Por: Otto Martín Wolf
Dice la leyenda que en Inglaterra existió un delincuente que robaba a los ricos y regalaba a los pobres, Robin Hood.
Hasta la fecha se le tiene como un héroe popular pero, seamos sinceros; robar, aunque sea a los ricos para repartir entre los pobres, sigue siendo robar y el que lo hace es un ladrón.
El primer “Enemigo público número uno” catalogado por el FBI fue el famoso asaltabancos John Dillinger.
Parte de su leyenda se forjó cuando escapó de prisión utilizando una pistola de madera con la que sorprendió a los guardas. Claro, eran otros tiempos, quizá con una sociedad más cándida, cuando aún no había AKs 47.
Otra de las acciones que le dieron fama fue el atraco “cinematográfico” a un banco. Con unas primitivas cámaras de cine, fingió estar filmando una película sobre un asalto.
Cuanto los falsos actores salieron del banco defendiéndose a tiros de los guardas reales, la policía – creyendo el cuento de la película- facilitó la fuga de los delincuentes, se dice que lo escoltaron hasta la salida del pueblo.
No muchos días después Dillinger envió un mensaje a un amigo que decía “te gustó la película que filmé?”, burlándose de la autoridad.
Su popularidad creció enormemente ya que en esa época los bancos eran culpados de la gran depresión que afectaba a los USA (en gran parte realmente tuvieron la culpa, que conste).
Por extraño que parezca, ese peligrosísimo asesino logró enorme simpatía entre el público. Por qué?
La respuesta más sencilla parece ser que quienes desafían o se burlan de la autoridad, de alguna manera satisfacen una especie de “instinto o sueño de rebelión” que todos tenemos dentro.
En Europa, en la actualidad opera una banda de ladrones de joyas. Roban millones y han ganado mucha simpatía, bautizados popularmente como “La Banda de la Pantera Rosa”, es obvio que se benefician del carisma de la famosa serie de películas, pero son delincuentes, no lo olvidemos.
Y entonces llegamos al Chapo Guzmán, a quien más bien deberían de llamar el Topo Guzmán.
Después de su reciente fuga he dedicado unos minutos a preguntar a las personas con las cuales interactúo, cuál es su sentimiento al respecto, recordándoles primero que el propio Guzmán confesó haber causado la muerte a más de dos mil personas.
Sin excepción, lo menos que he tenido como respuesta ha sido una silenciosa sonrisa de agrado, pero la mayoría me ha manifestado su total simpatía.
Por qué reaccionamos así? Hay algo de admiración por su ingenio y la mofa que hace de la autoridad; dejamos de lado que se trata de un criminal.
Apenas se supo de su fuga las redes sociales empezaron a abundar en comentarios divertidos sobre el personaje, provocando qué? Simpatía desde luego!
Me llamó mucho la atención que alguien (no sería muy fantasioso pensar que un agente de relaciones públicas del Chapo) publicó dos o tres memes donde lo enfrenta al precandidato a la presidencia de los USA Donald Trump – en conflicto con los mexicanos -convirtiéndolo en un “defensor de los “oprimidos”, una especie de héroe popular.
Desgraciadamente, esa circunstancia en particular hace que todos veamos con simpatía al Chapo, aunque se trate de un peligroso y despiadado asesino y delincuente.
No creo que lo vuelvan a capturar con facilidad, el hombre tiene suficiente talento y dinero como para permanecer libre por mucho tiempo.
Pero, si lo agarran, con seguridad estaremos pendientes y dispuestos a celebrar su siguiente golpe de osadía, valor y reto a la autoridad.
Así nacen las leyendas populares.