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El racismo, la COVID-19 y el golpe de Estado

Por Amy Goodman y Denis Moynihan

El proceso para llevar a cabo un segundo juicio político contra el presidente Donald Trump fue rápido y enérgico. Se produjo solo una semana después de que Trump incitara un violento ataque de supremacistas blancos contra el Capitolio de Estados Unidos, que dejó cinco muertos, incluido un oficial de policía del Capitolio. Los relatos de varias congresistas de color reflejan el caos del momento y los muchos peligros que enfrentaron. Norma Torres, representante demócrata por el distrito sur de Los Ángeles, brindó su testimonio en una reunión del Comité de Reglas de la Cámara de Representantes esta semana: “Yo fui una de las doce personas que quedaron atrapadas en la galería de la Cámara de Representantes. Escuché el disparo. Vi el humo del gas lacrimógeno que había sido lanzado y a un oficial sin equipo de protección enfrentarse a una multitud furiosa justo afuera de la Cámara. Respondí la llamada telefónica de mi hijo, Christopher. La llamada duró 27 segundos. Todo lo que pude decirle fue: ‘Cariño, estoy bien; estoy tratando de salvar mi vida’. Y colgué”.

También atrapada en la galería superior de la Cámara de Representantes estaba Pramila Jayapal, congresista demócrata por el estado de Washington, que escribió en un comunicado: “Los insurrectos eran terroristas domésticos. Muchos estaban armados y muchos estaban relacionados con grupos nacionalistas blancos. La policía lanzó gas lacrimógeno y tuvimos que arrojarnos al suelo para cubrirnos. Los oficiales de policía del Capitolio bloquearon las puertas con muebles y desenfundaron sus armas”.

La congresista Alexandria Ocasio-Cortéz, quien ocupa un escaño en la Cámara de Representantes por el estado de Nueva York, dijo en una transmisión en vivo la noche previa a la votación que dio inicio al proceso de destitución: “Pensé que iba a morir. Ni siquiera me sentí segura cuando me refugié en una habitación junto a otros congresistas para protegernos de la turba, porque, para ser honesta, también en ese lugar se refugiaban colegas que son partidarios de QAnon y de la supremacía blanca, miembros del Congreso que son defensores de la supremacía blanca, a quienes conozco y quienes yo sentía que podrían revelar mi ubicación o que podrían crear oportunidades para que me hirieran o me secuestraran”.

Ayanna Pressley es la primera congresista afroestadounidense en representación del estado de Massachusetts. Pressley se refugió inicialmente en una habitación segura junto a otras personas, donde estaban todos aglomerados. El martes publicó en Twitter: “Salí de esa ‘habitación segura’ que supuestamente nos protegía de la turba supremacista blanca tan pronto como me di cuenta de que en esa habitación también se encontraban miembros del Congreso traidores, que son supremacistas blancos y negacionistas de las mascarillas, y que fueron los que incitaron la insurrección en primer lugar”. Y agregó en su publicación: “Estoy furiosa porque muchos de mis colegas están dando positivo por COVID-19”. El esposo de Pressley, que estaba con ella en el Capitolio, también contrajo la enfermedad.

La congresista demócrata Pramila Jayapal también contrajo coronavirus, probablemente por permanecer encerrada durante varias de las horas que duró el asedio en ese mismo cuarto abarrotado junto a congresistas republicanos que no usan mascarilla. En su comunicado, Jayapal manifestó: “Solo horas después de que el presidente Trump incitara a que se lleve a cabo un asalto mortal contra nuestro Congreso, nuestro país y nuestra democracia, muchos republicanos aún se negaban a tomar precauciones mínimas contra la COVID-19 y usar una simple mascarilla en una habitación abarrotada en medio de una pandemia. Esto provocó un evento supercontagiador en medio del ataque terrorista doméstico”. Su esposo, que no estaba en el Capitolio, también dio positivo.

El Dr. Brian Monahan, médico del Congreso, dijo en un correo electrónico cuatro días después del ataque, sobre esa habitación segura: “El tiempo en esa habitación fue de varias horas para algunos y más breve para otros. […] Las personas que allí se resguardaron pueden haber estado expuestas a otras ya contagiadas con la enfermedad”.

La congresista demócrata por el estado de Nueva Jersey Bonnie Watson Coleman, también estaba en la habitación segura y luego dio positivo por COVID-19. Watson Coleman es una afroestadounidense de 75 años que recién acaba de superar un cáncer. Esta semana, en un artículo de opinión en el periódico The Washington Post escribió: “Estoy enojada porque después de ser muy cuidadosa y pasar meses aislada, un solo día caótico provocó probablemente mi contagio. Me enoja que el ataque al Capitolio y mi enfermedad posterior tengan la misma causa: la incapacidad de mis colegas republicanos para aceptar los hechos”. Su caso muestra los riesgos potencialmente letales que los negacionistas de las mascarillas plantean en forma egoísta a quienes los rodean.

La congresista demócrata Rashida Tlaib, quien ocupa un escaño de la Cámara de Representantes en representación de la ciudad de Detroit, no estaba en las instalaciones del Capitolio durante el asalto, ya que acababa de recibir su primera dosis de la vacuna contra la COVID-19 y no se sentía muy bien. Luego de que se implementaran nuevas medidas de seguridad en el Capitolio, la congresista Tlaib publicó en Twitter: “Tuve que pasar por un detector de metales antes de ingresar al hemiciclo de la Cámara de Representantes. Algunos colegas están molestos (adivinen quiénes) por este requisito. Ahora saben cómo se sienten los estudiantes de secundaria de mi distrito. Lo tienen merecido. Ustedes provocaron todo esto”. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha establecido multas de hasta 10.000 dólares para los congresistas que se nieguen a pasar por los detectores de metales.

Las personas de color en Estados Unidos tienen más probabilidades de morir a causa de la violencia con armas de fuego. También son más propensas a contraer la COVID-19 y, cuando se contagian, tienen más probabilidades de sufrir consecuencias más graves, incluida la muerte. La violenta insurrección de los defensores de la supremacía blanca en el Capitolio del 6 de enero desnudó la cruel realidad del racismo y la desigualdad en Estados Unidos. Asumir esa realidad y luchar contra ella sigue siendo uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo. La salida de Trump del Despacho Oval es solo el primer paso.

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