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El Telegrama

Julio Raudales

Fue visita de médico, así nomás. Entraron, husmearon el “humor” de la economía y se fueron. Dejaron una breve nota para que quede constancia de que vinieron, pero esas lineas escuetas hablan más que mil palabras.

Los técnicos del FMI suelen ser así: puntuales, parcos, demasiado frugales a la hora de expresar su parecer, pero nunca tanto: “Tuvimos una conversación abierta y buena que deseamos continuar” reza el telegrama y de vuelta a Washington.

Parece lejana, entonces, la intención de concluir el programa firmado hace un año.  La ruta del país discurre ajena a lo que las buenas prácticas recomiendan para la marcha adecuada de la economía.

El brevísimo texto entierra las nobles esperanzas que hace casi tres años pusieron los hondureños de que las cosas pueden, por fin, cambiar. Se hace cada vez mas visible la angustia de los pequeños empresarios que deberán cerrar su negocio, como sucede desde hace mucho, debido a que el elevado costo de la energía no les permite competir y sacar adelante sus maestranzas.

La veintena de palabras, sin un solo guarismo, muestra de forma elocuente la creciente brecha comercial que se debe pagar día a día con las reservas internacionales del Banco Central, ya que las exportaciones merman, la inversión extranjera no entra en grandes cantidades y la rentabilidad que nuestra banca nacional paga por la inversión de capital, resulta tan poco atractiva que los dólares huyen en vez de llegar.

Solo la tozudez y enjundia de cientos de miles de jóvenes y mujeres, que cada año salen del país a buscarse la vida a los Estados Unidos y Europa, sostiene la cada vez más creciente carga de nuestras importaciones. De no ser por las remesas que envían a sus familias, el dólar se cotizaría a un precio inimaginable, dada la necesidad que el país tiene de bienes extranjeros para funcionar.

El telegrama expresa, además, sin decir una palabra al respecto, que no se harán efectivos los desembolsos por mas de 330 millones de dólares con los que el presupuesto del gobierno cuenta para cerrar la brecha fiscal de este año. ¿De dónde sacará la Secretaría de Finanzas la plata para financiar los compromisos contraídos? Es difícil saber.

Una opción es recurrir a deuda pública alternativa, interna o externa. Es sabido que obtener préstamos en la banca nacional o con los institutos de previsión es oneroso, pero dado que las opciones con instancias internacionales se ponen difíciles ya que la tasa de interés mundial se mantiene elevada y la prima de riesgo para países como Honduras no ayuda, pareciera que el endeudamiento interno es la única opción.

La otra alternativa es gastar menos. Hacer recortes al gasto. Se dice fácil, pero a estas alturas del año, el fisco tiene demasiados compromisos. Las unidades ejecutoras han firmado contratos con el respaldo del presupuesto vigente.

Cuando los medios de comunicación denuncian que a finales de agosto solo se ha ejecutado en promedio el 46% del presupuesto, no toman en cuenta que el renglón de sueldos y salarios ya se gastó en más de 90%, que falta aún asignar los más de 1,400 millones de lempiras para las elecciones primarias y que los procesos de adquisición del programa de inversión pública están en marcha.

Ojalá que no se les ocurra imprimir dinero inorgánico. Sería el inicio de la debacle, la asunción del descalabro como el que viven Argentina y Venezuela. No es la primera vez en la historia que un gobierno irresponsable opta por esa solución facilista y atrabiliaria. La ciudadanía debe mantenerse vigilante, ya que parece que el FMI sacó sus manos.

¡En fin! parece que el circo político que se avecina constituye, una vez más, la amenaza más importante a la estabilidad macroeconómica. Hay que permanecer vigilantes si es que mantenemos la esperanza de que este país hermoso y mal gobernado, sea por fin un lugar próspero del que nadie se quiera ir y al que muchos quieran venir.

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