Los artífices de la desastrosa invasión y ocupación de Estados Unidos en Irak no tardaron en aparecer ante las cámaras para hablar en los programas de noticias de la televisión por cable. El grupo insurgente conocido como Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés) está arrasando en Irak. Una tras otra, está tomando el control de las ciudades del país y se acerca a Bagdad, en lo que ha sido calificado de “avance relámpago”, que incluyó la ejecución sumaria de varias personas.
El ISIS surgió como consecuencia del agravamiento de la guerra civil siria, y explotó eficazmente la inestabilidad reinante en dicho país, así como la debilidad del Gobierno del Primer Ministro iraquí, Nouri al-Maliki, conocido por su corrupción. Con tan solo unos miles de soldados armados, el ISIS logró derrotar al ejército iraquí, que cuenta con cientos de miles de soldados entrenados y equipados por las fuerzas estadounidenses de la ocupación, todo esto financiado con dinero de los ciudadanos de Estados Unidos.
Dick Cheney, Paul Wolfowitz, William Kristol y Paul Bremer, entre otros miembros de la pandilla de George W. Bush, tuvieron amplio espacio en las cadenas de televisión y en la prensa para arremeter contra el Presidente Obama y culparlo de la actual crisis en Irak. Estos políticos y opinólogos profesionales no están menos equivocados hoy en día de lo que estaban cuando nos quisieron vender la guerra de Irak en 2003.
Una persona que conoce bastante bien la situación en la región y a quien no se le ha dado mucho espacio en los medios de comunicación estadounidenses es Lakhdar Brahimi. Brahimi renunció recientemente al puesto de enviado especial de las Naciones Unidas y la Liga Árabe para Siria. Desempeñó el cargo durante dos años, durante los cuales se encargó de supervisar las negociaciones de Ginebra que tienen como finalidad lograr la paz en Siria. Renunció tras haber reconocido el fracaso absoluto del proceso de paz.
En una entrevista realizada esta semana en el programa de noticias “Democracy Now” reiteró una advertencia que viene realizando hace tiempo: “La situación en Siria es como una herida infectada: si no se la trata adecuadamente, se esparcirá. Y eso es lo que está sucediendo”. A los 80 años de edad, Brahimi es un hombre con mucha experiencia. Luchó por la independencia de Argelia, contra la ocupación francesa. Más tarde fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores de Argelia, y luego se desempeñó como enviado de las Naciones Unidas en varias zonas de conflicto, como Haití, Sudáfrica y Afganistán. Es miembro de “The Elders” (Los Mayores), un grupo de diplomáticos jubilados formado por el ex Presidente sudafricano Nelson Mandela para trabajar por la paz mundial. Le pregunté a Brahimi cuál pensaba que había sido el peor error de Estados Unidos en Irak desde la invasión en 2003. Me respondió utilizando el cuidadoso lenguaje de un diplomático de carrera: “El error fue invadir Irak. Tras la invasión de Irak, quizá sea muy injusto al decir esto, pero me inclino a afirmar que cada vez que tuvieron la oportunidad de elegir entre hacer las cosas bien y hacerlas mal, muy pocas veces se optó por hacerlas bien”.
Brahimi está de acuerdo con muchos críticos que afirman que el Gobierno de Bush se equivocó al disolver el ejército iraquí después de derrocar al Gobierno de Saddam Hussein. En los diez años siguientes, Estados Unidos ha vendido, alquilado o cedido al Gobierno iraquí decenas de armas y equipamiento militar por miles de millones de dólares. La información pública sobre la venta de armas está desperdigada en diferentes sitios web del Gobierno de Estados Unidos e incluye el envío urgente de 300 misiles Hellfire, además de los acuerdos existentes para el envío de armas de bajo calibre, municiones, vehículos blindados Humvee, helicópteros de ataque Apache y el primer envío de aviones de combate F-16 para ser utilizados por Irak. Todas estas armas se están enviando al Gobierno de al-Maliki, que es objeto de condena por aislar a la población suní de Irak, lo que genera sectarismo y conflicto.
El Presidente Obama ordenó el envío al Golfo Pérsico del portaaviones USS George H.W. Bush y de dos buques destructores equipados con misiles dirigidos. Si bien en un principio afirmó que no enviaría soldados estadounidenses a Irak, al menos 275 militares fueron enviados para proteger la embajada de Estados Unidos en la denominada Zona Verde de Bagdad, además de 100 soldados de operaciones especiales. El Gobierno de al-Maliki solicitó también a Obama que lanzara ataques aéreos contra las fuerzas del ISIS.
Sami Rasouli es otra de las voces que no es escuchada con frecuencia en los medios estadounidenses. Es iraquí, pero se radicó en Estados Unidos en la década de 1970, donde puso un restaurante en la región de Minneapolis-St. Paul, en Minnesota, al que se dedicó durante años. Cuando la ocupación estadounidense de Irak empeoró hasta llegar al caos en 2004, vendió su restaurante y regresó a Irak, donde fundó el grupo Muslim Peacemaker Teams (Equipos de Musulmanes por la Paz) para ayudar a reconstruir su país. Desde Nayaf, en Irak, me dijo acerca de las fuerzas armadas estadounidenses: “Creo que deberían irse de la zona, que no deberían intervenir y que deberían poner fin a la guerra en Afganistán. Deberían retirar a sus fuerzas y dejar que los árabes y los países de la zona resuelvan sus problemas. No será fácil. Llevará tiempo, pero finalmente hallarán la forma de lograrlo”.
Las voces de los iraquíes que están en Irak y de los activistas por la paz en Estados Unidos nos dan lecciones importantes. En 2001, la representante demócrata de California, Barbara Lee, fue la única congresista que se opuso a la guerra como medida de represalia contra los ataques del 11 de septiembre: “El 11 de septiembre cambió el mundo. Nos acechan nuestros más profundos temores. Sin embargo, estoy convencida de que la acción militar no impedirá que se cometan otros actos de terrorismo internacional contra Estados Unidos. Es un asunto muy complejo. Ahora se aprobará esta resolución, pero todos sabemos que el Presidente puede iniciar una guerra sin nuestra aprobación. Sin embargo, por más difícil que sea esta votación, algunos de nosotros exhortamos a mantener la cautela. Nuestro país está de luto. Algunos de nosotros debemos decir: tomemos distancia por un momento, detengámonos a pensar un momento y reflexionemos sobre las repercusiones de las medidas que adoptaremos hoy para que la situación no se salga de control. En la ceremonia de homenaje a las víctimas, que fue muy dolorosa, pero a la vez muy emotiva, un miembro del clero dijo de manera muy elocuente: ‘Al actuar, no nos convirtamos en el mal que deploramos”. Esta semana, la representante Barbara Lee publicó en Twitter: “Seamos claros: Estados Unidos está cansado de la guerra. No existe una solución militar al conflicto sectario en Irak”. Y también están las voces nuevas. Su colega, la congresista de Hawaii Colleen Hanabusa, de filiación budista, presentó una enmienda para impedir las operaciones de combate en Irak. Al respecto, escribió: “Me he opuesto a la invasión y ocupación de Estados Unidos en Irak desde 2002 y creo que una mayor intervención militar carece de un objetivo definido y de un final claro”.
El propio Presidente Obama se opuso a la guerra de Irak. Hoy debería recordar aquella decisión.