El vertiginoso desarrollo de la Inteligencia Artificial, la evolución de los algoritmos, la gestión del Big Data y la masificación de la computación, sumado a grandes inversiones de capital, nos han creado la percepción de que los algoritmos dominarían todos los aspectos de nuestra vida cotidiana y que pronto superarán a la mente humana, sin embargo, la incapacidad de “las máquinas” para comprender los contextos, las subjetividades humanas y de crear “marcos contextuales”, limita su alcance especialmente en el campo de las industrias culturales, en donde por ahora, los humanos seguimos liderando la creación.
¿Por qué los humanos superan a los algoritmos interpretando la realidad y en el campo creativo?
El Contexto que aportan los humanos
En el libro: “Framers, La Virtud Humana en la era Digital”, escrito por Kenneth Cukier, Viktor Mayer y Francis de Véricourt, los autores afirman que la capacidad de darle sentido a la información es el punto de inflexión entre las máquinas y los humanos[1].
Para los autores solo las personas pueden formular nuevas preguntas en un mismo contexto y cambiar el marco de referencia, es decir que el establecimiento de los marcos de interpretación son una cualidad exclusiva de los seres humanos, quienes crean modelos mentales que utilizan para entender los problemas más complejos o las actividades más disruptivas, que demanda creatividad, pensamiento crítico e innovación.
La democracia es un Marco, como también lo es una monarquía, la religión es un marco como también lo es el humanismo secular. El Estado de derecho es un marco, como también lo es la noción de actuar correctamente. La igualdad racial es un marco, como también lo es el racismo.
Los Marcos son fundamentales para nuestro raciocinio como versátiles. En las últimas décadas, los investigadores de disciplinas tan amplias como la filosofía y las neurociencias, han estudiado la capacidad humana para enmarcar, aunque puedan utilizar una gran variedad de términos para referirse a ello como por ejemplo: Plantilla, abstracciones, representaciones y esquemas.[2]”
El problema con las máquinas, robots, algoritmos y sistemas de inteligencia artificial, es que son incapaces de enmarcar de forma correcta y no es solamente la visión de estos autores, pues desde 1969 uno de los promotores del concepto de la Inteligencia Artificial, publicó un artículo denominado: “Ciertos Problemas Filosóficos desde la perspectiva de la Inteligencia Artificial”, en el que ponía en evidencia que el mayor problema que enfrentaba la nación tecnología se fundaba en el plano filosófico, pues en palabras del autor, existía una incapacidad para “definir marcos o contextos”[3].
El Filósofo y Científico Cognitivo Daniel Denett coincide igualmente con estos planteamientos y en un artículo titulado “Ruedas Cognitivas”, explicó como mediante un experimento empleó todos los recursos que estuvieran a su alcance para que un Robot tomará una decisión adecuada en un contexto particular, sin embargo todos sus esfuerzos fueron en vano. El autor concluye que:
El caso de la construcción de guiones audiovisuales
Hace apenas unos pocos años que Netflix decidió invertir 100 millones de dólares en comisionar dos temporadas completas de la adaptación estadounidense de la miniserie británica “House of Cards”, la cual había sido producida en su momento por la BBC en la década de los 90´[5].
La idea de Netflix fue adaptar el drama británico, que originalmente ocurría en Londres, a las intrigas políticas en la Casa Blanca, sede del gobierno estadounidense.
Arriesgar un capital tan enorme sin que los televidentes hubieran dado aprobación a uno solo de los capítulos de la adaptación parecería una locura, pero la compañía tenía gran fe en una carta bajo la manga: los datos derivados de la serie original.
La estrategia fue sencilla en su planteamiento, pero enormemente compleja en su ejecución. La compañía contrató una empresa especializada en análisis de los datos derivados de la visualización de los capítulos de la serie británica. El análisis reveló que las personas que habían visto completas las temporadas también eran dadas a ver películas protagonizadas por Kevin Spacey (como American Beauty o The Usual Suspects) y gustaban también de filmes dirigidos por David Fincher, uno de los productores de la nueva saga y director de los primeros capítulos. Además, los datos analizados revelaron detalles de gustos sobre estructuras dramáticas y personajes favoritos[6].
Con toda esta información, Netflix se lanzó a planear su adaptación de la manera más segura posible, es decir que al mejor estilo de VIACOM, hizo una serie a medida del público potencial: adaptada a los gustos previos y ya conocidos de los suscriptores, pero esta vez basado solamente en datos estadísticos.
Por supuesto, la empresa no partió de cero: ni siquiera la serie es una trama original. Pero la revolución que desencadeno la estrategia sigue en marcha. Con las mismas metodologías se planearon las versiones estadounidenses de series como Black Mirror.
La imposibilidad de construir guiones
Si bien el éxito inicial de House Of Card es indiscutible, es necesario comprender que los algoritmos y el BIG Data aportaron el insumo, pero fueron los humanos, es decir los guionistas quienes lo pusieron en contexto y construyeron la historia.
Hasta el momento las analíticas de datos no construyen un guion, sino que dan pistas a guionistas y productores humanos para generar narrativas menos riesgosas en una industria donde las pérdidas de una serie poco exitosa pueden condenar a la quiebra a una casa productora.
Pero si bien son reveladores los alcances logrados por Netflix, con el uso del Big Data, se hace evidente que los datos no son la piedra de toque de la televisión, sino solo su sustrato, el material que será transformado y que enriquecerá a sus poseedores.
Posiblemente los algoritmos de minería, análisis y visualización de datos le permitirán al guionista comprender mejor algunas variables, sin embargo, el tono subjetivo humano es indispensable, es decir, el “Marco de la historia es un asunto humano”
El Pensamiento contrafactual
Definidos por Byrne en 2005, como representaciones mentales de eventos pasados o acciones alternativas, los pensamientos contrafactuales son aquellos que nos permiten imaginar el mundo de una manera diferente, por ejemplo, cuando queremos redecorar nuestra casa, nos imaginamos como un elemento puede quedar mejor en un espacio u en otro, de la misma forma en que cuando nos equivocamos nuestra cabeza intenta simular que pasaría si hubiéramos hecho de forma diferente las cosas.
Los pensamientos contrafactuales nos permiten comprender el mundo y prepararnos para la acción, están focalizados y siempre van orientados a un objetivo, y se basan en la comprensión de causa y efecto que se encuentra incrustada en nuestros marcos de referencia, lo que permiten proyectar a nuestra imaginación hacia atrás o hacia adelante, tomando elementos de un contexto específico y simulándolos en otro contexto.
Tal vez el mejor ejemplo para explicarlo sean los “chistes, los memes y las bromas”, si bien las máquinas son capaces de reproducirlos, recitarlos e incluso modificarlos, son incapaces de crear desde cero una historia que genere risa espontánea en un humano, pues requiere de mucha causalidad y de un sofisticado pensamiento contrafactual.
Superiores cognitivamente a otras especies y a las máquinas
Para Kenneth Cukier, Viktor Mayer y Francis de Véricourt, imaginar realidades alternativas nos permite convertir el racionamiento causal en algo procesable, permitiendo analizar las causas potenciales para determinar sus particulares efectos, razón por la cual ambos elementos, es decir el “pensamiento Contrafactual y el racionamiento casual”, se fortalecen entre ellos y es lo que nos convierte en seres cognitivamente superiores a otras especies y máquinas.
“Sin la casualidad nos ahogaríamos en un mar de sucesos, despojados de significado; Sin la contrafactualidad seríamos prisioneros de lo que existe, despojados de opciones[8]”
En Conclusión, si bien el desarrollo de la Inteligencia Artificial es uno de los mayores avances que haya presenciado la humanidad en toda su historia, sigue siendo un mito creer que el raciocino global y en contexto de una máquina podrá superar al de los seres humanos.
Si bien los algoritmos son mucho mejor que nosotros procesando, almacenando y recordando datos, cuando se trata del mundo real, solo los humanos son capaces de analizar marcos de referencia, construir pensamiento contrafactuales y armonizarlos en contextos de casualidad, razón por la cual si bien las máquinas pueden simular un escrito o una obra de arte, son incapaces enmarcarles en los contextos sociales, culturales, políticos, religiosos e incluso económicos, por lo que podemos afirmar que los algoritmos serán de gran ayuda en las próximas décadas en el campo de las industrias culturales, pero la creatividad y el pensamiento contrafactual humano seguirá siendo irremplazable.