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Des-coherencia

Julio Raudales

Vamos a ver si es posible explicar con palabras simples lo que está pasando con la economía hondureña:

La Secretaría de Finanzas, líder indiscutible de la política económica en el país, diseña un presupuesto que asustaría a Chávez o AMLO, pero no se lo gasta porque quiere cumplir –e incluso superar- la meta de déficit fiscal que le impone el acuerdo con el FMI.

Aunque se busca y vislumbra un crecimiento superior al promedio centroamericano, se eliminan incentivos a la inversión privada, se sataniza la propiedad privada de los medios de producción, pero no se incrementa el gasto público para invertir en carreteras, represas, agrandar puertos, construir escuelas y hospitales, proyectos de irrigación u otros. Se presupuestan sí, pero no se ejecutan y es como si no pasara nada.

El Banco Central –virote solitario y obsecuente a los desafueros del fisco- mantiene una política monetaria inentendible, con la tasa de política monetaria por el suelo, pero sin más incentivos a la producción que un exceso de liquidez que empuja a los ahorrantes a buscar otros horizontes para hacer que su dinero rinda.

Por eso es tan difícil conseguir dólares. La gente se los quiere llevar sitios donde se obtengan más beneficios y corran menos peligro. El Banco Central les pone un cerco para que no salgan, pero eso nunca ha funcionado. Siempre se encuentra una forma de llevárselos, de hacer que fluyan. La respuesta está ahí: se han perdido mas de 1,200 millones de dólares de reservas en año y medio.

La economía es cruda y sus leyes son inexorables “La historia económica es un largo registro de las políticas de gobierno que fracasaron porque fueron diseñados con un audaz desprecio por las leyes de la economía” decía Von Mises.

En otras palabras, no habrá escapatoria si las autoridades persisten en su afán de trastocar la lógica natural del comportamiento humano. No habrá acuerdo con el FMI o convenio con el CAF que salve al país de su declive.

Pero el problema es un poco más profundo que los desajustes macroeconómicos que provoca la incoherencia en el accionar de las autoridades. Probablemente el 2026 nos sorprenda con un crudo ajuste fiscal que requiera subir el ISV a 18% para que al gobierno pueda alcanzarle para pagar la deuda que se contraerá con el CAF, BRICS y otros; tal vez nos tocará una subida de tasas de interés y hasta un ajuste cambiario.

Quizás nos toque seguir sufriendo, pero ya todo habrá pasado y tendremos que conformarnos con la nostalgia de lo que pudo ser y no fue.

Lo verdaderamente terrible será conformarnos con ver que nada de lo prometido se cumplió. Que las escuelas y centros de salud seguirán tan precarios como en 2021, que los escándalos de corrupción continuarán a la orden del día y que la gente seguirá huyendo del país en busca de un sueño que no pueden alcanzar aquí.

No parece justo continuar en esta deriva. Unos pocos en el disfrute, gastando las aportaciones tributarias de la gente que solo ve y espera cómo una clase política desmesurada e irresponsable se turna para continuar la fiesta, esa a la que solo se invita amablemente a que se contribuya votando, sin pedir nada más que promesas incumplidas.

Ojalá y no llegue tarde el día en que se recapacite y se comprenda que nadie hará por los hondureños lo que no seamos capaces de hacer por nosotros mismos. 

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