Los principales factores que inciden en si una infección progresa hacia la enfermedad o simplemente se queda como una infección son: a) la capacidad del agente infeccioso de evadir al sistema inmune y b) la capacidad del sistema inmune de controlar al agente infeccioso. Es el balance entre estos dos factores lo que decide si la infección progresa a enfermedad. Imagínense un trampolín, ¡el que pesa más tiene ventaja sobre el otro, ¡lo eleva y gana!
Considerando que la pandemia del coronavirus tiene ya 20 meses de estar con nosotros, es lógico asumir que el coronavirus causante de la enfermedad COVID-19, que pertenece a un grupo de virus con alta capacidad de mutación, ya no es el mismo SARS-CoV-2 que se aisló en Wuhan, China en diciembre 2019 y que sirvió como patrón molecular para el desarrollo de todas las vacunas en el mercado actual. Los coronavirus del 2021 son ahora virus derivados del original, son variantes y, por lo tanto, la enfermedad que estamos atendiendo en los hospitales ya no es COVID-19, ¡sino COVID-21! Ahora vemos manifestaciones clínicas diferentes en personas infectadas y enfermas, como también observamos que un mayor número de adultos jóvenes y niños se están infectando con mayor frecuencia.
A las variantes del virus original, que han de ser muchas, que hemos podido aislar y asociar con una mayor infectividad y/o patogenicidad, la OMS las ha clasificado como “Variantes de Cuidado”, del Ingles “Variants of Concern” (VOC) y “Variantes de Interés” (VOI). En el primer grupo están las variantes Alpha, Beta, Gamma y Delta, aisladas en Inglaterra, África del Sur, Brasil y la India, respectivamente. En el segundo grupo se encuentran las variantes Épsilon, Zeta, Eta, Theta, Iota, Kappa y Lambda, asiladas en diferentes países. De principal interés para nuestra región es la variante Lambda aislada en Perú y es la más prevalente en varios países de Sur América, mostrando cierta capacidad de evasión de la respuesta inmune inducida al aplicar vacunas manufacturadas en la China. Con esta “sopa” de letras del alfabeto griego, queda claro que el agente infeccioso original ya no es el mismo virus que circula actualmente en diferentes países del mundo, por tanto, tenemos que ir modificando la estrategia empleada para tratar de frenar la pandemia y evitar que nuestros hospitales sigan abarrotados de COVID-21. Aparentemente, la pandemia ha entrado en un nuevo capítulo y es sensato asumir que cualquiera de estas variantes ya está presente en el país. Veamos algunos de los aspectos que, en mi opinión, saltan a la vista y ameritan clasificar la pandemia, “COVID-21”.
Dependiendo de cuál variante, la literatura científica documenta que los coronavirus que circulan hoy en día son más infecciosos que el virus original. Es decir, una persona infectada antes podía infectar a 2 o 3 personas y ahora una persona infectada tiene capacidad de infectar a 8 o 10 personas, como es el caso de la variante Delta que puede llegar a tener en las vías respiratorias una carga viral 1,000 veces mayor que el virus original. El CDC indica que la variante Delta “parece causar una enfermedad más grave y propagarse tan fácilmente como la varicela”. Esto cambia totalmente el panorama de la pandemia y lo estamos observando, al aumentar su carga infecciosa, el virus actual está infectando a personas con dos dosis de la vacuna y estas a su vez pueden transmitir el virus, aunque no tan eficientemente que una persona no vacunada. En otras palabras, ¡entre más personas infecciosas hayan, esto significa un mayor riesgo de contagio para todos y una mayor ventaja para el virus de evadir al sistema inmune y causar la enfermedad!
Hasta el momento la respuesta inmunológica al virus, inducida por la infección natural y por las vacunas, nos está protegiendo en un 95% de tener síntomas graves y de terminar hospitalizados; pero solo en un 75% de volvernos a infectar y tener síntomas leves, ventaja para el sistema inmune de controlar al agente infeccioso. Sin embargo, esta ventaja puede ser efímera ya que el panorama de la pandemia actual ha cambiado debido a los más 203 millones de infectados y 4,430 millones de vacunados a nivel mundial, según datos al 9 de agosto 2021 de la Universidad de John Hopkins. Con tantas personas ya con cierta inmunidad al virus, este se enfrenta a una mayor presión selectiva que lo induce a mutar para evadir al sistema inmune y seguir propagándose. De hecho, un
reciente reporte del Grupo Asesor Científico Oficial del Gobierno Británico predice que la erradicación del virus es poco probable y, por tanto, seguirán surgiendo variantes que se acumularán gradualmente, según el virus se siga replicando con variaciones antigénicas de la proteína “Spike”. Por ello, las nuevas variantes eventualmente reducirán la efectividad de las vacunas diseñadas en base a la apariencia antigénica de la proteína “Spike” del virus original de Wuhan. Es importante notar que las variantes han surgido, antes que se iniciaran los programas de vacunación a nivel mundial, inducidos por la respuesta inmunológica selectiva inducida por la infección natural y a medida que los programas de vacunación sigan avanzando, aumentará la aparición y la ventaja de transmisión de futuras variantes.
Es evidente que estamos en una carrera contra el tiempo, entre más oportunidad de replicarse le demos al virus, mayor será la posibilidad de que se generen espontáneamente variantes resistentes a las vacunas. Ante esta realidad, ¿Qué podemos hacer para evitar que futuras variantes del coronavirus nos mantengan en una prolongada pandemia?
En primer lugar reducir, con nivel de urgencia, la propagación del virus, a) vacunando lo más pronto posible a la mayor parte de la población con una sola dosis que la protegerá en un 75% de infectarse y de desarrollar síntomas graves que requieran hospitalización; b) esperar unos meses antes de vacunar a las personas ya infectadas ya que este segmento de la población, que estimo anda entre un 25% a un 40%, tiene alto grado de inmunidad que la protege de enfermarse; c) agilizando el diagnóstico de la población asintomática infectada implementando la prueba rápida de hisopado de antígeno en todos los puestos de triaje y Centros de Salud y, d) en caso de que no se disponga de la misma marca de vacuna para la segunda dosis, aplicar cualquier vacuna disponible pues todas usan el mismo antígeno de la proteína “Spike” para vacunarnos y, por tanto, la respuesta inmune inducida es la misma independientemente de la marca de la vacuna. Estas 4 intervenciones reducirían el numero de personas infectadas y evitaría que el virus se siga replicando sin control y que sigan apareciendo variantes más infecciosas.
En segundo lugar, con nivel de urgencia moderada, la industria farmacéutica debería de invertir en diseños de nuevas vacunas que, por ejemplo, incorporen un “coctel” de antígenos de las proteínas “Spike” con todas las mutaciones asociadas con las VOC y VOI identificadas hasta ahora. La tecnología que usa la plataforma de ARN mensajero (mARN) tiene la capacidad de generar nuevas vacunas muy rápido, así que, aunque siempre estaremos persiguiendo al virus, la distancia que nos separa para controlarlo se acortará considerablemente.
Por último, lo que nos sugiere el sentido común y la experiencia, es seguir cuidándonos al máximo para no infectarnos, portando la mascarilla, manteniendo una distancia prudente y no asistiendo a reuniones con mucha gente, especialmente en espacios cerrados, aún en presencia de personas vacunadas y, siempre evitando contacto con personas no vacunadas. Hay que tener presente que la vacuna es solo una primera barrera que, aunque muy efectiva, no nos protege al 100% de infectarnos, la fortaleza y el tipo de inmunidad que inducen depende de muchos factores como ser: comorbilidades, genética, edad, estado nutricional y mental. Lo importante es que las vacunas contra COVID-19 nos están protegiendo con una efectividad del 95% de tener síntomas graves y terminar en cuidados intensivos por habernos infectado con COVID-21. Así que no todo es negativo y desesperante, pero siendo realistas, es muy probable que el virus siga con nosotros, aún cuando nuestro sistema inmune aprenda a neutralizarlo y a convivir con él, sin lograr erradicarlo.