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Cuando una niña sueña, el mundo cambia

Chasty Fernández

Cada 11 de octubre el mundo celebra el Día Internacional de la Niña, una fecha que invita a reflexionar sobre los derechos, los sueños y los desafíos de millones de niñas que aún enfrentan violencia, desigualdad y exclusión.

La conmemoración, establecida por las Naciones Unidas, busca reconocer la voz y el potencial de cada niña, pero también denunciar las condiciones de vulnerabilidad que viven muchas de ellas, especialmente en países como Honduras. Miles de niñas siguen expuestas a la violencia, el abuso sexual, la explotación y la trata, mientras sus sueños quedan suspendidos entre la pobreza y la falta de oportunidades.

Proteger a una niña va mucho más allá de brindarle alimento o abrigo. Es ofrecerle amor, escucha activa y respeto. Es permitirle participar en las decisiones del hogar, valorar su opinión, darle tiempo y atención genuina. Las niñas necesitan sentirse parte, no una carga ni un deber. Cuando una niña se siente amada y escuchada, su autoestima florece y su voz cobra fuerza. Implica también cuidar su cuerpo, su mente y su voz. Enseñarle que tiene derecho a decir “no”, que nadie puede tocarla sin su consentimiento, y que si algo la hace sentir incómoda o asustada, puede pedir ayuda sin miedo.

El abuso y la explotación no se combaten solo con leyes, sino también con educación emocional, prevención y confianza. Es urgente que cada institución, escuela, organización comunitaria y religiosa cuente con un Manual PEAS (Prevención de la Explotación y el Abuso Sexual), donde docentes, líderes y personal conozcan los protocolos de protección y actúen ante cualquier señal de riesgo. La protección no debe depender del azar, sino de estructuras claras y comprometidas con la niñez. Escuchar, acompañar y creerle a una niña puede marcar la diferencia entre la herida y la sanación.

Pero proteger también significa abrir caminos y oportunidades. Las niñas deben saber que pueden ser científicas, ingenieras, artistas, deportistas o lideresas. Que el mundo de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, el arte y las matemáticas (STEAM) también les pertenece. Promover su participación en estas áreas es una forma poderosa de romper el ciclo de desigualdad y ofrecerles herramientas para construir su propio destino.

El Gobierno tiene un papel esencial en este proceso. Debe invertir en programas que garanticen educación, salud, protección y desarrollo integral, especialmente para las niñas que viven en la calle o en contextos de violencia. Se necesitan proyectos sostenibles que combinen seguridad, acompañamiento psicológico, espacios culturales y tecnológicos. Protegerlas no es un gasto: es una inversión en el futuro del país.

Hoy, más que una conmemoración, el Día Internacional de la Niña es un llamado a la acción. A cuidar, educar, empoderar y creer en ellas. Porque cuando una niña sueña, el mundo cambia. Y cuando la sociedad la acompaña, ese cambio se vuelve posible.

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