospitales no marchan, continuará el déficit en las escuelas y no parece haber grandes cambios en la provisión de servicios.

¿Para qué más ingresos si no ejecutan lo que programan?

Pero la economía, a diferencia de la siempre útil contabilidad, es más que ingresos y gastos. Lo que diferencia a esta ciencia social de las otras, es la posibilidad de medir y entender el valor social de los bienes que luchamos por proveernos con o sin gobierno. Se trata entonces de entender y poner en marcha los incentivos para que dicha provisión sea ordenada y lo más cercana posible al cumplimiento de nuestros anhelos.

El estado puede tener un papel importante, pero la experiencia nos indica que, en aquellos países donde este rol es limitado, las cosas funcionan de manera más sostenible que en aquellos en los que interviene demasiado.

El problema es que los gobernantes se dedican a esquilmar a la población mediante el cobro de impuestos y no conformes con ello, se endeudan para cubrir los déficits que deja su nefasta manera de expropiar a la ciudadanía. Con ello comprometen además a las generaciones futuras.

Si no somos capaces de entender y parar esa atrabiliaria costumbre no habrá futuro porque el gobierno ha demostrado que no sirve para resolver problemas. ¡El gobierno es el problema!   

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