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El sueño

Daniel Meza

El maestro de educación primaria concluyó que su futuro estaba más allá de la ciudad calurosa en donde residía.

Empacó sus pertenencias y se unió a una caravana de comerciantes que a lomo de mula hicieron 72 horas de marcha forzado para arribar a Tegucigalpa. Era la estación seca de 1943. Contrajo nupcias. Se dedicó al estudio autodidacta y en 12 años constituyó aquello que se convertiría en el capital de su familia: 6 hijos.

Seis hijos que en un lapso de 25 años se convirtieron en profesionales universitarios, 5 de ellos con especialidades obtenidas en el exterior. Es la historia repetida de miles de padres hondureños pertenecientes a la Silent Generation cuyos descendientes nacieron en la generación de los Baby Boomers de los Estados Unidos.

Las condiciones de la segunda mitad del siglo pasado fueron más propicias para la absorción de capital humano con formación sólida. Y los costos y oportunidades de educación, tanto en Honduras como en el exterior, fueron mucho más asequibles.

Hubo numerosos casos de hondureños de las generaciones Silent y Baby Boomers, que debieron emigrar de manera forzada por razones políticas y hacer su vida fuera del país. Hoy, las oleadas de emigración responden más a factores de inseguridad, falta de oportunidades y condiciones económicas y sociales.

Los costos públicos y privados de la educación hoy son onerosos. En Honduras y en el extranjero. El costo promedio de educación universitaria en Estados Unidos, destino preferido de los hondureños, ha aumentado 31 veces en los últimos 50 años (Yahoo Finance).

Cuando la frustración por las condiciones generales del país hace aconsejar a otros menores que ellos, que su sueño está fuera de Honduras, es preciso tener en cuenta que está demostrado, la emigración no siempre responde al libre albedrío. Algunas circunstancias pueden obligar a abandonar el país, no importa la edad que se tenga.

El padre de un amigo emigrado de un país centroamericano le decía: “Patria es el lugar donde te sientas cómodo y bienvenido”. Uno, pertenece al lar donde nació. Y sí, las incomodidades son soportables y quizá no duren tanto como otras etapas oscuras de la patria, es importante, en un mundo cada vez más plagado de estereotipos discriminadores, soportar según el nivel de tolerancia de cada uno, las duras condiciones que debieron superar nuestros ancestros.

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