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El ingeniero no tiene quién le escriba

Por Yanivis Melissa Izaguirre | Periodista, Honduras

«Se dio cuenta de que la mejor manera de liderar no era por la fuerza ni por decreto…».

Tegucigalpa, Honduras. El ingeniero se sentó, mal leyó un análisis que -según confesó- solicitó que le redactaran, y empezó a vociferar:

  • «Necesito aclarar eso», dijo. 
  • «Quiero referirme al proceder de algunas ONG (Organizaciones de Sociedad Civil) que, actuando de forma desmedida y fuera de sus atribuciones, han dado términos perentorios y amenazantes», continuó. 
  • «Esta conducta se tipifica como una figura de usurpación de funciones y simulación de cargos, establecida en el artículo 507 del Código Penal vigente, que establece que quienes sin autorización legal ejercen actos propios de un funcionario o empleado público atribuyéndose carácter oficial, deben ser penados y multados», amenazó. 

¿Ante quién hablaba el ingeniero? R/ Ante nadie. 

El ingeniero no tiene quién le escriba (bien) ni quién le escuche. Y es que las cualidades de un líder no se consiguen a patadas. El diputado que se desempeña como presidente del Poder Legislativo evidenció su falta de autoridad y liderazgo; tampoco tiene habilidades para la oratoria y la retórica. No fue capaz de captar la atención ni de su Junta Directiva. 

Para referirse a Eisenhower, Ryan Holiday escribió lo siguiente: «se dio cuenta de que la mejor manera de liderar no era por la fuerza ni por decreto, sino mediante la persuasión, el compromiso, la paciencia, el control del temperamento y, sobre todo, el ejemplo». ¿Pero el ingeniero se dará cuenta? 

Mientras el ingeniero dejaba el hígado en su discurso, los diputados, en nombre de quienes dijo hablar, se dedicaron a hacer mini tertulias, a revisar el TikTok, la lista del súper, limpiarse los zapatos…

Cuando más enfático y retador parecía ser aquel padre de la patria que hablaba allá en el fondo, los congresistas se mantenían en un serio debate: cuando pasara el repartidor, ¿pedirían el refresco con la bebida negra o con la anaranjada? (para no mencionar marcas). Algunos iban más allá en su introspección: ¿deberían pedir agua, para «guardar la dieta»? 

En medio de la reflexión, se pasaban colaborativamente las bandejas de comida y, sin pudor, masticaban sus alimentos mientras el del fondo se hartaba a tres representantes de ONG.

Pero no es crítica (que no se malentienda), quizá ese auditorio distraído estaba envuelto en pláticas mucho más interesantes y amenas que la perorata que se escuchaba al fondo por el hombre que monopolizaba el micrófono.

«¿Qué de nuevo y qué de bueno puede decir el ingeniero?», se habrá preguntado el público, aburrido de ver cómo «mete la pata» haciéndose pasar por jurista. 

Nuevamente, el ingeniero no tiene quién le escriba, y disfraza sus líneas con lo que él cree que es realismo jurídico. ¡Pucha!, aunque sea el gallo pinto del coronel de la novela se debería conseguir, tal vez a ese sí lo cautiva con su lectura de niño de tercer grado. 

  • «Páseme otro fresquito, que ya me atoré». 
  • ¿«Por casualidad tendrá hielito»?

(Luis, a lo lejos)

  • «Compañeros congresistas, a los que han recibido mensajes por WhatsApp, por correo electrónico, por llamadas, ellos no son un ente fiscalizador, no es una atribución legal de ellos y no combaten tampoco la corrupción», insistía. 

Hasta el eco lo traicionaba. De vez en cuando, levantaba la cabeza para ver el hemiciclo y se daba cuenta de que a nadie le importaba él ni su discurso. Pero, con gran muestra de estoicismo, continuaba mal leyendo en medio de aquel mercado parlamentario. 

Su fanfarronería se extendía, así que algunos aprovecharon para ir al baño. Pero el ingeniero seguía incólume, tratando de pronunciar y leer bien, como cuando ensayaba frente al espejo y recibía los vítores de un auditorio imaginario y tan sordo, como político en el poder. 

¡Por fin se cansó aquel narrador autodiegético! 

  • «Vamos a continuar con dictámenes, compañeros», concluyó. ¡Y allí sí, mágicamente, todos empezaron a poner atención!

Ese parto político es nuestro. 

– «¿Qué dijo?». ¡Ah, sí! Que el CNA… Que ASJ… Que Julieta Castellanos… Que las ONG… Que se quejará en el Ministerio Público…

¡Bueno! Es que no es la primera vez que el artífice de la potente frase «el Congreso del pueblo» se da de bruces con sus «análisis» y su «verdad» (como cuando quiso justificar su elección en la primera legislatura). 

El CNA también rebatió en febrero de 2023 la disertación de Redondo sobre el periodo constitucional de la Corte Suprema de Justicia. 

En mayo de 2024, el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) señaló el actuar de Luis Redondo en el análisis denominado: «En el Congreso del pueblo las ilegalidades se repiten», cuando de forma arbitraria decidió no someter al Pleno la primera renuncia del exdesignado presidencial Salvador Nasralla, contrariando lo que establece el artículo 205 numeral 12 de la Constitución de la República y el artículo 10 de la Ley Orgánica del Poder Legislativo.

«El presidente del Congreso Nacional no puede realizar valoraciones personales para determinar cuáles renuncias se elevan o no a votación del Pleno», resalta el informe, calificando ese accionar como «un exceso de su función pública».

Y, la semana que acaba de pasar, el CNA respondió a los ataques con un pronunciamiento legal, con base en el asidero jurídico que le da la Ley de Creación de esta instancia de sociedad civil, bajo el Decreto Legislativo No. 7-2005, que en su artículo 3 establece la obligación de los poderes del Estado de mantener comunicación permanente con el CNA, además de la potestad para demás funcionarios y empleados públicos de realizarles convocatorias para que estos las atiendan, brinden la información solicitada o la ayuda requerida. 

Le recordó al legislador la capacidad para actuar como órgano de vigilancia de acuerdo a la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, enmarcada en el artículo 30, y el artículo 71 de la Ley Orgánica del Tribunal Superior de Cuentas que faculta al CNA como órgano de colaboración y apoyo. 

Asimismo, le hizo ver al señor Redondo en qué consiste el delito de usurpación de funciones y simulación de cargo, por el cual amenazó a organizaciones de sociedad civil. 

Esas acusaciones vertidas desde su investidura al frente de un Poder del Estado causaron críticas, preocupaciones y alertas en diferentes sectores de la sociedad y en la comunidad internacional, pues atentan contra el derecho a la libertad de expresión, a la libre emisión del pensamiento, a la participación ciudadana, a disentir y a protestar.

El derecho a la protesta pacífica que tiene la ciudadanía hondureña se contempla en los artículos 70, 78, 79, 81 y 89 de la Carta Magna. Por otro lado, el Pacto de San José garantiza el derecho a la libertad de pensamiento, expresión, reunión, asociación y circulación en los artículos 13, 15, 16 y 22. 

Sin embargo, el Código Penal y Procesal vigente incluye artículos que criminalizan el derecho a la protesta.

De esas contradicciones se aprovechan los gobiernos de turno para restringir, censurar o amedrentar, porque siempre hay quienes, como dice el filósofo danés Alf Ross, rehúyen el derecho a la libertad de expresión y piensan que un estómago lleno vale más que una lengua libre. 

Eso lo sabría el ingeniero si tuviera quién le escribiera (bien). Además, le harían ver el daño que causa a la gestión actual presentándose como un empleado público intolerante a la crítica con pretensiones de deslegitimar a organismos creados precisamente dentro del hemiciclo desde donde él juega a legislar.

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