(Homenaje póstumo a Alfredo Landaverde, Orlan Chávez y Aníbal Barrow)
Serie Ni cuentos ni leyendas de Honduras (entrega 2)
- EL DÍA DE MI MUERTE PARTE I:
«Alguien de Derechos Humanos»
El día en que morí tuve un presentimiento. Pero, igual, salí temprano. El aire era tenso, ni la decoración navideña en las calles le daba color a esa mañana aciaga. Escuché estruendos. ¿Explotó una llanta? ¡No! Eran cinco, seis, no sé cuántos disparos (fueron ocho en total, pero no llegó a oírlos todos).
-«¡Me están siguiendo!». Sospechó días antes. Tal vez eran delirios, para qué preocuparse. Que se asusten los delincuentes, esos sí tienen mucho qué temer.
El vehículo turismo quedó varado luego de estrellarse contra un poste. Él estaba agonizando. Su esposa lo acompañaba. El dolor y los nervios se combinaron en un cóctel de emociones. En segundos acabaron con la vida del ingeniero. Denunciar a la institución policial le costó la vida. El día se tornó aún más gris, como el color de su auto. Esa Navidad fue triste.
El cuerpo dejó de pesar. ¡Tenía razón Kundera, qué insoportable es la levedad del ser! Quiso moverse, pero no pudo. Le pareció escuchar que alguien dijo: ¡sí, es (era) él! De pronto hubo un silencio absoluto, ni bocinas, ni pánico… El trabajo estaba hecho. Pasó antes de lo que creyó. Estos grupos criminales no amagan.
«Soñaba el Abad de San Pedro», pensó. ¡Y yo también sé soñar! Pero no sé morir. (El que muere por la vida, no puede llamarse muerto, cantaría Alí Primera). En cambio, dijo: «si por decir la verdad me van a matar, bienvenida sea la muerte». (¡Vaya profecía la de Alfredo!).
Quien conspiró para matarlo (Alexander Ardón, según sus declaraciones en el juicio contra el expresidente Juan Orlando Hernández),solo dijo que era «alguien de Derechos Humanos». Lo planearon entre él, Wilter Blanco y «uno llamado Mata», dijo.
Al conocer sobre los hechos violentos, Honduras guardó un minuto de silencio, no por un aspecto ceremonial, ni porque se acostumbra, sino por la impotencia y tristeza de perder de esa forma a un buen hondureño en un país donde la valentía se paga con muerte.
(Dedicado a Alfredo Landaverde).
- EL DÍA DE MI MUERTE PARTE II:
Metales preciosos
Desde el 18 de abril de 2013, en Honduras no hay fiscales de oro, se «cubren» con enchape. No porque no quieren brillar, sino porque el sistema los oxida.
Había una vez (y nunca más hubo) un fiscal de oro.
Un expolicía, alias Giovani Rodríguez, confesó su crimen. En el hecho también estuvo involucrado un abogado.
(Dedicado a Orlan Chávez, «el fiscal de oro»).
- EL DÍA DE MI MUERTE PARTE III:
La vida de un periodista
¿Cuánto vale la vida de un periodista en Honduras?
-Te lo voy a dejar entre L 300 mil a L 400 mil.
Con eso, nada más, se encañona la libertad de expresión. El disparo fue en su boca. Callarlo era la misión. El segundo disparo fue en la sien. Lo que hicieron después con su cuerpo, ni siquiera merece ser contado.
-¿Qué pasó con Aníbal Barrow? ¿Lo mataste?
-Sí, respondió Devis Leonel Rivera Maradiaga, «El Cachiro».
-¿Lo torturaste primero? ¿Lo cortaste en pedazos?
-¡Objeción!
-Dejame te explico el asesinato del Sr. Barrow. Este periodista hablaba mal de Los Cachiros. Decidimos matarlo.
… Y así, nada más, el autor intelectual hizo uso de su libertad de expresión para contar la razón de su crimen.
Del lado de los buenos, la libertad de expresión es una quimera; del lado de los malos, tanto la libertad como la expresión están en venta.
(Dedicado a Aníbal Barrow).
(Palabra de narco. Historias basadas en declaraciones durante el juicio contra el expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, encontrado culpable por delitos relacionados con el narcotráfico. Febrero y marzo de 2024, Nueva York, Estados Unidos).