Por: Humberto Cosenza Jiménez, PhD Inmunólogo Director, “Centro de Inmuno-Diagnostico Especializado (CIDE)”
En este momento de cuarentena por la pandemia de coronavirus, todos queremos reabrir el país lo más pronto posible.
Queremos que las empresas y las escuelas vuelvan a funcionar y queremos volver a nuestra vida normal, que incluye ver a amigos y colegas en persona en vez de forma virtual. Sin embargo, la mayoría de las personas son conscientes de lo peligroso que sería tratar de volver a la normalidad demasiado pronto pues, si bien las personas mayores son especialmente vulnerables al virus, el resto de la población no es inmune al virus; por lo que permitir que las personas vuelvan a trabajar ahora en función de su edad sería increíblemente arriesgado. La verdad es que simplemente no sabemos qué tan extendido está el virus en la población, lo que significa que estamos “volando a ciegas”. No obstante, con las pruebas disponibles podríamos identificar aquellas personas que requieren o no requieren ser aisladas y que, por tanto, podrían resumir sus actividades normales, incluyendo las productivas. A continuación me permito explicar estas pruebas y su impacto en el manejo de la pandemia.
La primera es la llamada pruebas de PCR (reacción en cadena de la polimerasa de transcripción inversa) que detecta en material genético del virus, usualmente con un limite de detección de 50 copias del virus, de tal manera que personas infectadas con muy baja carga viral se interpretan como no infectados. Además, la prueba de PCR requiere de personal de la salud altamente calificados y que usan equipo de protección, requieren reactivos y equipos caros y escasos por la demanda mundial y pueden tomar días para obtener resultados. Por tanto, usando únicamente la prueba de PCR pasarán meses antes de que tengamos suficiente información epidemiológica para reabrir el país con base en evidencia científica colectada en la población hondureña.
Por otro lado, hay otro abordaje que complementaría el diagnostico de la infección por PCR y este sería la detección de anticuerpos en personas infectadas por el virus mediante la técnica de ELISA (ensayo de inmunoadsorción ligada a enzima). La prueba de ELISA es sencilla de realizar, mucho más barata en comparación a PCR y puede detectar anticuerpos específicos para COVID-19 en la sangre en 90 minutos y además, la gran mayoría de los laboratorios de análisis clínicos del país cuentan con los equipos para leer pruebas de ELISA. Adicionalmente, la prueba de ELISA muestra alta sensibilidad y especificidad para el COVID-19, a diferencia de “pruebas rápidas” que reaccionan de forma cruzada con otros miembros de la familia coronavirus dando como resultado que las personas pueden ser falsamente catalogadas como inmunes al COVID-19.
Las personas infectadas con el COVID-19 desarrollan anticuerpos tipo IgM detectables en la sangre a los 7-10 días pos-infección y luego producen anticuerpos tipo IgG que duran meses y confieren a la persona infectada inmunidad prolongada al coronavirus. Por tanto, se puede diferenciar personas recientemente infectadas de aquellas infectadas por mas tiempo .Dichas pruebas ya están disponibles y están siendo usadas en China, Corea del Sur y Europa. En Estados Unidos, la FDA ha autorizado su uso bajo la “declaratoria como productos IVD bajo las disposiciones descritas en la Sección D de la Política de Pruebas de Diagnóstico para la Enfermedad por Coronavirus-2019 durante la Emergencia de Salud Pública”.
El Covid-19, ahora sabemos, afecta a las personas de manera diferente. Personas mayores con problemas de salud tienen un alto riesgo de no sobrevivir la infección, mientras que para la gran mayoría de la población la infección puede manifestarse como un caso de una leve o una fuerte gripe. La evidencia mundial ahora muestra que un porcentaje tan alto como el 50% de las personas infectadas son asintomáticas y pueden transmitir el virus al hablar y al respirar, aunque en dosis más bajas que las
personas sintomáticas lo hacen al toser y estornudar. Por tanto es muy probable que muchas personas hayan contraído el coronavirus sin ningún síntoma y hayan desarrollado inmunidad al virus. . Es evidente entonces ver lo útil que podría ser una prueba de anticuerpos para identificar individuos infectados y no infectados por el coronavirus. Imagínense que pudiésemos evaluar a una comunidad entera determinando quién ha desarrollado inmunidad y puede por tanto ser liberado del autoaislamiento. La prueba también podría determinar si alguien nunca ha sido infectado por el virus y, por lo tanto, no puede contagiar a otros. Las personas no infectadas y de bajo riesgo que no trabajan en entornos de alto riesgo podrían unirse a la población inmune, tomando las precauciones adecuadas. Igualmente, el tener información del nivel y duración de la inmunidad adquirida por la población durante la epidemia nos serviría de mucho para interpretar el nivel de protección adicional inducida por la vacuna cuando ésta este disponible.
En tal escenario y según vaya avanzando el contagio, un porcentaje potencialmente grande de la población podría regresar a la vida normal, y solo aquellos que aún están en riesgo continuarían en cuarentena. Aun más importante, podríamos identificar a los trabajadores de la salud que ya han desarrollado inmunidad al virus y podrían tratar a los pacientes infectados sin exponerse a tanto riesgo.
Es importante enfatizar que a nuestro sistema inmune le lleva un tiempo desarrollar anticuerpos para combatir el virus, a veces hasta una semana o más después de la infección, por lo que las pruebas de serología no son especialmente útiles como herramienta de diagnóstico durante la etapa activa de la infección. Por tanto, las pruebas de PCR siempre deberán usarse para identificar a las personas cuando están más contagiosas para que puedan aislarse e identificar a sus contactos. Por tanto, las pruebas serológicas para detección de anticuerpos no reemplazan a las pruebas de PCR, sino que las complementan determinando el universo de la infección de forma más precisa. Si procediéramos como propuesto, podríamos lograr el ansiado retorno a la normalidad en el tiempo más corto posible, salvaguardando la salud de los hondureños.
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