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El maestro Livio Ramírez

Oscar Flores

Era mi debut en lecturas públicas. Antes de comenzar a leer, observé rápidamente a las personas que estaban sentadas en las mesas del Café La Estancia del Hotel Clarión de Tegucigalpa. Allí se encontraba, entre otros escritores, el poeta Livio Ramírez.

¿Se imaginan la presión?

Comencé a leer los primeros microrrelatos de mi libro El que mete el gol gana con los nervios que me provocaba un posible rechazo de la audiencia.

Pero con el primer aplauso se fueron las dudas. Me fue bien. Parece que les gustó…

Cuando la lectura concluyó, el maestro Livio Ramírez se acercó para felicitarme. Para mí, aquello significó muchísimo, pues él es uno de los poetas hondureños más importantes de las últimas seis décadas.

El asunto no concluyó allí.

Unos días después, mientras mis hijos jugaban un partido de fútbol, recibí una llamada del Maestro Livio. Me felicitó por el libro y me animó a seguir escribiendo. Durante quince minutos me dio su opinión de mi trabajo, alabando los artículos que más le gustaron.

¿Se imaginan la emoción?

Lo mismo hizo en los siguientes eventos literarios en los que coincidimos. “Siga escribiendo, no se detenga”, me decía.

El maestro Livio Ramírez.

Así comenzó un intercambio de mensajes por WhatsApp o de llamadas telefónicas. A pesar de la frialdad de la tecnología, pude percibir la calidez de su cariño, de su generosidad, de su solidaridad…

Al igual de decenas de poetas y escritores hondureños que recibieron sus consejos sabios y sus correcciones siempre de manera amable (lo que les permitió formar una generación de excelencia), el Maestro Livio es una persona importante en mi proceso creativo.

Hace unas semanas, en la presentación de mi libro Aquel Ford Pinto Placas P48676, llegó un par de horas antes del evento para leer algunos de los relatos.

Luego, pidió el micrófono y me llenó de halagos. El poeta salvadoreño Otoniel Guevara (otro mentor al que quiero mucho), ya me había hablado de la generosidad del Maestro Livio; sin embargo, esa noche me demostró que su corazón es enorme… como su poesía.

¿Se imaginan cómo me hizo sentir?

Esa misma noche, o no sé si fue en otra presentación, hizo un análisis de la obra de Juan Ramón Molina, especialmente de Pesca de Sirenas, brutal, mágica, magistral.

A nivel internacional, el nombre de Livio Ramírez es pronunciado con admiración, elogios y respeto. En la actualidad es uno de los poetas más importantes del continente.

¡Es una eminencia!

En un país en el que su pueblo debe ingeniárselas para sobrevivir cada día para llevar pan a la mesa, muy pocos tenemos el privilegio de alimentar nuestros espíritus con versos como los que crea, con la paciencia de los grandes artistas del Renacimiento, el Maestro Livio.

¿Llegará el día en que, como dice el propio Otoniel Guevara, los libros serán parte de la canasta básica familiar?

¿Se imaginan que lindo si eso sucediera?

La obra del Maestro Livio debería ser estudiada y analizada a profundidad en los colegios y universidades de Honduras. Versos profetas, versos reclamos, versos amor, verso sangre, versos niños, versos rebeldía, versos puños airados en el aire, versos nostalgia, se convierten en versos tifones que una vez que pasan dejan todo patas arriba.

Escribo este artículo como una forma de expresar la alegría que me causa la decisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba de otorgarle el Premio Internacional Dulce María Loynaz 2024, uno de los más prestigiosos de la isla, al hondureño (orgullo de Olanchito, ciudad donde nació en 1943), al poeta, abogado y pintor Livio Ramírez.

No es noticia para los foros televisivos ni tendencia en las redes sociales. Pero eso no le quita una pizca a la importancia que el Premio Internacional Dulce María Loynaz tiene para la poesía hondureña y del resto de la región centroamericana.

¿Se imaginan mi fastidio ante tanta apatía mediática?

¡Felicidades, queridísimo Maestro Livio! Gracias, gracias, gracias por su amistad. Y mil disculpas, de antemano, por este artículo que no está a la altura de lo que usted se merece, pero que está escrito con todo el cariño que le tengo.

¡Usted no se imagina la alegría que me provocó la noticia de su Premio!

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