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Doña Erlinda, 12 años llorando la condena de su hijo, sueña verlo libre

Tegucigalpa – Sentada en la misma silla donde lo esperaba las madrugadas de los fines de semana porque llegaba ebrio a casa, doña Erlinda Victoria Jarquín (68), madre de Clemente Javier Aguirre Jarquín, abriga la esperanza de que su hijo, que se ha salvado momentáneamente de la pena de muerte en los Estados Unidos, retorne al hogar.

– Aguirre, que nació en Honduras en 1980 y llegó a Estados Unidos de manera irregular en 2003, fue condenado en 2006

Esa vivienda de paredes de cemento y una entrada de tierra, no ha cambiado desde hace 14 años cuando Clemente Javier partió hacia Estados Unidos sin pensar que en la actualidad tendría 12 años en prisión y condenado a la pena de muerte hace una década.

Vestida con una camisa roja y una falda azul, de andar lento y visiblemente deteriorada por la severidad de su diabetes y padecimientos cardiacos, doña Erlinda Victoria retrata desde su vivienda el calvario de tener a su hijo en una circunstancia cercana a la muerte.

MadreClemente2“Usted no sabe cuántas lágrimas he derramado por mi hijo, esto ha sido muy doloroso para mí”, fueron las primeras palabras que dijo doña Erlinda a Proceso Digital, mientras las lágrimas afloraban.

“Aún recuerdo que me dijo, ´es cierto que soy bolo, pero nunca he sido un asesino´. Cuando le dieron la pena de muerte fue un dolor horrible para mí, me dijo que jamás vaya a creer que fue él que hizo eso”, detalló la acongojada madre.

Clemente Aguirre nació en 1980 y llegó a Estados Unidos como migrante en 2003. Fue enviado a prisión en 2004 por el doble asesinato de las estadounidenses Cheryl Williams y Carol Bareis, hecho ocurrido el 17 de junio de ese año; luego fue condenado en 2006 a la pena de muerte.

Ahora el Tribunal Supremo de La Florida anuló la condena a muerte impuesta al hondureño Clemente Javier Aguirre Jarquín por los asesinatos de dos vecinas suyas en 2004 y ordenó que se celebre un nuevo juicio.

MadreClemente5Clemente Rodríguez es conocido en la colonia Óscar A. Flores de Tegucigalpa, allí se le recuerda con el uniforme de la escuela Perú, simpático y una pelota en la mano porque jugaba potras en el campo de tierra con sus amigos. Todos lo llamaban “Tatu”, por su baja estatura.

Los años pasan y actualmente, la cuadra donde creció ya no es de calle de tierra, sus amigos son todos jóvenes maduros, pero su madre lo sigue esperando sentada en el mismo sillón, como lo hizo cada fin de semana cuando llegaba ebrio.

“Recuerdo que venía tomado a la casa en su juventud y yo me escondía atrás de la puerta, cuando entraba lo “chancleteaba” (castigo con el zapato), y me decía que no le pegara porque le daba pena. Sus amigos se iban riendo de él”, recordó doña Erlinda.

Y sin perder la esperanza, añadió que “primero Dios pronto venga Javier, me dicen los cipotes de acá lo esperan y que será un carnaval, primero Dios salga libre, aunque tengo claro falta mucho porque las leyes allá son complicadas”.

Una llamada en 12 años de prisión

La señora de 68 años, de origen nicaragüense y con la voz entrecortada, reveló que solo ha recibido una llamada telefónica de su hijo en 12 años y fue para un día de la madre gracias a que sus abogadas le consiguieron el permiso.

“Esa llamada no la olvido nunca, tengo guardado en el corazón esas palabras que me dijo. Recuerdo que me dijo ´madre la adoro y nunca la voy a dejar de querer, aún si estoy muerto. Le pido que nunca vaya a creer que hice eso, usted es mi madre y sabe que no le miento. Si lo hubiera hecho a la primera que le hubiese dicho es a usted”, compartió.

chiquiDoña Erlinda cuenta que Clemente, le envía cartas de manera recurrente y le cuenta todo lo que vive dentro de la prisión. “Son muchas cartas las que me ha enviado y yo también le mando. Se comunica conmigo por carta, solo ese día de la madre me habló, pero fueron minutos, eso fue hace seis años, solo una llamada he recibido desde que está preso”, dijo con tristeza.

Y recordó que en las primeras cartas me contó que el juez le dijo que se declarara culpable para que lo dejaran preso toda la vida, pero no aceptó. “Les dijo que no podía mentir. Ellos lo involucran a uno para mentir y aceptar lo que uno no hace”, analizó.

Y prosiguió: “Él ha estado enfermo, no sabemos de qué, pero creo que de sufrimiento porque tiene la angustia de estar ahí. Siempre se quiere hacer el fuerte y cuando me escribe me dice que no me ponga triste, para que no me angustie, pero eso es muy difícil”.

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Para ella el viaje no fue un sueño americano

juicioJARQUINDoña Erlinda viajó a Estados Unidos hace cinco años para ver a su hijo gracias a gestiones de apoderados legales de Clemente, pero define esa experiencia como una pesadilla porque lo miró encadenado y no tuvo la oportunidad de tocarlo.

La madre de Clemente viajó largas horas en vehículo hasta llegar al centro penitenciario donde está su hijo.

“Nos mandaron a traer de la Corte de Florida. Yo decía como voy a ir yo allá, pero Dios me abrió puertas porque vinieron unas abogadas, era una gringa y otra le traducía, no recuerdo como se llamaban, pero me dijo que, si quería ir a ver a mi hijo, me dijo que me iban a ayudar”, contó.

“Solo hablé 10 minutos por un teléfono, solo lo pude ver por un vidrio, así como se miran en las películas, no pude darle un abrazo. Me sentí bastante mal ver encadenado a mi hijo, en las manos, en la cintura y en los pies. Eso me dolió tanto…”, compartió ahogada en llanto.

La visita solo duró media hora y después de eso doña Erlinda no pudo volver a ver a su hijo. “Me vine para Honduras porque no podía soportar estar allá…” dijo.

Clemente después de la visita de su madre le envió una carta y le contó que fue uno de los momentos más duros desde que está preso.

«Me escribió y me dijo que le había dolido verme así de mal…” afirmó al clamar por ayuda para poder acompañar a su hijo durante el juicio, por lo que pidió al Presidente y a la Primera dama de Honduras su apoyo.

“Quiero pedir una ayuda, quiero ver a mi hijo, estoy muy enferma y creo que me voy a morir y no lo volveré a ver. Estoy pidiendo que me ayuden para estar con mi hijo el día que lo lleven a la corte, yo espero que ellos se conduelan. Les pido al cónsul y al presidente su auxilio. Ayúdenme porque quiero estar con mi hijo en esa audiencia, quiero que me mire que estoy ahí”, manifestó sin poder parar su llanto.

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Y cerró diciendo que “ahora no lloro de tristeza, si no de alegría porque el señor le ha abierto puertas a mi hijo, le perdonaron la vida y le doy gracias a Dios”.

Clemente Aguirre actualmente tiene 36 años y en su colonia Óscar A. Flores todos lo recuerdan como ese muchacho que jugaba fútbol y era sociable. Su madre no pierde la ilusión de verlo regresar a casa.

 

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