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Corrupción y destrucción del espacio público, características del autoritarismo en Centroamérica

Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) –  La historia de los autoritarismos en Centroamérica no es nueva, data de épocas coloniales, y aunque las constituciones modernas surgieron en el siglo 18, el espíritu de sus letras nunca ha sido respetado. Los caudillismos, las guerras civiles y la exclusión de amplios sectores ha sido una constante en la inconclusa tradición democrática centroamericana.

Desde la época independentista sus impulsores visualizaban el autoritarismo como una tentación ante la cual podían sucumbir personajes tiránicos para perpetuarse en el poder y crearon la independencia de poderes y los pesos y contrapesos constitucionales para evitar este tipo de derivas autoritarias, relata en una charla magistral sobre Autoritarismo en Centroamérica, el destacado historiador salvadoreño Héctor Lindo.

Lindo, quien ofreció su disertación en el marco de los Ciclos de Actualización a Periodistas (CAP), que forma a más de una veintena de periodistas del Triángulo Norte de Centroamérica, señaló que estas prácticas autoritarias no son nuevas, solo se reciclan y afinan sus estrategias utilizando una serie de herramientas que hoy, como ayer, siguen siendo válidas y objeto del debate y escrutinio público.

Lindo, al igual que el también historiador salvadoreño Gerardo Monterrosa, abordaron la historia de los autoritarismos en Centroamérica como parte de la nueva temporada CAP que analiza el autoritarismo, la democracia y la autocracia en el istmo centroamericano. Ambos identificaron las dimensiones del autoritarismo y las herramientas y estrategias más usadas por este tipo de sistema.

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El autoritarismo es identificado como un sistema o actitud que se caracteriza por el ejercicio absoluto y centralizado del poder, la limitación de las libertades individuales y la exigencia de obediencia sin cuestionamientos. Se manifiesta en la forma de gobernar, donde el control y la sumisión son primordiales, suprimiendo la autonomía de los ciudadanos y el disenso.

Los regímenes autoritarios se caracterizan por su intolerancia a la crítica y hacen uso de los estados de excepción—como en El Salvador y Honduras—como un mecanismo de control que busca imponer miedo a la sociedad y sus ciudadanos y evitar así el uso de los espacios públicos como la calle como un mecanismo de protesta. Los regímenes autoritarios creen que solo ellos pueden tener el control de las calles.

Una de las herramientas que usan los regímenes autoritarios es la corrupción, como una aliada incondicional para comprar lealtades e impunidad. “A los gobiernos autoritarios les gusta rodearse de corruptos porque ello les permite controlarlos. La corrupción es una herramienta que utilizan para obtener lealtad”, aseguró el historiador Lindo.

Asimismo, dijo que una de las características de los gobiernos autoritarios es prometer respeto a las leyes y la Constitución, pero no las cumplen, avanzan más bien en el desmantelamiento institucional, hacerlos frágiles y proclives a la corrupción. Al promover la corrupción en las instituciones, evitan la rendición de cuentas. Y casi siempre, los gobiernos con deriva autoritaria prometen crear aparatos anticorrupción, pero es “para perseguir a los enemigos”, acotó.

La corrupción se vuelve así en uno de los principales aliados los gobiernos autoritarios o los que van en ese rumbo, pues al comprar lealtades, permite mayor control, afianza impunidad y evita que se avance en la transparencia, el acceso a la información pública y la rendición de cuentas.

Características del poder autoritario

En otras herramientas que caracterizan al poder autoritario, Héctor Lindo destacó las siguientes: La propaganda y manipulación de la verdad para imponer un relato oficial, en donde prevalece la desinformación, las falsas noticias, los ataques a la libertad de expresión y la imposición de narrativas de odio, división y estigmatización. Las redes sociales hoy en día son uno de los mecanismos desde donde se busca imponer esa manipulación de la verdad dentro de la narrativa oficial. Una característica común es el uso masivo de los medios de comunicación y las redes sociales para difundir un discurso único y favorable al régimen: se censuran voces disidentes y se manipula el lenguaje para imponer una visión oficial, indicó.

También destaca el aislamiento social y destrucción del espacio público, reduciendo las posibilidades de organización ciudadana. Los regímenes autoritarios o con altos síntomas de deriva autoritaria buscan evitar las manifestaciones públicas, impulsan programas sociales populistas en el interior del país para evitar protestas desde el campo a la ciudad, manteniendo así el control de las calles. “A los regímenes autoritarios les da pavor las movilizaciones en las calles, buscan evitarlas o controlarlas”, acota el historiador Monterrosa.

En un régimen autoritario, a la sociedad política no se le reconoce autonomía ni independencia, y la sociedad civil, en consecuencia, mantiene un bajo nivel de participación. Se impone la autocensura.

Otra de las herramientas es la identificación de enemigos internos o externos, a quienes se responsabiliza de los problemas nacionales. Se caracterizan por “fabricar enemigos” como un mecanismo distractor que evite centrar el foco de la atención pública en sus errores y sus actos corruptos.

La vigilancia y el miedo, es otra de las características del autoritarismo y en este caso hacen uso frecuente de estrategias de intimidación, amenazas, aplicación de estados de sitio o los llamados estados de excepción en donde se suspenden garantías constitucionales a los ciudadanos. “La represión mediante las detenciones arbitrarias o la vigilancia constante crea un clima de miedo que limita la acción política”, acotó.

Estas prácticas se han repetido en Centroamérica. En Guatemala, por ejemplo, los gobiernos militares del siglo XX recurrieron al miedo y a la violencia como instrumentos de control social. En El Salvador, la propaganda estatal durante la guerra civil construyó enemigos internos para justificar la represión. Y en Nicaragua, la concentración del poder en torno a la familia Ortega-Murillo refleja la combinación de corrupción y manipulación legal para perpetuarse en el poder, dijo el historiador Lindo.

Construyendo “enemigos” para polarizar

Una característica propia de los autoritarismos es la alteración de la legislación para concentrar poder y perpetuarse en el mismo. También se hace uso de la justicia para perseguir adversarios políticos y propiciar una corrupción sistemática que asegure lealtades.

Los gobiernos autoritarios o en camino a una deriva autoritaria identifican a grupos sociales, étnicos, políticos o religiosos como amenazas internas o externas. Construyen un “enemigo común” para desviar la atención de los problemas estructurales y provocan polarización social para impedir los debates propios de las democracias.

Por su parte, el historiador Gerardo Monterrosa, indicó que los regímenes autoritarios o con altos rasgos de autoritarismo no actúan solos, que es un error centrar la atención solo en la figura presidencial, pues estos siempre son acompañados de otros actores que identificó como la “coalición dominante” que les ayuda a sostenerse y perpetuarse en el poder. A los autoritarios, dijo Monterrosa, la Constitución no les importa, es solo un discurso político de coyunturas, porque no les interesa defenderla.

La coalición dominante mediante la cual los regímenes democráticos imponen su modelo de perpetuarse en el poder se divide en dos factores: actores institucionales y actores sociales.

Dentro de los actores institucionales destacan: el ejército, la burocracia y el partido único. Dentro de los actores sociales se encuentran: iglesias, grupos industriales y financieros, terratenientes, sindicatos y empresas transnacionales.

De acuerdo con Monterrosa, algunos autoritarismos se distinguen por valores generales como el patriotismo, el nacionalismo, la modernización, el orden, la autoridad, entre otros. Aun así, no existen elaboraciones ideológicas articuladas y complejas que justifiquen y sirvan para apoyar al régimen.

En sus estrategias buscan controlar los parlamentos, la institucionalidad del estado, los sindicatos y otras gremiales, incluso tratar de imponer sistemas electorales particulares control de los ejércitos y de los órganos constitucionales.

En Centroamérica los autoritarismos avanzan muy rápidamente, unos más marcados como El Salvador y Nicaragua—ultima que configura un régimen dictatorial y autocrático—otros, como Guatemala y Honduras—consideradas como democracias híbridas—y Costa Rica como una democracia plena, que empieza también a emitir señales preocupantes de autoritarismo por parte del gobierno del presidente Rodrigo Chaves.

Las democracias híbridas según The Economist, son aquellas que están en el límite de la democracia: o la fortalecen o avanzan hacia la deriva autoritaria. En el caso de Honduras, los informes sobre democracia locales e internacionales advierten de fuertes rasgos de avanzar hacia una deriva autoritaria, y será el 30 de noviembre en los comicios generales en donde el elector determinará el rumbo que tendrá el país cuando acuda a elegir un nuevo inquilino o inquilina en la silla presidencial. (PD)

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