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Cuando la nube se cae: el mundo se golpea

Gabriel Levy

Una falla inesperada en la infraestructura de Google Cloud provocó la caída de varios servicios digitales usados por millones de personas en todo el mundo. Durante más de dos horas, plataformas como Spotify, Discord, Snapchat y Twitch dejaron de funcionar, afectando la rutina de usuarios y empresas. El problema comenzó en un sistema clave de autenticación, lo que desencadenó una serie de errores en cadena que evidenció una vez más lo frágil que es internet.

 “Una simple línea de código puede detener el mundo”

En la mañana del 13 de junio de 2025, una mala configuración automatizada dentro del sistema IAM (Identity and Access Management) de Google Cloud provocó una interrupción que paralizó parte del tejido digital.

Esta estructura, diseñada para gestionar roles en la nube, sufrió un error en la actualización de cuotas de la API.

El resultado fue el equivalente digital de cerrar con llave todas las puertas… y perder las llaves.

Cuando Nicholas Carr, escribió:  “Does IT Matter?”, no se refería a la nube, pero su tesis cobra nuevo sentido en este tipo de episodios.

Google Cloud, columna vertebral para miles de aplicaciones, no solo vio interrumpidos sus servicios internos como BigQuery, Cloud Storage o Memorystore, sino que arrastró consigo a gigantes de la red que dependen de su infraestructura.

El golpe alcanzó también a Cloudflare, proveedor de seguridad y rendimiento web, cuyo comunicado buscó calmar las aguas: “Los servicios centrales no fueron afectados”.

Pero en la práctica, muchos productos dejaron de funcionar, afectando a usuarios, desarrolladores y empresas en todo el mundo.

No era la primera vez que un proveedor de nube enfrentaba una crisis, pero sí una de las más evidentes por su efecto dominó.

Las cifras lo explican mejor: más de 46,000 usuarios reportaron problemas con Spotify; Discord y Snapchat sumaron más de 18,000 reportes entre ambas; y hasta dispositivos inteligentes como Google Nest quedaron mudos.

En apenas dos horas, el espejismo de la ubicuidad digital se desmoronó.

“Todo está conectado, incluso cuando no queremos que lo esté”

El problema, como sugiere Shoshana Zuboff en “La era del capitalismo de la vigilancia”, no es solo técnico: es estructural.

La infraestructura en la nube, diseñada para brindar escalabilidad, eficiencia y seguridad, se convirtió también en una fuente de dependencia y vulnerabilidad. Cuando un solo proveedor concentra tanto poder, los efectos de una falla se multiplican geométricamente.

Google Cloud es una de las tres grandes plataformas de computación en la nube, junto a Amazon Web Services (AWS) y Microsoft Azure.

Juntas sostienen una porción mayoritaria del tráfico digital del planeta. Pero, a diferencia de lo que ocurre con infraestructuras físicas críticas, como las redes eléctricas o los sistemas de agua potable, no existe una regulación internacional clara ni sistemas de contingencia obligatorios para mitigar fallas simultáneas a gran escala.

La dependencia tecnológica no solo se refiere a los usuarios finales.

Empresas que ofrecen servicios financieros, de salud, entretenimiento o transporte delegan funciones clave a estos entornos virtuales.

La nube no es una metáfora, es una arquitectura. Y, como cualquier arquitectura, puede presentar fallas estructurales si uno de sus pilares cede.

No es un castillo de naipes, pero tampoco una fortaleza infranqueable.

El sistema IAM de Google Cloud es un componente esencial que regula permisos, accesos y autenticación de usuarios y servicios.

Su falla, motivada por una actualización automatizada mal configurada, desató un efecto en cadena.

Esto no solo muestra que incluso los sistemas más sofisticados pueden fallar, sino que además lo hacen con una velocidad y alcance que la mayoría de los usuarios no alcanza a comprender… hasta que deja de funcionar su aplicación favorita.

“Una nube con tormentas”

La debilidad no radica únicamente en la falla técnica, sino en la arquitectura de confianza implícita en el modelo de computación en la nube.

Empresas y plataformas de todos los tamaños confían en que los proveedores no solo brindarán un servicio estable, sino que también responderán de manera ágil ante los errores.

Pero ¿qué ocurre cuando esa misma agilidad es la que dispara el problema?

La automatización, aliada indiscutible del desarrollo tecnológico, fue aquí la culpable. Una modificación de cuotas, sin la validación humana adecuada, inutilizó el sistema IAM.

Es un recordatorio de que la eficiencia algorítmica puede convertirse en riesgo si no se acompaña de una gobernanza adecuada. Como lo explica el investigador Evgeny Morozov, “la solución tecnológica a los problemas sociales y organizativos muchas veces termina creando nuevos problemas”.

Lo inquietante no es tanto la caída en sí, todas las tecnologías fallan eventualmente, sino su velocidad de propagación y la limitada capacidad de respuesta inicial.

Google tardó más de dos horas en restablecer la funcionalidad completa, lo cual, en términos digitales, es una eternidad.

Más aún si se considera que algunas regiones continuaron reportando fallas menores incluso después de la “solución”.

Cloudflare, que depende en parte de Google Cloud, aseguró que evaluará sus dependencias arquitectónicas.

Pero esa evaluación llega después del incidente, no antes. Y la pregunta que muchos se hacen ahora es: ¿cuántas otras plataformas están construidas sobre cimientos igualmente frágiles?

“Cuando los gigantes tropiezan”

El caso de esta caída masiva no es aislado. En noviembre de 2021, AWS experimentó una falla de varias horas que afectó a servicios como Netflix, Ring y Disney+.

En 2020, Google también sufrió una interrupción que afectó Gmail, YouTube y Google Docs.

El patrón se repite: un proveedor falla, y el impacto se multiplica exponencialmente.

En julio de 2022, Cloudflare enfrentó su propio apagón debido a una actualización defectuosa en sus rutas BGP.

Aunque el servicio se restableció rápidamente, el episodio dejó claro que incluso quienes protegen el internet también están expuestos a sus vulnerabilidades.

Más recientemente, en 2024, Microsoft Azure enfrentó una falla en su sistema de autenticación que dejó fuera de servicio a clientes empresariales en Europa y América del Norte.

En todos estos casos, la causa fue una combinación de automatización excesiva, falta de redundancia en puntos críticos y una confianza casi ciega en la continuidad del servicio.

En la práctica, lo que muestran estos casos es que las plataformas digitales no están preparadas para responder ante interrupciones simultáneas o en cascada.

Las soluciones post-mortem, aunque valiosas, llegan tarde para quienes vieron interrumpidos sus servicios, perdieron ingresos o sufrieron pérdidas de datos.

En conclusión, la caída de Google Cloud no fue solo una interrupción técnica, sino un recordatorio crudo de nuestra dependencia digital.

La arquitectura en la nube, tan eficiente como invisible, puede colapsar con un error minúsculo y dejar a millones en la oscuridad digital. La confianza no debe construirse solo en la promesa tecnológica, sino en la capacidad real de respuesta, redundancia y prevención. Porque en un mundo hiperconectado, una sola falla puede desconectar al planeta entero.

Referencias:

  • Carr, Nicholas. Does IT Matter?. Harvard Business Review Press, 2004.
  • Zuboff, Shoshana. The Age of Surveillance Capitalism. PublicAffairs, 2019.
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